Alfredo Triff, Aurevilly, el Dandismo y la redención de la aristocracia
El Dandismo, con influencia en la literatura, la estética y la filosofía, surgió a los finales del siglo XVIII, se expandió desde Inglaterra (cuna de la revolución industrial) hasta París, en las postrimerías de la revolución francesa.
Existen figuras míticas que dejaron una impronta entre sus contemporáneos, como símbolos emblemáticos de este movimiento; tal es el caso de George Bryan Brummell, más conocido como Beau Brummell (El bello brummell) amigo del príncipe regente Jorge IV, y árbitro de la moda en el Londres de su tiempo. Dicen que la nobleza, los poderosos y las mujeres lo veneraban, y al exilarse en Francia, por haber perdido los favores del Rey, influyó en el vestir parisino.
El reciente libro del escritor y ensayista cubano Alfredo Triff, Jules Barbey de Aurevilly, dandi entre los dandis (Editorial Casa Vacía 2024), exalta la vida del notable escritor y crítico francés, considerado un epígono del dandismo. El cuaderno se inicia con el día de su muerte, después de una detallada descripción del andamiaje y el entorno del cadáver, que ya enmarca la figura de Aurevilly, con una notoriedad de dandi que llevó hasta su tumba. El autor hace un paneo por la época en el siguiente capítulo, el mundo intelectual y cultural, así como las tendencias literarias y sociales del tiempo en que le tocó vivir a quien llama: “El mito Aurevilly”.
Los epigramas son sabiamente escogidos, aquellos que marcaron la tendencia que se imponía entre los lectores. Se alude a la estética de Théophile Gautier cuando en su prefacio a Madeimoselle de Maupin señalaría: “Nada de lo que resulta hermoso es indispensable para la vida, si suprimiésemos las flores, el mundo no sufriría. ¿Quién desearía, no obstante, que ya no hubiese flores?”
Se evoca a las “animosas reuniones de artistas y escritores en la Rue de Poyenné, frecuentada por poetas como Gerard de Nerval, o críticos como Sainte-Beave…” También se habla de París, como centro musical de Europa, con Berlioz, Chopín y Liszt, que compartían además de su genialidad, maneras típicas del dandi.
Barbey se destaca como un crítico implacable, y a su vez de gran agudeza. La misma persona que se refiere a Victor Hugo como un “imbécil con genio”, reconoce la grandeza de Balzac, Poe, De Maistre, Stendhal y Baudelaire, mucho antes de que fueran apreciados por el gran público. El autor hace un bosquejo en profundidades del dandi, más allá de la figura de Aurevilly, abarca la estética en el vestir, la influencia del poeta romántico Lord Byron, con sus cabellos largos y su capa, de color negro, diciendo Balzac que “estaban de luto”, y Baudelaire que “el traje negro tiene a la belleza poética propia de los tiempos”.
Alfredo Triff describe al dandi de un gran repudio por lo utilitario del capital, ejemplificando el amor por el derroche, como una búsqueda de la autosuficiencia. Balzac acudiría a Madame Hanska para que pagara sus deudas, y Baudelaire dilapidó en un santiamén la mitad de la herencia de su padre.
El cuaderno de Triff concluye con la audacia de un drama, donde varios dandis se reúnen junto a Barbey D’ Aurevilly, contertulios que juzgan, critican y halagan las obras del momento, desde las literarias, hasta la música. Parlamentos con los que da vida a Emile Deschamps, poeta del cenáculo, Petrus Borel, poeta y eremita, y Prosper Merimee, novelista y miembro de la academia, junto al notorio crítico Augustín Sainte Beave, columnista por la Constitucional y Revue.
El autor no se ata a un género literario, con su libro sobre Aurevilly, y lo que comienza como una novela, continúa como un ensayo, para concluir con la dramaturgia. No es un libro para quienes buscan una lectura convencional, tampoco lo es para principiantes, y requiere para su disfrute pleno, de un conocimiento integro de autores y del tema, como ejercicio previo.
Como toda obra de arte, cuando es valedera, no solo es disfrutable en el plano del gusto estético, si no que renueva y estimula un pensamiento propio.
La revolución francesa, al convertir a la monarquía en algo ilegítimo, también lanzó al traste a la aristocracia, demonizando todo comportamiento estético y sus valores morales inherentes.
La revolución les dio poder a los llamados “Sans Culottes” (Sin calzones o desarrapados) Pienso que toda revolución que rompa el desarrollo paulatino de la sociedad, al igual que un brusco trauma en la adolescencia o en la niñez, crea una neurosis, que deja resquicios con ciertas patologías mentales.
Las revoluciones que no son graduales, y nacidas del desarrollo y crecimiento paulatino, al romper esa lógica, son antinatura, y por ende, nocivas. El “reino del terror”, fue un claro ejemplo de que es más saludable la evolución que la revolución. Los dandis fueron el resultado de esa rebeldía que no borró de raíz todo lo positivo de la aristocracia, ellos salvaron las buenas costumbres, las formas, el amor por la cultura y el saber. No es de extrañar entonces que algunos de los prominentes dandis en las primeras tres décadas del siglo XIX, vinieran de familias aristócratas, aunque también abrazaban cierta sobriedad y modernidad, llegada de la Inglaterra de la revolución industrial.
El dandismo podría verse como lo que sobrevivió de la realeza, depurada por la ilustración y la modernidad, que trajo consigo la revolución industrial y el nacimiento de la burguesía. El Dandismo sería entonces, en el decir de Baudelaire “...el último destello de heroísmo en la decadencia”. Llegaría hasta nuestros días, como la aristocracia del espíritu.