La arriesgada tarea de llegar por aire a los rincores del Atlas golpeados por el seísmo

María Traspaderne

Marrakech (Marruecos), 15 sep (EFE).- Desde la base aérea de Marrakech, parten a diario helicópteros para llevar víveres a los habitantes de los rincones más inaccesibles del alto Atlas azotados por el seísmo. Es una tarea arriesgada, entre valles de montañas de más 2.000 metros de altura, donde aparecen diseminadas casas derruidas y es difícil encontrar una zona plana para aterrizar.

Un equipo de EFE acompaña este viernes, una semana después del seísmo que dejó casi 3.000 muertos en las montañas marroquíes, a los pilotos de la Gendarmería Real y a varias autoridades a visitar la zona.

Se trata de chequear el avance del realojamiento de los aldeanos y proveerlos de comida, en uno de los 120 viajes diarios que hacen a las montañas los helicópteros de este cuerpo y del Ejército desde diferentes bases próximas.

De la de Marrakech hasta las montañas separan 20 minutos en este pequeño helicóptero con seis asientos, cargado de agua y comida para repartir en Aguerd, una aldea enclavada en un angosto valle de carreteras sinuosas.

Tras sobrevolar una presa y llegar al lugar, el aparato hace varias pasadas junto a las empinadas laderas para encontrar un sitio adecuado.

Abajo, las casas enteras y las derruidas se entremezclan con tiendas azules de plástico, en este pueblo donde ya llegó el alojamiento, que según las autoridades cubre las necesidades de un 98 % de la población de Al Haouz.

Se han repartido tiendas para los 28 (de 40) municipios de la provincia afectados por el seísmo. En total, dan cobijo a unas 100.000 personas de Al Haouz, que viven ahora bajo techos de plástico, esperando la reconstrucción de sus casas.

Al escuchar el sonido de los helicópteros los aldeanos, como puntos diminutos de colores, saludan e indican un lugar al fondo del valle, pero la estrechez y el viento impiden el aterrizaje y mueven el aparato de lado a lado. Tras varias pasadas, el coronel desiste:

- Aquí no hay donde aterrizar.

- Pues anulamos, pasamos al otro punto.

Por radio, los tres tripulantes se intercambian las coordenadas de un nuevo destino, Tizi Oussen, a unos 20 kilómetros en línea recta cruzando el cauce del río N'Fis.

El otro helicóptero del convoy encuentra un lugar para aterrizar, en una explanada del valle junto al río. En las laderas, decenas de personas siguen atentas la maniobra, algunos graban con sus móviles, otros saludan.

"Quédate a esta altitud hasta que el otro helicóptero termine la tarea de reconocimiento para encontrar un lugar donde aterrizar", comenta el coronel al piloto. "Está bien, es un terreno con un poco de piedra, pero podéis aterrizar", contesta el piloto del otro aparato.

Para dejar hueco a los aparatos, han tenido que cortar dos postes de electricidad. Una vez abajo, los habitantes de la aldea dudan primero, y luego corren hacia el aparato a coger la carrera. Es peligroso acercarse, les advierten.

En cuestión de cinco minutos, sin apagar los rotores, los gendarmes reparten agua y bolsas con pan y comida, para volver a despegar camino de vuelta a Marrakech, en un viaje en línea recta ya sobre las cimas de las montañas.

Una vez en tierra, Samir Goudar, presidente de la región de Marrakech-Safi, la más afectada por el seísmo, explica a EFE que ya se han repartido 19.000 tiendas de campaña en Al Haouz y otras 6.000 en la provincia de Chichaoua. En ellas viven de 4 a 5 personas.

En las dos provincias, hay ahora unas 120.000 personas que han cambiado sus casas, muchas de adobe, por lonas de plástico, en espera de poder volver a tener pronto un techo donde resguardarse de los cinco meses de nieve que caen en las montañas más altas del norte de África.

(c) Agencia EFE