Armados con machetes y piedras, los haitianos luchan contra las pandillas, pero el precio es mortal

Fritzgerald Vixamar es normalmente un hombre de negocios que dirige una escuela en Haití.

Pero hoy no: hoy se ve a sí mismo como un soldado que se prepara para la batalla.

Mientras afilaba dos machetes en un mercado callejero de Cano Haitiano, lanzó una advertencia a las pandillas armadas que aterrorizan Haití con secuestros, violaciones y asesinatos diarios.

“No vamos a permitir que las pandillas vengan de Puerto Príncipe y entren en el norte”, dijo. “Si lo hacen, les cortaremos la cabeza”.

Vixamar, de 49 años, que está haciendo un llamado a los haitianos en el extranjero para que envíen 100,000 machetes, dijo que la población de su país ya está harta y está uniendo fuerzas con la Policía para contraatacar, con las armas que puedan conseguir, a las pandillas asesinas que cobraron fuerza desde el descarado asesinato del presidente Jovenel Moïse el 20 de julio de 2021.

“Esto es un grito de guerra”, declaró al Miami Herald días después de hacer su declaración en un video que se hizo viral. “Haití está en guerra y no es una guerra cualquiera: es una guerra civil entre las pandillas, la población y la Policía Nacional... y la población está haciendo justicia por su cuenta”.

Los abitantes de Puerto Príncipe están haciendo lo que pueden para protegerse de las pandillas violentas. Se están uniendo a la Policía en persecuciones, matando a presuntos pandilleros y bloqueando la entrada a sus comunidades con vehículos. En esta imagen, habitantes del vecindario de Solino, en la capital, escribieron "Solino dice abajo las pandillas". Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald

En una nación donde el grito de guerra Koupe tet, boule kay —”Corta cabezas, quema casas”— impulsó la exitosa revolución de 1791 a 1804, los haitianos vuelven a invocar el mismo desafío, pero esta vez su enemigo no son los colonizadores franceses que los mantuvieron en la esclavitud, sino los grupos armados ilegales cuyas mortíferas guerras territoriales convirtieron vecindarios antaño pacíficos en sangrientos campos de batalla.

Adoptando una expresión popular criolla haitiana relacionada con la virilidad, Bwa Kale, y convirtiéndola en un grito de guerra de desobediencia civil y determinación, los haitianos se están armando con machetes, gasolina, fósforos, botellas, neumáticos y piedras y persiguen a pandillas fuertemente armadas por todo el país.

Su promesa de desarraigar a las pandillas ha sido bien recibida por los habitantes que se han desesperado y frustrado esperando una intervención exterior, mientras la Policía haitiana sigue superada en número y armamento por las pandillas.

Pero el movimiento popular también está avivando los temores de que la revuelta pueda estar sembrando las semillas de más violencia, ya que a veces se dirige contra personas distintas de los presuntos miembros de las pandillas y estas actúan a la vez como jueces, jurados y verdugos.

Los habitantes de Puerto Príncipe están haciendo lo que pueden para protegerse de las pandillas violentas: se unen a la policía en persecuciones, matan a presuntos miembros de las pandillas e impiden la entrada a sus comunidades.
Los habitantes de Puerto Príncipe están haciendo lo que pueden para protegerse de las pandillas violentas: se unen a la policía en persecuciones, matan a presuntos miembros de las pandillas e impiden la entrada a sus comunidades.

Los videos que circulan por las redes sociales muestran a haitianos en las montañas de la capital atando a presuntos miembros de pandillas y empujándolos a fosas hechas con neumáticos ardiendo. En otros lugares de la capital, presuntos miembros de pandillas fueron apaleados o lapidados. La reacción se ha extendido fuera de Puerto Príncipe: incluso las provincias ahora se están en estado de máxima alerta y los habitantes amenazan con detener o linchar a cualquier persona sospechosa que intente refugiarse en sus comunidades.

En el Valle rural de Artibonito, dos hombres fueron sacados a rastras de una comisaría de la pequeña localidad de Gros-Morne y golpeados hasta la muerte mientras una multitud gritaba Bwa Kale, Bwa Kale. En la ciudad de Marigot, en el sureste, en donde la multitud también exigió que la Policía entregara a un presunto pandillero, un presunto miembro de una pandilla ultimado a pedradas y su cadáver maltrecho y ensangrentado fue abandonado en medio de la carretera con un neumático encima.

Los asesinatos cometidos por los vigilantes parapoliciales dejaron a tantos presuntos miembros de pandillas muertos en los últimos días —un defensor de los derechos humanos calculó la cifra en unos 100— que incluso los policías que participan en la lucha contra las pandillas dijeron que hay demasiados cadáveres como para contarlos.

En una conferencia de prensa la semana pasada, el portavoz de la Policía Nacional, Garry Desrosiers, condenó los asesinatos y dijo a los haitianos que “no se tomen la justicia por su mano”.

Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald
Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald

Sin embargo, tanto él como otras autoridades dejaron claro que los haitianos no tienen más remedio que valerse por sí mismos debido al número de asesinatos relacionados con las pandillas y que cada vez controlan más territorio El nivel de violencia ha alcanzado “niveles comparables a los de países en situación de conflicto armado”, indicó la ONU en un informe reciente.

“Tal y como están las cosas ahora, no hay otra salida”, dijo una joven del vecindario Nazon, en la capital, en donde los habitantes usan camiones cisterna de combustible y agua como barreras para impedir el paso de las pandillas. “Tenemos que defendernos porque no tenemos a nadie que nos defienda”.

La violencia alimentada por las pandillas, dijo, se ha prolongado durante demasiado tiempo.

“Si hubiera voluntad política para cambiarla ya lo habríamos visto”, dijo, negándose, como tantos otros entrevistados por Herald, a dar su nombre.

“El único cambio visible ha sido el de la última semana, en la que el pueblo decidió tomar las riendas de su propio destino”.

Balas perdidas y ejecuciones extrajudiciales

La violencia de las pandillas se generalizó al punto que los hospitales y las escuelas se vieron obligados a cerrar debido a ataques cada vez más frecuentes. Los estudiantes son alcanzados por balas perdidas mientras están sentados en clase y los niños son objeto de violaciones, secuestros y asesinatos a manos de los cientos de grupos delictivos que controlan cerca de 80% de Puerto Príncipe.

La ira contra las pandillas acabó estallando en violencia la semana pasada, cuando los habitantes de los vecindarios del sudeste de Puerto Príncipe, Canapé-Vert, Turgeau, Debussy, Pacot y Croix-Deprez, se despertaron con el sonido de disparos de armas automáticas y de pandillas que anunciaban por megáfonos que habían tomado el control de las comunidades.

No dispuestos a dejarse dominar, los hombres de las comunidades evacuaron a las mujeres y los niños, tomaron machetes y piedras y atacaron a los pandilleros, que se habían dividido en grupos de 20 o 30.

Los habitantes de Canapé-Vert interceptaron a 13 presuntos miembros de la pandilla que viajaban en un minibús y habían sido detenidos en un control policial. La multitud apartó a los hombres de la Policía, los golpeó con piedras y los cortó con machetes, para luego prenderles fuego con neumáticos ardiendo. La explosión de violencia desencadenó una reacción en cadena porque los habitantes de otros vecindarios decapitaron a presuntos pandilleros y quemaron sus cadáveres en las calles.

En Debussy, cuando la Policía se lanzó al asalto para impedir que los grupos armados tomaran el control del vecindario, estratégicamente situado, la población se unió a la caza humana. Los vecinos del cercano Carrefour Feuilles, armados con machetes, los siguieron, acompañados por policías vestidos de civil que los ayudaron a localizar a los pandilleros.

En otros lugares de la capital, los habitantes formaron brigadas ciudadanas, impusieron toques de queda y puestos de control, reforzaron las patrullas desde los tejados y usaron autos, sacos de arena e incluso neumáticos para bloquear el acceso a sus vecindarios.

La nueva enviada de la ONU a Puerto Príncipe, María Isabel Salvador, declaró la semana pasada ante el Consejo de Seguridad que la decisión de los haitianos de tomar cartas en el asunto conducirá inevitablemente a la ruptura del tejido social con “consecuencias imprevisibles para toda la región”.

Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald
Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald

La violenta reacción de la población para recuperar el control de sus calles, que lleva meses gestándose, es solo el ejemplo más reciente de ejecuciones extrajudiciales dirigidas contra presuntos pandilleros. Estos actos de justicia extrajudicial han ido acompañados de una actitud cambiante que considera que las acciones son justificables ante el hacinamiento de las cárceles haitianas, el mal equipamiento de la Policía y la corrupción de los jueces, que liberan rápidamente a los pandilleros detenidos.

Cuando Jean-Ernest Muscadin, defensora de los derechos humanos, le escribió el año pasado una carta abierta al Ministerio de Justicia expresando su preocupación porque un fiscal nombrado por el gobierno en Miragoâne ajusticiara extrajudicialmente a un presunto pandillero, enfrentó protestas y amenazas.

Marie Yolène Gilles, directora de Eyes Wide Open Foundation, le escribió al Ministerio después de que un video ampliamente difundido mostró a Muscadin acusando a Elvain Saint-Jacques de pertenecer a la pandilla Village de Dieu; entonces, Muscadin le dijo a Saint-Jacques que “dijera sus últimas palabras a sus padres” y le disparó a quemarropa.

Muscadin amenazó más tarde con detener a Gilles por sus críticas y miles de personas se manifestaron a su favor en las calles, diciendo “Si Muscadin no estuviera aquí, todos estaríamos muertos”.

A principios de este año, el apoyo al fiscal se extendió a los haitianos en el extranjero, quienes lanzaron una campaña en línea en GoFundMe que recaudó miles de dólares para comprar un auto blindado para Muscadin. La página de GoFundMe posteriormente fue cerrada por la plataforma después que alguien se quejó.

Los asesinatos llevan a Haití en la dirección equivocada

Louis-Henri Mars, presidente ejecutivo de Lakou Lapè, una organización de gestión de conflictos y consolidación de la paz en Puerto Príncipe, dijo que los asesinatos de elementos parapoliciales están llevando a Haití, ya al borde de la anarquía, “en la dirección equivocada”.

Incluso así, dijo que entiende la frustración de la gente, que finalmente estalló en dos incidentes separados pero conectados la semana pasada: uno fue la muerte, durante una operación policial, del famoso líder pandillero Carlo Petithomme, conocido como Ti Makak, cuya pandilla había aterrorizado a los habitantes de los enclaves ricos de Laboule y Thomassin; y el segundo fue la detención de algunos de sus presuntos soldados por la Policía y su captura por la multitud enfurecida en Canapé-Vert.

El portavoz de la Policía, Desrosiers, confirmó la semana pasada la muerte de Petithomme, pero ofreció pocos detalles, excepto de que resultó herido mortalmente durante la operación policial; otros que siguen de cerca las actividades de la pandilla dijeron que fue asesinado por otro líder. En cualquier caso, la muerte eliminó el aura de invencibilidad que él y otros tenían, dijo Mars.

“Es un trauma reprimido que explota”, dijo en cuanto a la decisión del pueblo haitiano de contraatacar.

Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald
Después que el lunes 24 de abril una multitud enfurecida mató en un vecindario de Puerto Príncipe a 13 presuntos pandilleros, los habitantes de la capital empezaron a levantar barricadas con lo que encontraban a mano para protegerse. Johnny Fils-Aimé para el Miami Herald

Más de 100,000 desplazados

Hasta el mes pasado, al menos 130,000 personas habían sido desplazadas por la violencia de las pandillas solo en el área metropolitana de Puerto Príncipe.

Salvador, la enviada de la ONU que acaba de llegar a Puerto Príncipe en abril, dijo que la violencia de las pandillas “se está ampliando a un ritmo alarmante”. Los homicidios, violaciones, secuestros y linchamientos han aumentado más del doble hasta alcanzar 1,647 en el primer trimestre de este año, comparado con 692 en el mismo período de 2022, dijo. Dijo que la tendencia violenta es “chocante”.

La Policía de Haití apenas cuenta con 3,500 agentes en las calles en un momento dado, dijo, reiterando el llamado urgente del secretario general de la ONU, António Guterres, para el rápido despliegue de una fuerza internacional especializada que ayude a los policías a contrarrestar la violencia.

“La Policía Nacional consigue montar algunas operaciones eficaces contra las pandillas, pero mantener estos logros en materia de seguridad es meramente momentáneo”, dijo. “Nunca se insistirá lo suficiente en la necesidad de un apoyo internacional urgente a la Policía para enfrentar el rápido deterioro de la situación de seguridad”.

Masacres de pandillas y silencio del gobierno

Hasta esta semana, la Policía haitiana, que ha perdido más de 20 agentes a causa de la violencia de las pandillas en lo que va de año, parecía haber cedido el control de la capital y partes del Valle de Artibonito a las pandillas.

A pesar de varias masacres, al menos ocho documentadas por el grupo de derechos humanos Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH) en su último informe, el gobierno ha permanecido en gran medida en silencio, lo que ha dado lugar a demandas de cambios en la cúpula.

James, habitantes de Carrefour Feuilles, dijo que los haitianos están “indignados” tanto por el círculo vicioso de violencia como por la incapacidad del jefe de la Policía Nacional, Frantz Elbé, y del primer ministro, Ariel Henry, para hacer algo al respecto. Ninguno de los dos se había dirigido personalmente a la población ni respecto a las recientes masacres y asesinatos cometidos por elementos parapoliciales, aunque Henry rompió finalmente su silencio el lunes en un mensaje grabado en video para conmemorar el Primero de Mayo y apeló a la población a colaborar con la Policía.

“Estamos viviendo en un país que no tiene ningún espacio seguro”, dijo James, quien no quiso dar su apellido. Exigió la dimisión de Elbé y Henry. “Estamos hartos de la violencia de las pandillas. No aguantamos más, porque todos son víctimas”.

Alix, quien también vive en Carrefour Feuilles, dijo que los habitantes se van a la cama cada noche sin saber si su casa será la próxima en ser saqueada o quemada por las pandillas y si ellos también tendrán que huir del sonido inminente de los disparos de armas automáticas.

“Los pobres ya no pueden más. Es Dios quien nos da fuerzas para levantarnos y defendernos”, dijo.

Un precio mortal

Pero enfrentarse a las pandillas tiene un precio.

Durante meses, los habitantes de Source Matelas vivieron atemorizados por los ataques de las pandillas, ya que los grupos armados que operan en las cercanas Canaan y Titanyen intentaron convertir la cercana prisión de mujeres de Cabaret en su base.

Después que en noviembre pasado un ataque dejó al menos 72 muertos y 29 mujeres y niñas violadas por pandillas, una brigada ciudadana levantó barricadas para mantener alejadas a las pandillas, bloqueando la entrada a su comunidad rural, junto a la Carretera Nacional 1 que une Puerto Príncipe y Cabo Haitiano.

Funcionó durante un tiempo. El 19 de abril pandilleros armados volvieron a atacar la prisión de Cabaret y, después, a bordo de tres autobuses, asaltaron Fuentes Matelas a plena luz del día, incendiando viviendas.

“Mataron bebés, mataron mujeres embarazadas”, dijo un habitante cuyo tío de 87 años fue una de las víctimas. “Mataron a todos con los que se cruzaron”.

Entre los muertos había miembros de la brigada ciudadana, que después de dar la voz de alerta sobre el ataque que se avecinaba se encontraron en inferioridad numérica. El RNDDH dijo que parecía que el ataque era una represalia porque los habitantes se habían atrevido a levantar barricadas para protegerse.

Según la Oficina de Protección Civil de Haití, al menos 48 personas murieron. Pierre Christian Jean, representante del gobierno en la zona, declaró al Herald que el número de muertos ya se eleva al menos a 100.

Inspirado por la rebelión contra las pandillas en todo el país, dijo que miles de habitantes de Source Matelas, a los que se unieron los habitantes de la cercana Cabaret y la Policía, lanzaron su propio movimiento Bwa Kale el sábado para expulsar a las pandillas. Aunque dos vecinos perdieron la vida, dijo Jean, al menos cinco pandilleros resultaron muertos.

“La población no se rinde”, dijo. “Es inaceptable que los pandilleros decidan lo que la población puede o no puede hacer. Son ellos los que deberían huir”.