AMÉN: El Papa Francisco da una masterclass en comunicación.

AMÉN: El Papa Francisco da una masterclass en comunicación.

 

El pasado 5 de abril se estrenó en una plataforma de streaming el programa especial “AMÉN, Francisco responde”, que procura un encuentro entre el Sumo Pontífice y un grupo de diez jóvenes de distintas partes del mundo y del espectro ideológico.

 

Como era de esperarse, las opiniones han sido polarizadas. Aunque la respuesta en general ha sido positiva, diversos sectores sociales encuentran el programa complejo y hasta ofensivo. Propongo algunas ideas desde mi trinchera: la de un comunicador católico y profesor universitario. Conste: es solamente mi opinión.

 

𝟭. 𝗘𝗟 𝗣𝗥𝗢𝗚𝗥𝗔𝗠𝗔… ¿𝗗𝗢𝗖𝗨𝗠𝗘𝗡𝗧𝗔𝗟?

 

Me parece que el programa es un ejercicio de comunicación arriesgado. No es un documental, pues carece de valor objetivo y nunca pretende ser neutral.

 

El setting es, a mi parecer, una emboscada cuyo objetivo es, sobre todo, causar revuelo. Y lo ha logrado. Para ello, eligen a 10 jóvenes: un ateo, una migrante, un musulmán, una exmonja lesbiana, una persona no binaria, una pornógrafa, una abortista, un joven que dice haber sido abusado, una joven que ha sido bulleada y una -solamente una- católica practicante. Cada una de estas personas cuenta su historia y hace su pregunta.

En esta balanza cargada, los temas controversiales no tardan en aparecer. Se respira un aire de encerrona y el papa es despojado de toda su pompa y protocolo. Para una persona católica, esto puede resultar sumamente incómodo. No estamos acostumbrados a tratar ni a que traten al papa así. Lo interesante es que al papa, en cambio, parece no importarle. ¿Qué está pasando aquí?

 

𝟮. 𝗘𝗟 𝗣𝗔𝗣𝗔… ¿𝗣𝗢𝗥 𝗤𝗨𝗘́ 𝗟𝗢 𝗛𝗜𝗭𝗢?

 

¿Cómo es que el papa Francisco se presta para este juego? ¿Acaso el papa no tiene asesores que le prevengan sobre este tipo de cosas?

 

En este sentido, hay dos respuestas posibles.

 

  1. El papa no sabía a qué se metía y le han “visto la cara”, o

  2. El papa sabía exactamente a qué se metía, y hay otra estrategia más grande en juego.

 

En cualquier caso, sabemos que el papa no eligió ni vetó a ninguno de los participantes; no conoció ni censuró ninguna pregunta o tema de antemano; y aún después de grabado el programa, no pidió cortar un solo segundo.

 

En mi opinión, el papa entiende el juego y lo juega a la perfección, desarmando los ataques sin perder el piso ni la posición.

Lo que el papa hace es dar una clase maestra sobre empatía, escucha y evangelización en las periferias. Nos habla e impele directamente a los católicos para decirnos: así es como se trata a las personas que piensan diferente. No con juicios, ni condenas, ni burlas, sino con atención, con caridad, resistiendo al impulso a corregir, a humillar o a “ganar”.

Pareciera que para el papa, en ese momento, lo que importa no es la agenda mundial o la agenda de Disney; sino la persona que tiene enfrente en ese momento. El papa sabe que hay momentos para definir dogmas y establecer criterios; pero también que hay momentos para pedir perdón y escuchar.

 

Eso sí: cuando quieren forzarlo a decir cosas que no corresponden a la doctrina católica, el papa no cae en la trampa. Insiste -aunque a algunos participantes no les guste- que la vida se defiende desde la concepción, que la pornografía es mala y que el pecado es el pecado. Pero al mismo tiempo, escucha, sonríe y acoge, separando radicalmente al pecado del pecador.

 

𝟯. ¿𝗔𝗟𝗚𝗨𝗡𝗔 𝗖𝗢𝗡𝗖𝗟𝗨𝗦𝗜𝗢́𝗡?

 

Este programa prodiga temas para análisis y discusión que se irán desarrollando en su debido tiempo. Por ahora, propongo estas ideas para abrir el diálogo y la reflexión.

 

  1. Es un programa histórico, y nunca antes un papa había sido tan abierto y dispuesto en estos temas y estos foros. Sin duda, un antes y después en la figura del pontífice.

 

  1. No es una clase de catecismo o dogma. Me parece que el papa sabía a lo que iba y lo hace magistralmente, creando lazos antes de censurar o corregir.

 

  1. Es una extraordinaria clase en comunicación y evangelización en el mundo moderno desde el estilo del papa Francisco: humildad, empatía, cariño, paciencia; que incluye la comprensión aristotélica de la retórica: antes el ethos que el

 

  1. El mensaje central que el papa presenta es: la Iglesia tiene las puertas abiertas; no para justificar el pecado, sino para prodigar comprensión y perdón.

 

  1. En el mundo, la recepción ha sido muy positiva. ¿Puede la iglesia abrir sus puertas sin perder su doctrina? Ese es el reto.

Por último, salgo entendiendo y respetando más al papa Francisco. Es una emboscada, pero él la enfrenta. ¿Así lo hubiera hecho yo? Probablemente no. Pero quizás, entre muchas otras cosas, por eso no soy yo el papa.

Foto: Vincenzo Pinto / AFP
Foto: Vincenzo Pinto / AFP