‘Todo se arruinó’. Cómo las familias salen adelante en una comunidad de Broward que quedó bajo el agua
Edgewood es un pequeño barrio al norte del Aeropuerto de Fort Lauderdale. Las calles, de casas muy pegadas entre sí, suelen estar llenas de gente trabajadora a la que le gusta ayudarse mutuamente.
Ahora están llenas de agua. Y de miseria.
Este pequeño trozo del Condado Broward es una de las zonas más afectadas tras cuatro días de lluvias torrenciales e inundaciones repentinas.
Decenas de coches atascados con el agua por encima del capó. Viviendas parcialmente sumergidas.
Las primeras cifras muestran que el cercano Fort Lauderdale recibió más de dos pies de lluvia el miércoles, cantidades históricas en una tormenta de una en 500 años, dijo el Servicio Nacional del Tiempo.
Una sorpresa tras la jornada laboral
Denis Méndez, una madre de 32 años, se mudó a Edgewood hace tres semanas.
Una estufa nueva lista para instalar, un televisor aún con la calcomanía del fabricante, muebles recién hechos llenan su casa.
El miércoles, después de su jornada laboral, se dejó caer en la cama y se durmió mientras llovía. No le dio mucha importancia.
Luego la despertó su esposo, Isaín López.
“El agua está empezando a entrar”, le dijo él.
La pareja, con la ayuda de su hijo de 15 años, Santiago, empezó a levantar todas sus pertenencias y muebles del suelo. Pero el agua seguía subiendo.
Cuando las pulgadas se convirtieron en un pie de inundación, supieron que había llegado el momento de marcharse.
Metieron lo que pudieron en el auto y se dirigieron a casa de un amigo, a unas calles de distancia.
“Nunca esperé que pasara algo así”, dijo. “Nunca había vivido una inundación así”.
Al día siguiente, los tres caminaron casi una milla por las calles inundadas de su comunidad para recoger las pertenencias que habían dejado atrás.
Al abrir la puerta de su casa, el agua se salió, empujando a una pequeña rata blanca y negra en a inundado camino de entrada.
Resbalando en la entrada, casi cayéndose, se dirigió a la cocina para empezar a colocar comida del refrigerado a bolsas.
La sala y la cocina estaban al menos un pie inundados, con una línea de agua marcada a otro pie por encima de la superficie.
Ella recogió algo de ropa, mientras López y Santiago recogían otras pertenencias.
La familia no tenía ni idea de cuáles serían sus próximos pasos ni de cuánto tiempo duraría la inundación.
“Vamos a intentar recuperar algo y buscar dónde vivir”, dijo con los ojos llorosos. “Tres semanas viviendo aquí y ahora todo lo que compramos, acabamos de empezar, está dañado”.
En un kayak
Unas calles más allá, Erick Martínez, un alumno de 16 años de la secundaria Stranahan en Fort Lauderdale, pasaba el día en kayak con su perrita Estrella por calles que se convirtieron en ríos.
Su casa estaba inundada, al igual que la de su tío y la de su amigo, debido a los torrenciales aguaceros que arrasaron el barrio.
“Es la primera vez que veo este lugar tan inundado”, dijo.
Mantenerse optimista
Romero Ramos estaba trabajando cuando cayeron las lluvias el miércoles. El estacionamiento de su trabajo empezó a inundarse, lo que hizo que todos se dirigieran a sus casas para contener los posibles daños
Lo que le esperaba era algo que nunca había visto.
“Llegamos a nuestro estacionamiento y el agua estaba entrando en la casa: de 8 a 19 pulgadas en el interior”, dijo en español.
Ramos dijo que nunca había visto algo así y que era la primera vez que el agua entraba en su casa.
Al día siguiente, con la inundación aún dentro y el agua manchando las paredes, optó por ver la situación con claridad y optimismo.
“Son cosas que pasan en la vida, así que tenemos que enfrentarlo porque quien tiene el control es Dios y no podemos ir en contra de su voluntad”, dijo Ramos.
No está seguro de lo que hará a continuación, pero espera que el agua baje para poder empezar a limpiar y reconstruir.
“Así es amigo mío”, dijo. “Lo más importante es que estamos vivos y la vida sigue”.