El caso sin resolver del misterioso asesino de homosexuales de San Francisco

Tiempo atrás os hablé en otro artículo sobre un curioso asesino, Raymond Broshears, un reverendo que se había declarado abiertamente gay y que, en 1973, creó en San Francisco una patrulla callejera, llamada ‘Lavender Panthers’ (Panteras Lavanda), para defender al colectivo LGBT de las continuas agresiones homófobas que sufrían. El propio religioso evangelista pentecostal había sufrido uno de aquellos ataques y quiso poner fin utilizando los mismos medios que sus agresores: la violencia.

Retrato robot de ‘The Doodler’, el asesino en serie que atemorizó a la comunidad gay de San Francisco en la década de 1970. Imagen vía Wikimedia commons.
Retrato robot de ‘The Doodler’, el asesino en serie que atemorizó a la comunidad gay de San Francisco en la década de 1970. Imagen vía Wikimedia commons.

Y es que la década de 1970 las agresiones hacia el colectivo homosexual fueron continuas, viendo como las fuerzas de seguridad no hacían nada para evitarlas.

Pero no solo se produjeron violentos ataques, sino que a lo largo de un año y medio (entre enero de 1974 y septiembre de 1975) un misterioso asesino en serie, al que la policía denominó como ‘The Doodler’, dejó un indeterminado número de muertes en la ciudad de San Francisco.

Indeterminado porque se tiene la certeza que cinco de aquellas muertes fueron perpetradas por la misma persona y existen sospechas de que dicha cifra podría llegar hasta los 16, debido a que en once de los crímenes no se pudo determinar si habían sido realizados por la misma persona.

En las cinco décadas que han pasado desde entonces, nunca se pudo localizar ni detener a ‘The Doodler’, siendo uno de los casos sin resolver de la policía de San Francisco. Se ha especulado mucho sobre la identidad de este misterioso asesino en serie, de piel oscura (motivo por el que algunos medios se refirieron a él como ‘Black Doodler’) y existen algunas hipótesis de que, probablemente, podría haber sido detenido en alguna ocasión por otros delitos y haber pasado en prisión algún tiempo, motivo por el que dejaría de asesinar. A pesar de ello, el caso todavía está abierto y siguen analizándose pruebas con los métodos modernos que hace medio siglo no existían.

Incluso se barajó la posibilidad de que alguna de sus víctimas acabase con su vida al intentar defenderse e hiciera desaparecer el cadáver o camuflarlo entre una de las numerosas muertes que se producían en la famosa ciudad californiana en aquellos momentos.

El sobrenombre de Doodler lo recibió por parte de los policías que investigaron sus primeros asesinatos, debido al modus operandi del asesino, quien contactaba con sus víctimas en bares y clubes de ambiente gay y a quienes mostraba un dibujo de estos que había realizado con cuatro trazos (uno de los significados del termino doodler sería ‘garabateador’).

Tras entablar contacto, intercambiar unas cuantas palabras con la victima escogida, The Doodler lo invitaba a ir a un lugar más íntimo, dirigiéndose a su automóvil, donde le asestaba varias puñaladas hasta acabar con su vida, arrojando el cadáver normalmente cerca de la playa.

Se sabe con certeza que en tres ocasiones sus víctimas pudieron salir con vida, denunciando el intento de asesinato, pero existe la hipótesis de que podrían haber sido muchos más quienes se libraron de morir a manos del doodler pero que no denunciaron debido a la estigmatización social que por aquel entonces padecían las personas homosexuales y, sobre todo, porque muchos eran los gais que llevaban una doble vida y públicamente se comportaban como si de heterosexuales se tratara ocultando su homosexualidad, motivo por el que muchas agresiones no eran denunciadas.

Varios fueron los sospechosos investigados de ser ‘The Doodler’ y que encajaban con las pocas descripciones que disponía la policía: hombre joven (entre 19 y 25 años) de piel oscura, probablemente afroamericano, complexión delgada y alrededor de 180 centímetros de altura estacaba ningún otro rasgo físico como cicatrices o tatuajes y se le realizó un retrato robot (que ilustra la cabecera de este artículo) que fue distribuido por todas las comisarías y patrullas policiales de California, no obteniendo ningún resultado satisfactorio.

Nunca se consiguieron pruebas suficientes para poder demostrar que alguno de los sospechosos a los que se investigó e incluso se llegó a interrogar era el asesino en serie y, a pesar de que el caso continua abierto desde hace cinco décadas, en todo este tiempo no se ha encontrado ninguna evidencia que señale al culpable.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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