La Argentina es uno de los países de la región con riesgo alto de recirculación de la poliomielitis

Vaccination for booster shot for Polio IPV Inactivated poliomyelitis Virus in the child population. Doctor with vial of the doses vaccine and syringe for Polio IPV Inactivated poliomyelitis Virus
Desde mayo de 2020, en el país la vacuna oral de virus atenuado (Sabin) se terminó de reemplazar por la inyectable de virus inactivado (Salk) - Créditos: @shutterstock

La reaparición del virus de la polio en Estados Unidos intensificó especialmente la alerta para la región en los últimos días. Fue luego de que las autoridades sanitarias de ese país afirmaran que el caso confirmado en julio pasó a ser apenas la punta de un iceberg del que aún se desconoce la magnitud, tras continuar detectando rastros virales en aguas residuales de dos condados y la ciudad de Nueva York en estos tres meses. ¿Cuál es el riesgo para la Argentina?

“El riesgo de reintroducción [de polio] en América es absolutamente real —advierte Roberto Debbag, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica—. Y hay una probabilidad cierta para el país pospandemia”.

La Comisión Regional para la Certificación de la Erradicación de la Poliomielitis (RCC, por su sigla en inglés) de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ubicó a la Argentina entre los países con riesgo alto, junto con Brasil, Panamá, Bolivia, Ecuador y Paraguay, en su última validación de la preparación sanitaria. Otros cuatro —Haití, Venezuela, Perú y República Dominicana— fueron considerados de muy alto riesgo.

La cantidad de menores de cuatro años inclusive que, entre 2018 y 2021, no recibieron la primera dosis o le falta completar el esquema inicial es de 580.464, según estimó el Ministerio de Salud de la Nación para la Campaña Nacional de Seguimiento contra Sarampión, Rubéola, Paperas y Poliomielitis que arranca el 1º de octubre próximo, como se informó la semana pasada en un seminario web de la Sociedad Argentina de Pediatría. Son chicos que nacieron entre el 1° de noviembre de 2017 y el 31 de agosto del año pasado.

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Las principales herramientas para contrarrestar esta nueva amenaza de salud pública siguen siendo la vacunación antipoliomielítica y la vigilancia epidemiológica activa de la forma grave de la enfermedad —la parálisis fláccida aguda que ocurre en el 1-3% de los casos— junto con el monitoreo de aguas cloacales como un “semáforo” de advertencia de circulación local. Al ser un enterovirus, el virus de la polio se replica en los intestinos y se elimina por materia fecal por lo que su transmisión suele ocurrir a través del consumo de alimentos o agua contaminados con la materia fecal de una persona infectada.

Con la pandemia de Covid-19, la caída en la vacunación se agudizó y aún se mantiene por debajo de la meta nacional del 95% recomendada internacionalmente para contener cualquier posible brote. Un caso de polio es considerado un brote. Datos oficiales a julio de este año indican que el año pasado hubo un 30% de menores de un año que no completaron el esquema inicial de tres dosis.

Por calendario, y desde mayo de 2020, la vacuna oral de virus atenuado (Sabin) se terminó de reemplazar por la inyectable de virus inactivado (Salk), con cuatro en lugar de cinco dosis: a los dos, cuatro y seis meses de edad, con un refuerzo al ingreso escolar. El cambio había comenzado en 2016, con las dos primeras dosis.

“En consenso con la Comisión Nacional de Inmunizaciones en abril de 2019, expertos y sociedades científicas (Sociedad Argentina de Infectología, Sociedad Argentina de Pediatría y Sociedad Argentina de Infectología Pediátrica) en diciembre del mismo año, se propuso iniciar en 2020 el esquema con cuatro dosis de IPV y discontinuar, desde el comienzo de dicha estrategia, el uso de [la vacuna oral bivalente] ya que, de este modo, se aseguran adecuados estándares de seguridad e inmunogenicidad y se reduce la probabilidad de ocurrencia de parálisis por virus vacunal y por virus derivado de la vacuna”, se fundamentó en la resolución ministerial del 24 de abril de 2020.

Riesgo alto

En 2020, de acuerdo con el informe publicado por la RCC, el nivel de riesgo argentino era moderado. El análisis anual tiene en cuenta la cobertura de vacunación, la vigilancia epidemiológica, los determinantes de salud y la capacidad de contención y preparación para responder a posibles brotes. Los integrantes de la RCC responden siete preguntas a partir de la validación de los informes que presentan los países.

La Argentina reprobó en dos de esos interrogantes: ¿es la cobertura de vacunación contra la polio lo suficientemente alta y homogénea para evitar la circulación del poliovirus salvaje (WPV, por su nombre en inglés) o la emergencia de un poliovirus circulante derivado de la vacuna (cVDPV)? y ¿es la vigilancia de la poliomielitis lo suficientemente sensible para detectar oportunamente un poliovirus salvaje importado o un VDPV, si ocurriera? En ambas, la respuesta fue “no”.

La RCC, en tanto, validó que el país adoptó medidas de contención, trazó un plan de mitigación del riesgo de reintroducción, estaba preparado para responder a un brote, hizo una evaluación de riesgo y permanecía libre de polio.

Si bien la cobertura antipoliomielítica de 2021 en la región mejoró ligeramente con respecto de 2020, aún no llega al 85%, según explicó Ángela Gentile, que integra la RCC y es jefa del Departamento de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. “En las enfermedades sujetas a eliminación, como es el caso de la polio, la meta de cobertura nacional es del 95% para el país y del 90% para las jurisdicciones, de manera homogénea”, precisó. La campaña de octubre fijó el objetivo nacional, pero alcanzar al 90% de más de medio millón de chicos susceptibles en el país sería un buen resultado para la especialista.

“Si se tiene buena cobertura en pediatría, hay una barrera epidemiológica que, ante un caso importando, va a frenar la transmisión local. Esto hay que combinarlo con una vigilancia epidemiológica que lo capte rápidamente”, agregó Gentile.

Para Debbag, si se quiere poder detectar brotes epidémicos y, sobre todo, si se trata de enfermedades virales e inmunoprevenibles, también hay que estudiar las aguas cloacales como en Reino Unido o Estados Unidos. “Permite conocer la probabilidad de que ocurra un brote —dijo—. Para Covid-19, nunca la Argentina publicó los datos de circulación [del virus SARS-CoV-2] en aguas cloacales, que siempre reclamé. Solo lo hizo Córdoba, que publicó la probabilidad de una nueva onda pandémica a partir del estudio del agua.”

Cronología

Sin datos

A mediados de junio de 2020, funcionarios de AySA y el Ministerio de Salud de la Nación se reunieron con las autoridades de ANLIS Malbrán para implementar la vigilancia ambiental a través del análisis de muestras de líquido cloacal. El convenio de cooperación se firmó recién en octubre del año pasado, sin que hayan difundido los resultados obtenidos y qué se releva.

Desde AySA indicaron a LA NACION que su trabajo se limita a enviar las muestras al Malbrán para analizar (la empresa posee un laboratorio, donde se utilizó la técnica) y no reciben los resultados. La cartera sanitaria, que centraliza la comunicación de ANLIS Malbrán, no respondió al cierre de esta nota si se está relevando la presencia de poliovirus en aguas residuales y si se están tomando medidas frente al riesgo de reintroducción de la enfermedad.

“Sin duda debería estar siendo medido rigurosamente —opinó Debbag—, sobre todo para poder adelantarse a la ocurrencia de un brote o incrementar la vacunación en la campaña nacional de octubre. Está olvidada en la Argentina la estrategia de control de brotes epidémicos a través de estudios en aguas cloacales y, si hay datos, no se comparten con la comunidad médica local.”