Poco ambiente festivalero y menos "fans" en un Viña del Mar en plena crisis

Viña del Mar (Chile), 27 feb (EFE).- El contexto social que vive Chile, con fuertes manifestaciones en las calles, ha impactado de lleno en el popular Festival de Viña del Mar, un evento que este año ha visto menguada su alegría habitual y hasta la llegada de "fans" a las puertas del hotel de las estrellas.

Ya se veía venir hace tiempo que la 61 edición del que es considerado el evento más grande de música latina del mundo sería diferente. En enero se anunció que no habría alfombra roja, y, en "señal de austeridad", también se decidió cancelar la gala de lanzamiento.

UN RELOJ QUE NO MARCA LA HORAS

"No hay el ambiente festivalero de otros años. Por ejemplo, acá, que tenemos el hotel enfrente... el año pasado estaba completamente lleno (de fans) con la llegada de los artistas, pero hoy no se ha visto nada de eso", cuenta a Efe Mauricio, un comerciante que vende al aire libre en una de las zonas más turísticas de la ciudad, a solo unos metros del hotel donde se alojan los cantantes.

Junto a su madre, que lleva 30 años vendiendo en el mismo lugar, atiende a los turistas junto al Reloj de Flores, uno de los emblemas de la ciudad, que según la tradición hace volver a quienes se fotografíen con él a sus espaldas.

Sin embargo, al reloj, construido en 1962, le faltan la manillas y no marca las horas.

"Todos los años está funcionando y hermoso y ahora no tiene nada", lamenta Verónica Salcedo, una turista de Santiago de Chile -ciudad ubicada a 120 kilómetros- que llegó junto a su familia para pasar unos días por la zona.

Fuentes de la Municipalidad informaron a Efe que en octubre pasado, cuando estallaron en todo Chile las movilizaciones sociales que desde entonces reclaman un cambio en el modelo socioeconómico en el país, para erradicar la desigualdad social, se decidió retirar las manecillas para resguardar su conservación.

MENOS FANS ANTE TANTAS ESTRELLAS

Esta edición lo tenía todo para ser la meca de las "fans", gracias principalmente al movimiento de caderas de Ricky Martin, el romanticismo de Pablo Alborán y al "sex symbol" de Adam Levine, vocalista de Maroon 5.

Pero a excepción de pequeños tumultos de seguidores a las puertas del hotel, tras las vallas de seguridad, nada reseñable.

Pablo César Ovalle Isasmendi, fotógrafo de la agencia Uno, encargada de tomar las imágenes oficiales del festival, así lo atestigua: "Creo que con todo lo que ha pasado en Chile no hay mucha gente que está contenta, otra sí... pero también hay un miedo en salir a la calle sobre todo en este festival".

ENTORNO MÁS "HOSTIL" PARA LA PRENSA

Tampoco dentro del hotel el ambiente varía demasiado, al menos en la zona donde pueden moverse los periodistas acreditados, este año menor número que en ediciones anteriores.

Menos conferencias de prensa de artistas y por lo general solo entrevistas cara a cara con los medios de comunicación oficiales del festival.

"Cada vez se le da menos espacio a la prensa que se acredita, lo cual nos impide hacer nuestra labor", lamenta Jorge Gutiérrez, un periodista ecuatoriano que lleva cubriendo el evento desde 2003.

Esas limitaciones para los medios de comunicación, sumadas al problema social que vive Chile, han hecho a su juicio perder "la alegría" que tradicionalmente se respiraba en el festival y los diversos actos paralelos.

"Con un ambiente tan hostil y tan duro es muy difícil de transmitir (emociones). Es algo que nunca había pasado. Es uno de los festivales más tristes para mí. De hecho creo que es el peor, pero hay muchos antecedentes que lo llevan a este nivel", asevera.

EL HISTÓRICO HOTEL, CERRADO

Del 23 al 28 de febrero, días de celebración del evento, la seguridad en torno a la Quinta Vergara, donde se ubica el anfiteatro al aire libre que acoge los conciertos, se ha visto reforzada para evitar que las protestas convocadas en su contra puedan afectar a los espectadores y los espectáculos.

Pero el domingo pasado, día inaugural, y en menor medida las jornadas venideras, se vivieron horas de furia en los alrededores, con fuertes enfrentamientos entre manifestantes -que exigen que se cancele el evento al considerar que la ciudad y el país tiene otras prioridades- y la policía.

Los disturbios llegaron al emblemático Hotel O'Higgins, hospedaje oficial de los artistas hasta mediados de la década del 2000, que debió echar el cierre, de forma indefinida, tras ser atacado por un grupo de encapuchados.

Esa situación llevó a aplazar un día el comienzo del concurso de la canción -no los conciertos de las estrellas internacionales-, por los inconvenientes de producción que ocasionó el ataque, y a cancelar la obertura artística del festival.

También la tensión en las calles ha forjado un inevitable miedo a pasear por el centro de la ciudad a partir de las 4 o 5 de la tarde, cuando en las cercanías a la Quinta Vergara comienzan las manifestaciones y se despliega la policía para reprimirlas, al considerarlas no autorizadas.

UN MARZO COMPLICADO

Tras dos meses de verano en los que la conflictividad de las calles ha disminuido, el festival era visto como el primer gran evento del año, de cara a un otoño que se espera complicado.

Marzo llega en plena campaña para el plebiscito del próximo 26 de abril, en el que los chilenos decidirán si reemplazan la Constitución promulgada en 1980 durante la dictadura militar.

"Los medios nacionales están más preocupados de lo que está pasando en la calle", remarca Isasmendi.

Tras una edición inusual, los ojos ya están puestos en el festival de 2021, en el que nadie puede prever si todo volverá a ser como antes o todo habrá cambiado para siempre.

Rodrigo García

(c) Agencia EFE