La gran apuesta de Meloni: una reforma constitucional para un “premierado” fuerte y estabilidad

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni - Créditos: @ALBERTO PIZZOLI

ROMA.- Giorgia Meloni, la primera mujer en Italia que ha logrado romper el techo de cristal y ha llegado ser jefa de gobierno, va por más. A poco más de seis meses de haber arrasado en las elecciones de octubre pasado, cuando su partido post-fascista que solía ser minoritario, arrasó y se volvió el más votado del país, la primera ministra aspira ahora a quedar en los libros de historia, pero por otro hecho.

Como ya había prometido durante la campaña electoral, Meloni, de 46 años, quiere reformar la Constitución para que Italia pase a tener un sistema político-institucional distinto –con un premier fuerte, electo de forma directa (ahora es nombrado por el presidente después de consultaciones)-, más eficaz y más estable. Desde 1948, cuando entró en vigor una carta magna que surgió después de la dictadura fascista y estableció un sistema parlamentario bicameral fuerte, Italia tuvo 67 gobiernos, casi uno por año.

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, escucha durante una rueda de prensa conjunta con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky tras su reunión el 13 de mayo de 2023 en el Palazzo Chigi de Roma.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, escucha durante una rueda de prensa conjunta con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky tras su reunión el 13 de mayo de 2023 en el Palazzo Chigi de Roma. - Créditos: @ALBERTO PIZZOLI

Aunque todo el mundo coincide en que sí, es verdad, es necesaria una reforma institucional para exorcizar lo anterior y para que haya más estabilidad política, la movida de Meloni agitó como nunca el avispero político.

Tocar la constitución, en efecto, es algo así como un tabú. En los últimos treinta años, todos aquellos que intentaron hacerlo, lanzando la idea de que tiene que existir un “hombre fuerte” –en este caso, una mujer fuerte-, fracasaron estrepitosamente. Es más, el último que lo intentó, el expremier Matteo Renzi, se vio obligado a renunciar a fin de 2016, después de sufrir una paliza terrible en un referéndum constitucional que polarizó como nunca al país y se convirtió en un virtual plebiscito sobre su gobierno. Entonces, la mayoría de los italianos le bajó el pulgar a un referéndum con el que Renzi apuntaba a darle más estabilidad al país, eliminando el bicameralismo perfecto italiano y convirtiendo al Senado en un elemento más bien decorativo.

Pese a este antecedente Meloni, cuya coalición de derecha cuenta con una amplia mayoría en el Parlamento –aunque no los dos tercios necesarios para cualquier reforma constitucional, así que también debería recurrir a un referéndum-, está totalmente determinada en avanzar en su plan de reforma política. Una jugada considerada audaz y arriesgada, pero que, de triunfar, resultaría histórica.

Con este objetivo, esta semana recibió a los referentes de todos los partidos representados en el Parlamento. No solo a sus dos aliados en la coalición de gobierno –Forza Italia del ex premier, Silvio Berlusconi (internado desde hace más de un mes por pulmonía y leucemia) y la Liga de su vicepremier, Matteo Salvini-, sino también, de la oposición de centroizquierda, para comenzar a dialogar sobre un tema para ella “necesario” para Italia y “para el bienestar de los ciudadanos”.

Muy hábil, Meloni se mostró abierta a escuchar todas las campanas. “Yo no tengo una receta, mi modelo, pero sí tengo dos objetivos: garantizar una relación directa entre los ciudadanos y lo que hace el gobierno y garantizar estabilidad. Se pueden copiar otros modelos, se pueden hacer modelos nuevos, pero el punto es compartir estos dos objetivos”, explicó la primera ministra, combativa, en vísperas de la cita. “No me interesa imaginar a un hombre solo que manda, lo que me interesa es imaginar que cuando los ciudadanos eligen a un gobierno, con un programa, ese gobierno tenga cinco años para poder llevar a cabo ese programa y que las cosas no cambien en tres meses sobre la base de parlamentarios que cambian su camiseta y de gobiernos que se forman sobre la piel de los ciudadanos”, agregó. “En los últimos años tuvimos políticas hechas sobre programas que nadie había ni leído, ni votado, que no existían: eso no es democracia. Democracia es si yo estoy vinculada al compromiso tomado ante los ciudadanos”, arengó. “Yo no estuve de acuerdo con lo que pasaba e intento encontrar una solución para garantizar que los ciudadanos cuenten. Nosotros no somos dueños, somos intermediarios. Y esto no significa que no deba haber contrapesos: no me parece que en sistema presidenciales, semi-presidenciales o con premieratos, no los haya, sino que lo importante es que haya eficacia en la acción”, sumó.

Como recordó La Stampa, de 2011 a 2022 en Palazzo Chigi –sede del gobierno-, se alternaron 7 gobiernos, liderados por 7 primeros ministros nombrados sin el recurso a elecciones generales, tres de los cuales sin antecedentes políticos (dos técnicos, Mario Monti y Mario Draghi; y el abogado Giuseppe Conte, jamás electo de ninguna forma, ni siquiera a nivel local).

“La década del descontento, de la evaporación del mecanismo electoral, ha sido el caballito de batalla de Giorgia Meloni, que, en los largos años pasados en la oposición, con un minúsculo 6%, ha construido su fuerza justamente criticando cómo funcionaba el sistema”, evocó la famosa periodista Lucia Annunziata.

Como era de esperar, la otra mujer que domina ahora el escenario político, es decir, la nueva líder de la oposición, del Partido Democrático, de centroizquierda, Elly Schlein, enseguida se opuso a cualquier idea de reforma institucional. “Hay otras prioridades, como el trabajo”, reaccionó. Le hizo eco el expremier, Conte, líder del Movimiento Cinco Estrellas, aunque los centristas del denominado Tercer Polo –que incluye al partido de Renzi, Italia Viva-, se mostraron favorables a la idea de un premier fuerte, electo en forma directa, fórmula reabautizada como “el gran alcalde de Italia”, ya que los alcaldes sí suelen ser electos en forma directa.

Meloni, en todo caso, tomó nota de las diversas posiciones y anunció que pronto presentará una propuesta de reforma. Esta no entrará en vigor antes del final de la actual legislatura y, al parecer y como todos reclamaron, tampoco tocará la figura del presidente de la república, Sergio Mattarella, que en el actual sistema tiene un rol “super partes” y es el árbitro y garante de su funcionamiento.

Aunque la oposición clamó que la prioridad ahora es el trabajo, no las reformas institucionales, Meloni sostiene que a la economía italiana le irá mucho mejor si un primer ministro tiene más poder de acción. “Una reforma que le da estabilidad al gobierno es la principal medida económica que se pueda dar en Italia, que en los últimos 20 años creció aproximadamente un 4%, mientras que Francia y Alemania crecían un 20%”, explicó su brazo derecho, Giovanbattista Fazzolari, al Corriere della Sera. “Esa brecha –agregó- es producto también de la fragilidad e inestabilidad de los gobiernos y por eso la reforma es fundamental para el bien de la nación”.