Dos artistas cubanos exponen la naturaleza macabra del totalitarismo en galería de Miami

Lo primero que uno se encuentra al entrar por estos días al espacio de Dot Fiftyone Gallery en Miami, es una impactante serie de hermosas figuras geométricas a manera de filigranas de papel, caladas finamente a mano, con perfección anatómica y destreza quirúrgica. Todas posicionadas sobre una pared de un fondo inofensivamente azul pastel.

Se trata de formas intrigantes que se entrelazan con otros símbolos —también calados— que recuerdan (especialmente a aquellos cubanos que nacimos después del año 1959) a la ubicua iconografía “revolucionaria” de nuestra infancia.

Al centro de la galería, dos enormes “vallas” (como aquellas con las que desfilaban las masas en la Plaza de la Revolución) con imágenes por ambos lados. Miradas al pasar, éstas figuras representadas en los lienzos tensados sobre postes de madera, bien podrían estar recogidas en un catálogo de lujo sobre el brutalismo arquitectónico o la escuela de la Bauhaus, temas que en estos últimos años se han puesto muy de moda entre los buscatesoros de la nostalgia socialista, especialmente la producida en el ex-bloque socialista europeo, por lo general tan austeramente deslavada de color y de sabor.

Pero en la medida en la que el visitante se va adentrando en la muestra, las piezas comienzan a develar su verdadera naturaleza, lo que hay de macabro detrás de aquellas figuraciones: los laberintos “inocentes” sin salida que aluden a la geometría de prisiones totalitarias, el “azulito inofensivo” que resulta ser el mismo que el de los uniformes de la policía cubana, los mensajes y consignas “revolucionarias” emitidos desde la hipocresía del poder (cualquiera que sea el poder o la geografía a la que pertenezca), el hormigón desnudo visto desde su abandono, revelando su función primigenia de monumento masivo alegórico al poder absoluto; y a la opresión escondida detrás de los gruesos muros de cemento prefabricado y cabillas, que además enmascaran el espantoso sonido de la tortura barbárica y cruel.

“Generating Functionals”, obra conjunta de Juan Miguel Pozo y Hamlet Lavastida, expuesta en la galería Dot FiftyOne de Miami.
“Generating Functionals”, obra conjunta de Juan Miguel Pozo y Hamlet Lavastida, expuesta en la galería Dot FiftyOne de Miami.

Sociograms —el título de esta fascinante exposición— es el resultado de una bien articulada colaboración entre dos importantes artistas cubanos: Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, ambos residentes en Alemania y con una conocida trayectoria de activismo político, cada uno a su manera.

Lavastida y Pozo trabajan además, también a su manera, los términos de la decodificación del discurso político, recontextualizando muchas de las herramientas de la propaganda política totalitaria a lo largo de la historia, como un paso orgánico y lógico en la carrera de ambos artistas exiliados.

“Conocí a Hamlet en la Habana nocturna ‘post-Obama’ allá por el 2018”, comenta Juan Miguel Pozo (Holguín, 1967). “No había visto su obra pero me fascinó su personalidad y su sentido del humor rocambolesco, su agudo intelecto y su convicción artística. Luego en Berlín durante su residencia en Künstlerhaus Bethanien justo en plena pandemia, tuvimos mucho tiempo para estrechar nuestra amistad y esto devino, como es natural un intercambio de nuestras ideas artísticas y el debate sobre nuestro trabajo desde muy cerca”, asegura Pozo, quien en 1994 obtuvo una beca en la Academia de Arte de Düsseldorf, en Alemania, donde reside desde 2003.

“Han sido toneladas de diálogos sobre arte, literatura e historia política y esto como es natural nos conduce siempre al tema recurrente que ocupa el caso cubano, aunque también pudiéramos decir del europeo, sobre todo del este europeo”, explica por su parte Hamlet Lavastida (La Habana, 1983), que trabaja y vive en un exilio forzado en Berlín desde enero de 2022.

Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, en el estudio de ambos en Berlín, Alemania.
Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, en el estudio de ambos en Berlín, Alemania.

Lavastida amplía que los temas tocados son “las distorsiones de la historia, los sesgos sobre las identidades sociales y culturales; las falsificaciones historiográficas y las mínimas ediciones de hechos y personalidades sustraídas premeditadamente de las sociedades por sus sistemas políticos. Es decir, las maneras en que los poderes políticos nos perciben, enuncian, califican y disciplinan. Es desde aquí, donde comenzamos a darle forma a la idea de este trabajo”, explica el artista quien desempeñó un papel crucial en liderar el movimiento democrático 27-N, un colectivo de artistas y escritores independientes en Cuba, protagonista de las mayores protestas masivas en la historia cultural de la Isla, desafiando la retórica y la propaganda del gobierno de Díaz-Canel.

Sobre la obra de Lavastida, Pozo enfatiza que los puntos en contacto del trabajo de ambos fueron un detonador para esta colaboración. “[Hamlet] trabaja una visión del poder y la estética represora que el estado cubano emana desde sus símbolos y señalizaciones gráficas, todo esto sostenido por una exhaustiva investigación de la historia y la infografía que iba ordenando y manipulando con humor corrosivo a veces y otras con un fuerte sentido de denuncia directa. Su obra tiene esa apariencia de panfleto revolucionario que a mí me parecía muy a tono con lo que existía, de una manera oblicua y no tan explícita, en mi obra, aún saliendo de contextos diferentes”.

Un factor de encuentro importante en las obras de ambos creadores es que se acercan al proceso creativo desde la investigación, la determinación de la data, con el objetivo de “re-estetizar” (parafraseando un término del propio Lavastida), imágenes y formas estéticamente “inocentes”, desposeídas de una semántica de la opresión —al menos superficialmente—, y que son los instrumentos gráficos con los que obran y se comunican los “organismos” de divulgación política de la mayoría de los regímenes totalitarios, no solamente en Cuba. El mensaje oculto, el subtexto aterrador es lo que se esconde detrás de la máscara pop, de apariencia inofensiva, coherente con la imagen exterior que el dictador quiere perpetuar. En otras palabras, eso que Hannah Arendt define tan claramente en “Los orígenes del totalitarismo” cuando dice queel verdadero objetivo de la propaganda totalitaria no es la persuasión, sino la organización del sistema político(…) Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino sólo la coherencia del sistema del que presumiblemente forman parte”.

“Sociograms” es el resultado de una bien articulada colaboración entre dos importantes artistas cubanos: Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, que podrá verse hasta principios de febrero en la galería Dot FiftyOne, en Miami.
“Sociograms” es el resultado de una bien articulada colaboración entre dos importantes artistas cubanos: Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, que podrá verse hasta principios de febrero en la galería Dot FiftyOne, en Miami.

“Muchos de estos iconos, símbolos e imágenes son expuestos por los sistemas políticos como imágenes parciales sin desentrañar objetivamente su significado. Por ejemplo, el significado último de la identidad visual de los Órganos de la Seguridad del Estado en Cuba es incompleto, inacabado: esta imagen visual no complementa en su simbología lo que realmente ofrece y lo que en sí mismo es este organismo policial y de terror político”, explica Lavastida.

“La abstracción deliberada que el poder político le adiciona a sus identidades visuales les blinda de la transparencia. Pero ahí también radica su peligro, porque entonces todos nosotros también pudiésemos interpretar, distorsionar y reescribir sobre su significado último. De esa capacidad de generar nuestra propia abstracción, de generar nuestro propio archivo textual y visual sobre el poder es donde veo que coinciden nuestras obras y prácticas artísticas, en estas maneras de imaginar el poder.”

Por su parte, Pozo explica: “Mi trabajo es una especie de estado ‘atmosférico’ de la pintura como acción artística; una especie de abstracción del propio lenguaje de la Historia llevado por ese sentido de recuento a través de una imaginería ‘ideologizante’ que casi siempre se contradice con la futilidad a la que se reduce la historia a un relato contado por los que prevalecen en ese relato”.

“El comunismo desapareció de Alemania como relato homogéneo pero resiste en la memoria de sus objetos; esta ‘resistencia ontológica’ es la que me interesa y más que nada en mi conciencia simbólica sobre ella, que es en definitiva dónde está el hecho artístico”, prosigue Pozo. “No quiero deslizar referencias periodísticas ni paternalismos románticos. Se trata de crear un equilibrio discreto. Este espacio abierto y simbólico contrasta de una manera brutal con la chirriante denuncia de la obra de Hamlet Lavastida. El problema queda resuelto en esta convivencia perversa.”

Y es que para Hamlet, el impacto de la propaganda política en la sociedad cubana sigue siendo materia pendiente por parte de quienes deberían entenderla en toda su extensión: artistas, escritores, intelectuales, historiadores, sociólogos, sicólogos, y todo aquel que se dedique a la investigación de los discursos y el arsenal simbólico de la política y especialmente del totalitarismo.

 “Century” de Juan Miguel Pozo.
“Century” de Juan Miguel Pozo.

“[Se trata de] una materia sistemáticamente postergada dentro la comprensión de la situación política y cultural cubana, ello sin hablar de la escasa aproximación desde la historiografía cultural o social. El abordaje desde la creación y las prácticas artísticas es impresionantemente insuficiente”, explica Lavastida, quien fuera arrestado por la policía política cubana y encarcelado por tres angustiosos meses y sometido a intensos interrogatorios antes de ser expatriado y deportado a la Unión Europea.

“Hoy en día, existe escasa o casi ninguna reflexión objetiva y analítica sobre los modos en los que la propaganda política ha distorsionado y descolocado la psiquis social del sujeto cubano; o sea el Estado cubano nos ha analizado, censado, parcelado, disciplinado y ‘sociogramisado’, pero nosotros hemos sido incapaces de hacer lo mismo con ellos”, asegura Lavastida. “Siempre he dicho que si el Estado con todos sus ministerios, toda su burocracia y todos sus aparatos de investigación policial, necesita y requiere construir un archivo de sus ciudadanos, entonces nosotros también deberíamos edificar un archivo sobre ese Estado. Impugnar al Estado con herramientas de verificación objetivas, detectivescas, artísticas, abstractas, simbólicas u oníricas tiene que acabar de ser, de una vez por todas, formas de construir ese archivo de la demencia totalitaria cubana”.

Para concluir afirmando, “lo interesante es que, justo cuando uno comienza a hacer este examen sobre la situación nacional, entiende que ese mismo diagnóstico le es aplicable al caso de la ya derogada República Democrática Alemana, o para no ir tan lejos, a la hoy Federación Rusa. El espejo que les devuelva su misma imagen ad infinitum es una de las formas más eficaces de esa subversión”.

“Sociograms”, de Hamlet Lavastida y Juan Miguel Pozo, Dot Fiftyone Gallery, 7275 NE 4th Ave. #101, Miami. Hasta el 1 de febrero de 2024. Entrada libre. Más: https://dotfiftyone.com/EXHIBITIONS

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