En el aniversario de mi escape de Nicaragua hacia la libertad: Gracias, EEUU | Opinión

El 6 de febrero se cumple un año del vuelo organizado por el gobierno de Estados Unidos para traer a este país a 222 presos políticos nicaragüenses. El avión fletado voló de Managua a Washington DC, ¡y la libertad!

Llevaba 18 meses detenido bajo acusaciones falsas de intentar “socavar la soberanía de Nicaragua”. En un juicio canguro, fui sentenciado a ocho años de prisión y despojado de mi ciudadanía nicaragüense por la dictadura marxista de Daniel Ortega, que lleva 17 años en el poder. Durante ese tiempo, él había desmantelado la democracia de Nicaragua y arruinado su economía.

Como la mayoría de los liberados aquel día, yo había estado recluido en la tristemente célebre prisión nicaragüense de El Chipote. Me arrestaron en 2021 cuando mi esposa y yo estábamos en la frontera con Costa Rica para volar desde Liberia, al otro lado de la frontera, a Estados Unidos para que me operaran.

Las autoridades nicaragüenses autorizaron a mi esposa a ir, pero confiscaron mi pasaporte y me dijeron que regresara a Managua para “arreglar mis problemas legales”.

El Chipote ‘todavía me persigue’

Nada más salir de la frontera, un pelotón de vehículos de la policía nicaragüense persiguió mi auto a velocidades que a veces superaban las 60 mph. La persecución terminó al cabo de una hora en un puente que la policía había cerrado. Me cachearon, me esposaron y me llevaron a El Chipote.

Mi estancia en El Chipote aún me persigue. Teníamos ventanas con barrotes pero sin cristales. Cuando llovía, nuestras celdas se inundaban. Los mosquitos eran un problema constante. Nos interrogaban dos veces al día y las sesiones nocturnas interrumpían nuestro sueño. Perdí 20 libras porque la comida era muy mala. Periódicamente, nos ordenaban desnudarnos, ponernos de pie en el pasillo y registraban en busca de contrabando.

Mientras estuve en El Chipote, Hugo Torres –un antiguo general sandinista que también estuvo encarcelado– murió de cáncer. Tal vez por ello, mi rutina empezó a cambiar.

Me tomaban la presión sanguínea y la temperatura tres veces al día. Supongo que recibí este trato especial porque Ortega temía que yo también pudiera morir a causa del dolor de cadera y de mi avanzada edad (78 años).

Aeropuerto de Managua

El 9 de febrero, por la mañana temprano, un guardia abrió la pequeña caja de la puerta de acero de mi celda por la que mis dos compañeros y yo recibíamos nuestras raciones de comida. Gritó mi nombre y me entregó mi ropa de civil. Media hora más tarde, a mí y a otros nos hacinaron en un enorme espacio con un par de cientos de presos más.

Finalmente, nos condujeron a autobuses con las ventanillas tapadas y nos llevaron a la pista del aeropuerto de Managua. Nos ordenaron firmar un papel, aunque estaba demasiado oscuro para leer su contenido. Nos dijeron que si no firmábamos, no podíamos bajar del autobús.

Más tarde supe que, en ese documento, expresábamos nuestra voluntad de ir a Estados Unidos y que era un requisito estadounidense.

Como yo estaba sentado cerca de la parte delantera del autobús, fui uno de los primeros en bajar. En la pista, vi a policías y militares y, a lo lejos, un jet jumbo.

Pasaportes nicaragüenses

Confuso y aturdido, me llevaron hasta una persona que rebuscó en una caja llena de pasaportes nicaragüenses recién expedidos, me entregó el mío y me dijo que siguiera mi camino.

Vi a Martha Youth –amiga y ex empleada de la embajada de Estados Unidos en Nicaragua– caminando desde el avión hacia mí. Nos abrazamos y por fin comprendí que se trataba de una operación del gobierno estadounidense y que el avión iba a llevarnos a la libertad.

Solo podía pensar en el vuelo de los diplomáticos estadounidenses que fueron liberados en 1981 tras permanecer como rehenes en Irán. Sin embargo, había una gran diferencia. Su escape fue una alegría sin paliativos, pero mis emociones eran contradictorias. Me alegré de ser liberado, por lo que estoy eternamente agradecido a Estados Unidos. Pero también me entristeció dejar mi querida patria.

Francisco Aguirre-Sacasa fue ministro de Relaciones Exteriores y embajador de Nicaragua en Estados Unidos. También fue director de Asuntos Exteriores del Banco Mundial, donde trabajó durante 28 años.

Aguirre-Sacasa
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