La artista colombiana Delcy Morelos lleva a Chelsea la exposición Venerando a la Tierra

Una imagen de “Cielo terrenal” o “Earthly Heaven,” una instalación de la artista colombiana Delcy Morelos en su primera exhibición individual en Estados Unidos, en Dia Chelsea, Nueva York, el 2 de octubre de 2023. (Victor Llorente/The New York Times)
Una imagen de “Cielo terrenal” o “Earthly Heaven,” una instalación de la artista colombiana Delcy Morelos en su primera exhibición individual en Estados Unidos, en Dia Chelsea, Nueva York, el 2 de octubre de 2023. (Victor Llorente/The New York Times)

Nueva York — Cuando la artista colombiana Delcy Morelos creó un gigantesco laberinto de tierra en la Bienal de Venecia de 2022, observó cómo algunos visitantes respondían a la estructura de una manera que la inquietaba.

“La gente pateaba la obra”, comentó, sentada en las galerías de Dia Art Foundation en Chelsea, sobre una pila de heno destinada a su próxima instalación colosal hecha de tierra. “Querían saber cómo se había construido. La gente está tan acostumbrada a comportarse así cuando se trata de algo relacionado con la tierra”.

El jueves, Morelos estaba en Nueva York para inaugurar su primera exposición individual en Estados Unidos, en Dia, y ahí se describió a sí misma como una especie de embajadora de la Madre Tierra, una curandera y hechicera autoproclamada encargada de transmitir un mensaje sobre su fuerza, inteligencia y belleza. “Las culturas industrializadas se han olvidado de la tierra”, se quejó. Aquí, la artista ha elevado una de sus instalaciones del suelo, en parte para protegerla de pies irreverentes. “Las patadas tendrán que ser más agresivas” para alcanzarla, afirmó. “Cuando le haces daño a la tierra, te haces daño a ti mismo. No somos entes separados”.

Morelos, de 55 años, proviene de un pequeño poblado llamado Tierralta, en el norte de Colombia, donde creció con su abuela en una casa de adobe que humedecían a diario con las manos para evitar que se secara demasiado y se llenara de polvo. Su abuela, descendiente del pueblo indígena emberá, cultivaba casi todo lo que comían. Morelos fabricaba sus propias muñecas con botellas de vidrio y telas, y animales de juguete con semillas y ramitas. Al mismo tiempo, vivía bajo la amenaza permanente de la violencia de la guerrilla y los grupos paramilitares, que se disputaban territorios donde abundaba la coca y asesinaban a los líderes indígenas que intentaban proteger el río. Cuando aprendió a pintar y a hacer cerámica en el colegio, y finalmente asistió a una escuela de arte en Cartagena, Colombia, Morelos empezó a encontrar un lenguaje visual para analizar estas experiencias del mundo.

Cuando nos conocimos, Morelos llevaba un vestido índigo que ella misma había confeccionado, como casi toda su ropa desde la infancia. Es menuda y su trato es cálido y amable como el de una tía sabia, una cualidad que contradice la ambición y seriedad de su trabajo. Durante unas tres décadas, Morelos ha intentado encontrar la lógica de la violencia humana y el abuso de la tierra en sus pinturas, esculturas e instalaciones. Durante años realizó obras salpicadas de rojo sangre y buscó maestros indígenas y comunidades de mujeres ceramistas de las que aprender. En los últimos 10 años, se ha centrado sobre todo en la tierra y la arcilla, creando objetos e instalaciones que manifiestan su veneración por la tierra, pero en gran medida lejos de la vista del mundo artístico occidental. (Eso está cambiando en Estados Unidos, donde la Galería Marian Goodman anunció que representaría a la artista).

En las galerías de Dia Chelsea, a pocas paradas del metro de la famosa escultura de tierra en una habitación de Walter De Maria, “The New York Earth Room”, Morelos creó un encuentro kinestésico con la tierra, en forma de dos grandes instalaciones compuestas principalmente de tierra que perfumó con especias como canela, clavo y copaiba, una resina de árbol utilizada en las culturas indígenas amazónicas para curar infecciones y enfermedades. Una de estas instalaciones no solo se puede oler, sino también entrar en ella y tocarla. “El abrazo” es una especie de templo viviente, una enorme masa geométrica hecha de tierra vegetal de Nueva York mezclada con arcilla y cáscaras de coco molidas en la que los visitantes pueden circunnavegar y entrar por una abertura. “La Montaña”, la llamó de pasada. La estructura montañosa parece flotar sobre el suelo. Morelos invita a la gente a acariciarla, suavemente, con las manos.

La artista colombiana Delcy Morelos con “El abrazo” o “The Embrace”, una instalación en su primera exhibición individual en Estados Unidos, en Dia Chelsea en Nueva York, el 2 de octubre de 2023. (Victor Llorente/The New York Times)
La artista colombiana Delcy Morelos con “El abrazo” o “The Embrace”, una instalación en su primera exhibición individual en Estados Unidos, en Dia Chelsea en Nueva York, el 2 de octubre de 2023. (Victor Llorente/The New York Times)

Es esta sensación de intimidad y cuidado del medio ambiente lo que Alexis Lowry, curadora de Dia, y Zuna Maza, asistente de curaduría, consideran quizá el aspecto más conmovedor de la obra de Morelos. “Vivimos en una época de crisis ecológica”, afirmó Lowry, “y no creo que debamos pedirles a los artistas que resuelvan nuestros problemas por nosotros, pero sí creo que las mejores obras nos ayudan a pensar en estos de otra manera. El compromiso de Delcy de involucrar a la gente con la tierra como material íntimo tiene posibilidades insondables”.

La otra instalación de Morelos en Dia, “Cielo terrenal”, es más tranquila y sutil, un espacio de “oscuridad fértil”, como la concibe Morelos. Los visitantes encontrarán un espacio subterráneo apenas iluminado en el que el suelo y las paredes se pintaron parcialmente con una fina capa de tierra, hasta el nivel de la marca de agua que dejó el huracán Sandy cuando inundó las galerías en 2012. Encima de esta capa, Morelos colocó pilas ordenadas de pequeñas formas de cerámica que evocan tubérculos, semillas y excrementos de animales, y residuos industriales cubiertos de tierra rescatados de instalaciones anteriores en Dia Beacon. Morelos, a través de un traductor, habló de esta sala como un “útero donde se gesta la vida”, pero también como un espacio de duelo. En persona, sus hileras precisas de barras de refuerzo, tuberías y maderas incrustadas en el suelo sugieren cuerpos dispuestos para descomponerse en una fosa común.

“He estado pensando mucho en esto debido a la historia de violencia de Colombia”, dijo. “Hay muchos desaparecidos. En cualquier tierra donde haya cultivos, puede haber cadáveres. Es un tema difícil, pero tiene su belleza”.

Cuando se trata de la tierra, dijo Morelos, el lenguaje de la geometría ofrece un vocabulario para entender mejor algo que es complejo, poderoso y rebelde. “La tierra se manifiesta de muchas maneras”, dijo, con los ojos cerrados para concentrar sus pensamientos. Como elemento vivo, continuó, la tierra puede ser caótica e inescrutable. Morelos tiene en mente a su público, y si su comunión con la tierra consiste en tocarla y respirar su aroma, también consiste en verla con una visión renovada. “Quiero mostrar la tierra fuera de contexto y de manera sagrada”, concluyó, “por eso la convoco al orden”.

“La tierra me lo permite”, agregó.

c.2023 The New York Times Company