Armando Lucas Correa presenta ‘La viajera nocturna’, su novela más cubana

Armando Lucas Correa es uno de los escritores cubanos más exitosos de los últimos años. En 2016 debutó como novelista con La niña alemana (Simon & Schuster), la primera entrega de una trilogía inspirada en uno de los episodios más funestos de la Segunda Guerra Mundial: la historia del MS St. Louis, el transatlántico alemán que en 1939 partió de Hamburgo hacia La Habana con cientos de refugiados judíos de los cuales solo veintiocho fueron admitidos en la isla. Para bochorno de los gobiernos de Cuba, Estados Unidos y Canadá –estos dos últimos países también le negaron el asilo al resto de los pasajeros–, el St. Louis tuvo que regresar a Europa y se estima que muchos de los desesperados viajeros perdieron la vida en los campos de concentración nazi.

¿En qué condiciones subsistieron los pocos expatriados que tuvieron la suerte de reiniciar sus vidas en la bulliciosa Habana? ¿Cuál fue el destino de los peregrinos a los que el rampante antisemitismo de la época arrojó a una muerte casi segura? ¿Cuántos de ellos se reencontraron con sus seres queridos o tuvieron, en el mejor de los casos, “la posibilidad de una despedida”?

Estas debieron ser algunas de las preguntas que se formuló Correa a la hora de convertir en materia novelística “el viaje de los condenados”, como también se ha llegado a conocer al trágica suceso. Las respuestas las encontramos en las páginas de La niña alemana, en las de La hija olvidada (2019) y en la que constituye la última entrega de la serie, La viajera nocturna, también publicada por Simon & Schuster y recién salida a la venta.

Has afirmado que ‘La viajera nocturna’ es la más cubana de las tres novelas que componen la trilogía del St. Louis. ¿Es eso lo que la diferencia de las entregas anteriores?

En La niña alemana, una parte de la novela se desarrolla en La Habana. Cubre un período extenso, desde 1939, cuando Hannah y Alma desembarcan del MS Saint Louis, hasta el 2014 cuando se reencuentran con Anna. Pero el universo de La Habana es un encierro, es el mundo de dos alemanas judías intentando sobrevivir en una isla que les es hostil. Nunca se integran. El mundo de ellas se desarrolla dentro de la casona del Vedado. En La hija olvidada, Cuba es una simple referencia. Amanda envía a su hija Viera en el Ms Saint Louis. Toda la novela se desarrolla entre Alemania y Francia. En La viajera nocturna el segundo acto es en Cuba. Vemos crecer a Lilith, casarse, tener una hija. Cuba no es un simple background, es la esencia. Incluso quise que el tono del libro cambiara y usé como referencias novelas cubanas de la época.

Que la protagonista de ‘La viajera’, Lilith, sea una alemana negra, una “bastarda de Renania”, constituye toda una novedad. ¿Tiene conocimiento de que en la abundante literatura del Holocausto exista una protagonista con tales características?

Las referencias son muy escasas. Hay libros de memorias de sobrevivientes, eso sí. “Mischling”, es un término legal peyorativo que se usó en la Alemania nazi para designar a los de ascendencia mixta, o sea, un hijo de un “ario” con un no “ario” y se usaba para los hijos de judíos casados con alemanes “arios”. Los “mischiling” negros eran solo unos miles y en realidad, han sido los olvidados de esta época tenebrosa. Lo irónico es que, después de la segunda guerra mundial, se usó el término de “mischlingskinder” para referirse a los niños hijos de alemanas con soldados americanos negros.

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Uno de los principales defectos de las novelas históricas radica en que los autores, en su afán por lograr mayor credibilidad, atiborran sus textos de datos, citas y referencias que a la postre le restan dinamismo a la historia. En sus novelas ocurre lo contrario. ¿Cómo hace para dosificar tan bien los elementos históricos con la ficción, lo real con lo imaginario?

Mi formación académica es en el periodismo y en la dramaturgia, y soy un lector de ficción. Creo que esos tres elementos están presentes en todo lo que escribo. Cuando comencé a coleccionar documentos, libros, objetos relacionados con el MS Saint Louis, lo hacía pensando en que algún día escribiría un libro de testimonios, entrevistaría a los sobrevivientes, a los académicos. Al nacer mi hija Emma, en el 2005, la perspectiva del libro cambió. Emma le dio voz a Hannah y a Anna, e intenté crear una conexión emocional con la historia desde mi punto de vista de padre. Mis lecturas sobre los hechos históricos que abarco en mis libros son rigurosas. No puedo comenzar a escribir hasta que no domino los hechos históricos, pero a su vez, la historia tiene que estar integrada de manera orgánica en el desarrollo de los personajes. Soy obsesivo con algunos detalles, que a veces parecen simples, pero que para mí son esenciales, como el perfume que usa Alma o el menú de una de las cenas en el barco camino a La Habana o la música que escuchaban. Quiero que el lector sienta que está leyendo una novela de ficción, pero no de ciencia y ficción. Los hechos históricos no me los he inventado, por eso insistí, en La niña alemana, incluir el manifiesto del barco con la firma de los 937 pasajeros.

El novelista español Javier Cercas suele afirmar que “el pasado no existe”, que “de algún modo es presente”. Nadine, la hija cubana de Lilith, una niña Pedro Pan, se da cuenta de que “para ella la guerra tampoco había llegado a su fin”, de que “había vivido una batalla tras otra”. Usted parece estar convencido de que los pueblos están condenados a repetir los mismos errores. ¿Evitarlos, dar a conocer su historia, constituye uno de los propósitos de sus libros?

En mis tres novelas intento sacar a la luz episodios de la historia que tendemos a olvidar o poner a un lado por diferentes razones. La tragedia del MS Saint Louis es uno de ellos. Pensemos que no fue hasta el 2009 que, durante la presidencia de Barack Obama, que el Senado de Estados Unidos emitió la Resolución 111, que “reconoce el sufrimiento de aquellos refugiados causado por la negativa de los gobiernos de Cuba, Estados Unidos y Canadá a brindarles asilo político”. No fue sino hasta el 2018, que el primer ministro Justin Trudeau presentó una disculpa formal en la Cámara de los Comunes, a nombre de Canadá, por su país haber rechazado a los refugiados judíos del MS Saint Louis. Tuve el honor de ayudar a la oficina del Primer Ministro a contactar a los sobrevivientes. Ahí estuve con siete de los niños del Saint Louis. Lo mismo que con la matanza de Orador-sur-Glane, donde sí, la orden de quemar vivos a mujeres y niños dentro de una iglesia fue de los nazis, pero la ejecutaron también soldados franceses. O sobre las leyes de la eugenesia alemanas que estuvieron basadas, en particular, en los estudios de dos doctores de Pasadena, California. Esos errores de la historia los venimos cargando hasta el día de hoy. El Holocausto, para mis hijos, es algo inconcebible que sucedió hace mucho tiempo. Yo intento, en mis novelas, buscar la conexión de ese pasado —que para algunos es muy lejano—, con el presente.

‘La niña alemana’ se convirtió muy pronto en un superventas internacional. Elogiada por Thomas Keneally, autor de ‘La lista de Schindler’, ha sido traducida a dieciséis idiomas y lo mismo se encuentra en la librería de un aeropuerto que en la sección de libros de una tienda por departamentos. Imagino que no esperaba un éxito de tal magnitud. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

En Estados Unidos se leen muy pocas traducciones. Mi editora, Johanna Castillo, que ahora es mi agente, apostó por La niña alemana desde que leyó unas diez páginas y vio la colección de documentos originales que tenía. Pensábamos que iba a funcionar tanto en español como en inglés en Estados Unidos, pero nos sorprendió que la novela, de un autor desconocido, comenzara a adquirirse en diferentes países. Australia y Canadá convirtieron La niña alemana en un superventas incluso antes que Estados Unidos. El primer país de habla hispana que la hizo un éxito de ventas fue Colombia. Con mis lectores colombianos siempre estaré en deuda. Me siento, realmente, muy afortunado.

En los últimos años otros autores cubanos han tratado el tema del St. Louis en sus novelas: ‘Otra vez adiós’ (Carlos Alberto Montaner), ‘Herejes’ (Leonardo Padura) y ‘Concierto para Leah’ (Maira Landa). ¿A qué atribuye ese interés?

A todos nos sorprende que una tragedia como esa haya sido ignorada por tanto tiempo. Los cubanos, en este caso, estamos en deuda con la tragedia del MS Saint Louis. Algún día veremos una disculpa pública en Cuba. No pierdo las esperanzas.

En sus novelas los hombres son los que mueven los hilos de la historia, pero las protagonistas, las heroínas de la anónima y silenciosa intrahistoria, son siempre mujeres. ¿Es cierto que su hijo Lucas le hizo un reclamo en ese sentido? ¿La próxima novela de Armando Lucas Correa estará protagonizada por un personaje masculino?

Mi primer libro, En busca de Emma, era sobre cómo tuve a mi hija. Emma, incluso, sale en la portada. En La niña alemana, uno de los personajes lleva el nombre de Anna. Ahí fue que Lucas me preguntó que cuándo iba a escribir una novela con un niño y que llevara su nombre. No será mi próxima novela, pero sí ya tengo en planes de escribir un libro, Las islas del Nunca Jamás —ya adquirido por Simon & Schuster—, donde el protagonista es un niño. Ahora, que ese niño se llame Lucas, eso tendríamos que verlo. Lucas es mi segundo nombre y el lector va a pensar que se trata de una autobiografía.

‘La viajera nocturna’ será presentada el viernes 20 de enero a las 7 p. m. en la librería Books & Books, 265 Aragon Avenue, Coral Gables.