Juan Rulfo y el 'error' detrás del mejor escritor mexicano de todos los tiempos

Foto: El Universal
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Por Héctor Osoriolugo

De las muchas anécdotas del escritor Juan Rulfo destacan 2: una sencilla e inobjetable y otra que es hora que no se termina de aclarar. Veamos…

¡Lea esa vaina, carajo…!

La mejor anécdota de Rulfo no es de él. Es algo que le ocurrió a Gabriel García Márquez.

Es –además- el mejor estímulo para leer Pedro Páramo, partió del escritor Álvaro Mutis, y fue una orden.

Mutis, recién leída la novela, fue a compartir su hallazgo con Gabo. Subió corriendo las escaleras, llegó donde su paisano, le lanzó el libro y le gritó imperioso en caribe puro: “¡Lea esa vaina, carajo! ¡Para que aprenda, y no joda!”.

García Márquez obedeció, leyó de corrido y sin parar, y, terminando, leyó de nuevo por segunda vez, pero fue más allá: aprendió, letra por letra, el texto que lo acababa de cautivar.

“La obra de Juan Rulfo me dio, por fin, el camino que buscaba para continuar mis libros”, declararía, humilde, el nobel.

Pedro Páramo

Se dice que nuestro escritor no es el autor absoluto de su obra capital, que le echaron la mano. Esto ha dado lugar a una serie de anécdotas o a una sola finalmente, confusas y contradictorias, abonadas por el propio Rulfo, parte ya de su leyenda.

La versión menos sostenida es que al llegar el mecanoescrito al Fondo de Cultura Económica cayó y se revolvió. El tipógrafo de la editora, Alí Chumacero, hizo un acomodo a su manera del original –porque urgía- y así se publicó.

Otra versión, que permeó más, dice que Pedro Páramo fue una obra a tres manos, de Rulfo y sus allegados Antonio Alatorre y Juan José Arreola. Alatorre, quizá cuando ya era insostenible la versión, se deslindó, más tarde Arreola; a quien incluso una noche, de frente, le hicieron declarar con todas sus letras que él no había participado.

….Mas he aquí que cuando ya todo estaba allanado y los señalados como coautores manifestado que Rulfo es el autor absoluto, declara el escritor Huberto Batis: “Yo le pregunté eso a Rulfo y me dijo: ‘¡Me chingaron, hicieron lo que quisieron, cortaron, pegaron con engrudo las páginas como quisieron! ¡Ni yo entiendo lo que han hecho!’ Y le dije: ‘¿Quién hizo eso?’ Entonces me dijo: ‘Los cabrones de Carballo’, otro jalisciense aunque es de Michoacán, pero educado en Guadalajara, ‘Arreola, Alatorre y Chumacero’. Todos de su tierra, todos de su edad, todos amigos suyos” (!!!)

Es decir: nuestro narrador, creando, no solo una obra emblemática de la literatura universal, sino, juguetonamente, la leyenda del proceso creativo de la misma obra.

Foto: AP
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“No te preocupes, Juan”

Sabemos que siempre la crítica le causó pesar, aunque jugara con ella ya en la cúspide. Herminio Chávez Guerrero –autor guerrerense que lo precedió en la beca del Centro Mexicano de Escritores- platicaba la pena que causó a su colega una crítica que aplastaba a Pedro Páramo; y lo que tuvo que remontar para sacarlo de la congoja.

“No te preocupes, Juan”, decía Chávez, “no hagas caso”. Y el vulnerable Rulfo, inconsolable…

El tiempo estableció de qué lado estaba la razón.

Una de sus anécdotas en el cine

Una anécdota más fue cuando participó en una película singular, llena de curiosidades: En este pueblo no hay ladrones, primer trabajo de Alberto Isaac.

Para empezar, la historia no es de un escritor entre otros, la creó un joven apenas conocido en México: otra vez Gabriel García Márquez.

En la cinta, hecha de plano con los amigos de Isaac pero como actores, da la impresión, haciendo una clasificación sencilla, de que estos participaran por sus especialidades. Me explico…

Aparecen 2 famosos pintores; en ese tiempo, como todos los llamados, muy noveles: Leonora Carrington y José Luis Cuevas.

Vemos a 2 cartonistas de primerísima línea que hicieron época en el periodismo por su fiel interpretación del alma popular: Ernesto El Chango García Cabral y Abel Quezada; más otro afortunado cronista, pero en letras: Carlos Monsiváis.

Participan 2 futuros grandes directores: Alfonso Arau y Arturo Ripstein; más uno que ya lo era: Luis Buñuel.

Y, como una curiosidad de curiosidades, figuran 2 titanes de la literatura: García Márquez y Rulfo. Para desgracia nuestra y fortuna de él, pues era lo contrario de protagónico, la aparición de nuestro personaje es como muchas de las demás celebridades, efímera.

Apunte final

Quién sabe cuál de las grandes anécdotas de Rulfo sea la número uno. La de García Márquez, eso sí, es indiscutida. En cambio, acerca de la otra anécdota -sobre la autoría de Pedro Páramo- hasta el día de hoy siguen surgiendo quienes tienen algo que agregar, pese a los concienzudos esfuerzos aclaratorios de su Fundación. Acaso el enredo lo provocó el propio Rulfo, al salpicar de datos falsos el entorno de su creación.

Curiosidades

-Para poder filmar En este pueblo no hay ladrones, los actores aceptaron el llamado a la que sería la primera y última película de sus vidas, sin cobrar un solo centavo. Se antoja raro, dada la superlativa fama que alcanzaron algunos de ellos al paso de los años.

-“Ya sé: ¡usted es Juan Rulfo!”, le dije, luego de dudar por momentos, cuando lo descubrí en su librería favorita. Él me contestó categórico: “Yo no soy ese”… pero sí era.

-Durante su homenaje nacional, se veía a las claras que lo habían desprendido de su microcosmos para que se presentara allí. Al lado de un presidente López Portillo todo reflectores, caminaba Rulfo como queriendo –ahora sí- que se lo tragara la tierra. Por si no fuera notorio, se lo comenté a José Emilio Pacheco –a mi lado-, quien lo confirmó. “Se ve afligido”, me dijo.

Escribió Juan Rulfo

-Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”. Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre.

-El padre Rentería se revolcaba en su cama sin poder dormir:

“Todo esto que sucede es por mi culpa —se dijo—. El temor de ofender a quienes me sostienen. Porque ésta es la verdad; ellos me dan mi mantenimiento. De los pobres no consigo nada; las oraciones no llenan el estómago. Así ha sido hasta ahora. Y éstas son las consecuencias. Mi culpa. He traicionado a aquellos que me quieren y que me han dado su fe y me buscan para que yo interceda por ellos para con Dios. (…)

-Sólo yo entiendo lo lejos que está el cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas. Todo consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando Él lo disponga. O, si tú quieres, forzarlo a disponer antes de tiempo.

hectorosoriolugo2013@yahoo.com.mx