La arqueología del 99 %

Hasta hace algunas pocas décadas, la arqueología se enfocaba únicamente en la grandiosidad y en la riqueza, en los templos, los palacios y los artefactos espectaculares –como la tumba del rey Tut o los grandes templos y palacios de la ciudad maya de Tikal—. Jeremy Sabloff, un arqueólogo retirado de la Universidad de Pensilvania y del Instituto Santa Fe, fue parte de la generación que cambió aquello. Sabloff desarrolló su carrera en torno al estudio de la gente común de la civilización maya de México y América Central, mapeando y excavando ciudades completas para estudiar quiénes las habitaron, y cómo lo hicieron. 

En el Annual Review of Anthropology de 2019, Sabloff rememora los más de 50 años de su carrera y analiza lo que los arqueólogos han aprendido acerca de los mayas a partir del estudio de los patrones de asentamiento. Knowable Magazine conversó con él acerca de los estudios arqueológicos sobre la gente común. Esta conversación ha sido editada para lograr más brevedad y claridad. 

¿Por qué los arqueólogos habían pasado por alto a la gente común durante tanto tiempo? 

Antes de la Segunda Guerra Mundial, las investigaciones arqueológicas eran financiadas principalmente por museos, personas ricas o fundaciones. Ellos querían hallazgos espectaculares –templos y palacios, no los restos de estructuras perecederas de la vida cotidiana—. Querían sepulturas de reyes, como la tumba del rey Tut, los tesoros reales de Ur, grandes esculturas, murales, cerámicas hermosas, jade, etc. Buscaban materiales que pudieran traer y exhibir en los museos. 

Y, ¿por qué cambió eso? 

Hasta mediados del siglo XX, una gran parte de las investigaciones arqueológicas también las realizaban personas ricas. La composición demográfica de la disciplina cambió significativamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando sus practicantes empezaron a ser cada vez más de clase media. Una de las razones fue que había muchas más ofertas de trabajo, especialmente en las universidades estatales. Además, comenzaron a ofrecerse becas y financiamiento para realizar investigaciones de campo cuyo objetivo no fuera buscar objetos o hacer hallazgos espectaculares. Todo esto tiene relación con este cambio del 1 % al 99 %, como yo le digo livianamente. 

En el caso particular de los mayas, el catalizador fue Gordon Willey, de Harvard. Él ya era un pionero en lo que se llamó el método de patrones de asentamiento: quería estudiar el asentamiento completo de un sitio arqueológico, no solo las edificaciones principales. Le interesaba de igual manera hacer un mapeo de las ruinas de las casas de madera con techo de paja, de lo poco que quedaba, como estudiar los templos y palacios de piedra. No era que se hubieran pasado por alto las viviendas de la gente común, pero, aun así, Willey fue el primero en centrar su atención en estas y preguntarse: ¿cómo podríamos entender mejor la sociedad maya en su conjunto? 

Este interés en los patrones de asentamiento, en estudiar el 100 % en vez de solo el 1 %, no solo amplió nuestra comprensión, sino que la cambió por completo. La imagen antigua de los mayas era la de un pueblo no urbano, pacífico, regido por sacerdotes-astrónomos. Se creía que los elaborados templos hallados en Tikal y en otros lugares eran tan solo centros ceremoniales mínimamente poblados en lugar de ciudades propiamente dichas. Sin embargo, los proyectos de mapeo arqueológico llevados a cabo en Tikal y en otros sitios revelaron que estos no solo eran centros ceremoniales –eran las ruinas de una gran cantidad de casas—. En realidad, estos eran centros urbanos de algún tipo. Ese descubrimiento cambió completamente nuestro concepto de la civilización maya precolombina. 

¿Por qué decidió enfocarse en estudiar a la gente común? 

Hay dos respuestas a esa pregunta. La primera es que yo fui estudiante de Willey. Comencé en 1965 en un proyecto que se realizó en la selva de Guatemala, que tenía por objetivo estudiar la totalidad de las ruinas mayas. Así que entré a la fuerza. Pero también estaba relacionado con mi interés general, que era: ¿cómo podemos comprender la evolución en el tiempo de la civilización maya? Evidentemente, si iba a hacer preguntas como esas y quería obtener respuestas útiles, había que estudiar la totalidad de la sociedad maya antigua. 

¿Cómo se estudian los patrones de asentamiento? 

Buscamos hacernos una idea de cómo están distribuidos todos los tipos de viviendas y de cómo están situadas en el terreno, y más específicamente, hallar información sobre los habitantes de los distintos tipos de estructuras arquitectónicas, mediante la recolección del material que se encuentra en la superficie y mediante excavaciones, cuando eso es posible. 

Uno de los proyectos que codirigí se llevó a cabo en el sitio arqueológico de Sayil, en el norte de Yucatán, al sur de la actual ciudad de Mérida. Queríamos, primero que nada, levantar un mapa de la zona urbana para poder hacernos una idea de la extensión y la naturaleza de las estructuras. Una de las razones por las que elegimos trabajar en Sayil fue que el lugar había sido poco perturbado después del siglo XVI. En los lugares donde había habido una casa de madera con techo de paja, aún se conservaba la única fila de piedras que sostenía los pilares de madera de las paredes, por lo que era posible ver la distribución de las habitaciones, las plataformas que podrían haber construido encima y demás. 

También hicimos una pequeña excavación de estas estructuras más perecederas para tratar de obtener más información. ¿Era posible deducir cómo estaba compuesto el hogar? ¿Cuántas habitaciones tenían las familias? ¿Qué encontraríamos en la zona de la cocina? Uno de las cosas interesantes que hallamos fue que los espacios abiertos comprendidos entre las casas, que se solía creer que eran plazas pequeñas o algo similar, en realidad eran huertas en las que se cultivaban frijoles, calabaza, tomates y demás.  

También hallamos algunas herramientas de piedra obsidiana, la cual no se encuentra en la zona. Así que uno comienza a hacerse preguntas sobre el comercio. Desde el punto de vista económico, ¿dónde se podrían encontrar los mercados? ¿Qué se vendía allí? ¿Los productos eran accesibles tanto para la élite y la gente común, o algunas cosas solo estaban disponibles para unos y no para otros? Todo eso nos hace plantear preguntas sobre cómo funcionaba esta sociedad antigua y, también, cómo podría haber cambiado esto en el tiempo. Es una visión mucho más completa de la sociedad precolombina de los antiguos mayas. 

La visión más rica que estamos obteniendo del 100 % se la debemos a herramientas con las que no contaban los arqueólogos de hace 50 años. En lo que respecta al levantamiento de patrones de asentamiento, uno de los mayores avances técnicos de los últimos años ha sido la teledetección óptica, especialmente LIDAR, en la que aeronaves o drones que vuelan a baja altitud emiten láseres que permiten ver el terreno bajo los árboles. Se pueden ver caminos de piedra. Se pueden ver las ruinas de las casas, las calzadas, los caminos, las fortificaciones defensivas. Esta tecnología va a hacer mucho más sencillo el mapeo de sitios, especialmente en condiciones difíciles, tales como las que se dan en las selvas o en áreas con muchos árboles. También podemos abarcar zonas mucho más grandes y con mucha más precisión y detalle que nunca antes. Los nuevos estudios con LIDAR que se llevan a cabo en las planicies mayas del sur han comenzado a revelar que muchas ciudades mayas precolombinas eran mucho más extensas de lo que se creía, aunque estos datos aún deben ser confirmados mediante investigaciones en el campo. 

¿Cómo era la vida de la gente común? 

En primer lugar, lo que hemos aprendido es que no es fácil hablar de los pueblos mayas como si fueran un todo cohesivo en cualquier periodo. A lo largo y ancho del territorio maya —que abarca parte de lo que es actualmente México, Belice, Honduras, Guatemala, El Salvador—, hubo mucha variación tanto a lo largo del tiempo como del espacio. Alguien que vivía en un pueblo del norte de Yucatán podía ser diferente de los mayas que vivían en las sierras de Guatemala u Honduras. 

Es una sociedad agrícola. Pero igual había artesanos de todo tipo. Algunos de ellos trabajaban en familia, produciendo cerámica, herramientas de piedra, material decorativo; otros —por ejemplo, los tejedores o quienes fabricaban cerámicas ornamentadas—, podrían haber sido financiados por la élite. 

¿Investigar el panorama completo ha hecho que los investigadores se formen una idea distinta de la civilización maya posclásica? 

Uno de los mejores lugares para comprender eso es la ciudad de Mayapán, no muy distante de la actual ciudad de Mérida, en Yucatán. Hay un gran equipo internacional que lleva años trabajando allí. Esta era una ciudad amurallada que alcanzó su apogeo entre mediados del siglo XIII y mediados del siglo XV. Se creía que este había sido un periodo de decadencia —el declive de los mayas— porque ya no había estas grandes inversiones en hermosa arquitectura, en templos o palacios. 

Sin embargo, descubrimos que, desde el punto de vista económico y social, las cosas eran igual de complejas, si no más. Los gobernantes de la ciudad no invertían su capital en grandes obras arquitectónicas o tumbas ornamentadas, sino que lo usaban para construir depósitos, rutas comerciales, embarcaciones: toda la infraestructura necesaria para el comercio local y a larga distancia. En mi opinión, eso no tiene nada de decadente. 

¿Hay alguna lección sobre los mayas que se aplique en la actualidad? 

La civilización maya clásica colapsó en el siglo IX, pero los mayas no desaparecieron –en la actualidad, hay más de 10 millones de hablantes mayas—. ¿Qué les permitió perdurar tras el colapso de sus ciudades? Eso nos lleva a preguntarnos sobre el crecimiento de la población, las guerras, las sequías y el cambio climático, todo lo cual es relevante. Si bien las respuestas a estas preguntas no necesariamente van a resolver los problemas de la sociedad moderna, creo firmemente que el pasado nos puede aportar algunas lecciones. ¿En qué tuvieron éxito? ¿Qué cosas no funcionaron? ¿Cómo lograban resistir las sequías o las guerras? Obviamente, la civilización maya precolombina y otros estados antiguos eran distintos a los de hoy, pero por lo menos estos pueden servir como antecedente y contexto para comprender los problemas actuales. Es por esta razón que creo que las clases de arqueología siguen teniendo hoy tanto auge en todo el país. 

Y la arqueología sigue existiendo hasta el día de hoy. En este país hay mucho interés en la investigación arqueológica de la esclavitud. Aunque esto pertenece a la historia reciente, los registros históricos escritos no aportan el mismo tipo de detalles sobre la vida de los esclavos que sobre la vida de quienes vivían en la vivienda principal. La arqueología está contribuyendo a revelar esos detalles. 

Hay arqueólogos que están investigando las ruinas de campamentos para indigentes con el objetivo de entender mejor algo que sucede hoy en día. Ese es un ejemplo de una investigación arqueológica más completa de todos los grupos, sin importar lo espectaculares o poco espectaculares que sean sus vestigios. 

Artículo traducido por Language Scientific

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Bob Holmes es un periodista científico radicado en Edmonton, Canadá.

This article originally appeared in Knowable Magazine, an independent journalistic endeavor from Annual Reviews. Sign up for the newsletter.