Alerta en el Mar Argentino: un impresionante enjambre de pesqueros sin regulación amenaza a especies marinas
Un ruido de turbinas anuncia el inminente despegue. El cielo, en llamas, amenaza con oscurecer pronto, y la negrura de una noche de luna menguante no tarda en aparecer. Una hora y media más tarde la luz vuelve furiosa, aunque no por acción del sol: cientos de buques poteros de bandera extranjera pescan en la zona adyacente a la milla 200 de la Zona Económica Exclusiva Argentina (ZEEA) –en la que el país es soberano en relación con la exploración y el uso de los recursos marinos– a la altura de Comodoro Rivadavia, Chubut.
Frente al Golfo de San Jorge, se encuentra el Agujero Azul, una región de gran biodiversidad que es fuente de alimentación de diversas especies que habitan el Mar Argentino. Allí está el codiciado calamar Illex argentinus que, además de tener un atractivo comercial en todo el mundo, es una especie migratoria y por ello no siempre se encuentra dentro de aguas nacionales.
La nubosidad de la noche convierte a los barcos repletos de lámparas en brumosas luciérnagas gigantescas. El piloto da vueltas, baja varios metros de altura de vuelo y rompe las nubes para poder visualizar los hechos con claridad. Quiere que no haya dudas.
Una voz se escucha por el altoparlante del Boeing 787 de la ONG Solidaire: “Damas y caballeros, buenas tardes, les habla el capitán, mi nombre es Enrique Piñeyro y les voy a dar información importante: el catering es de Anchoita [el nombre de su restaurante]”.
Cineasta, médico, emprendedor gastronómico, piloto, activista por los derechos humanos y actor. Piñeyro es multifacético y enigmático. Habla despacio, en un tono que raya lo inaudible, aunque se hace escuchar.
“A la derecha podrán ver todos los buques en actividad dentro de las 200 millas argentinas”, indica el piloto. Las lucecitas de los barcos se multiplican a medida que el avión avanza y deja atrás bancos de nubes.
Si bien el conteo exacto de barcos dentro de la ZEEA se hará una vez el avión haya aterrizado, Piñeyro especifica que durante un vuelo similar realizado durante abril de 2021, de las 500 embarcaciones avistadas, solo 170 tenían prendido el Sistema de Identificación Automática (AIS), que permite a los buques comunicar su posición y hacerse visibles. “Es la zona de mayor apagado de AIS en el mundo”, repite el capitán.
“Es un problema de la humanidad”, enfatiza Piñeyro sobre la pesca depredatoria, y precisa que la razón por la que organiza, costea y pilotea estos vuelos es para que el margen de incertidumbre sea cero. “Estos vuelos hacen que deje de ser una cuestión de opinión. Pone en contexto y es un principio de solución. Hasta ahora nadie parece hacerse cargo del problema. Al menos esto es el puntapié para plantearnos qué nos falta y qué podemos hacer para solucionarlo”, subraya.
¿Es pesca ilegal?
Ante la falta de una organización regional de ordenación pesquera en el espacio marítimo limítrofe a la ZEEA, las actividades que realizan los buques extranjeros por fuera de la milla 200 no cumplen con los aspectos de la definición de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (Indnr) establecida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y, por ello, no son consideradas ilegales. La pesca ilegal, entonces, se determina cuando los buques de flota extranjera ingresan a capturar especies, y no solo navegar, a nuestra zona económica sin autorización.
Si bien la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar) introduce disposiciones relativas a la conservación de los recursos vivos del mar y delimita la jurisdicción de los espacios marítimos, la falta de una regulación regional implica que no haya determinaciones sobre cuotas de capturas y vedas de pesca por fuera de la milla 200 y eso supone un problema: la sostenibilidad de las especies marinas.
“Desde el momento en que, fuera de la ZEEA, estas actividades pesqueras están desreguladas, deben ser consideradas depredatorias. Producen daños ecosistémicos y ambientales de magnitud desconocida”, remarcan la doctora Marcela Ivanovic, jefa de Pesquerías de Cefalópodos; la doctora Claudia Carozza, directora nacional de Investigación; y el director de Pesquerías de Invertebrados y Ambiente Marino, el doctor Gustavo Álvarez Colombo del Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (Inidep).
“Los países del Atlántico Sudoccidental deben tomar conciencia de la gravedad de la situación y del peligro real para el ecosistema regional y adopten, Uruguay, Brasil y Argentina, una forma de cooperación regional para regular los espacios marítimos internacionales adyacentes a sus zonas económicas exclusivas bajo figuras de ordenamiento que no afecten el reclamo de soberanía de la Argentina sobre las Islas [Malvinas].”, explica a LA NACION Juan Redini, armador del buque potero “Villarino” -una de las 73 embarcaciones que componen la flota nacional- y presidente de la Cámara de Armadores de Poteros Argentinos (CAPA).
Una oportunidad de controlar la sobrepesca y de preservar los recursos de los mares se abrió a principio de mes, con la celebración del tratado Global de los Océanos, un acuerdo histórico tras 10 años de negociaciones, por el que se pretende convertir el 30% de los océanos en zonas protegidas para 2030, con el objetivo de salvaguardar y recuperar la naturaleza marina.
Sin embargo, Flavia Broffoni, activista ambiental y cofundadora de XR (Extinction Rebellion), se muestra escéptica ante este nuevo tratado internacional. “No hay forma de que se regule la pesca en alta mar en tanto no haya un control. Lo que más me interesa como activista es ver cómo estamos tomando parte en los grandes conflictos ambientales. La pregunta es, ¿cómo tensionar esa voluntad política que no llega? Ya no negociamos más, debemos pasar a la desobediencia civil pacífica contra la crisis climática”, enfatiza.
El Illex Argentinus
Estos cefalópodos tienen un ciclo de vida de aproximadamente 1 año. Pasados los 8 meses, y luego de que las concentraciones reproductivas produzcan el desove dentro de aguas nacionales, se desplazan en sentido de la corriente marina dirigiéndose hacia el talud continental. En general, el cardumen sobrepasa el límite exterior de la ZEEA donde barcos de bandera extranjera capturan esta especie migratoria. Las mayores concentraciones de esta flota, se producen entre los meses de febrero a abril, con registros de casi 500 buques pesqueros extranjeros en operaciones.
“Las flotas pesqueras -en su mayoría de bandera china y en menor medida españolas, taiwanesas y coreanas- llegan del Océano Pacífico para cruzar al Atlántico a través del Estrecho de Magallanes en busca de calamar, merluza y otras especies ictícolas. Se trata, casi en su totalidad, de buques poteros, aunque también se detectan barcos arrastreros y palangreros de diferentes nacionalidades”, detalla a LA NACION el Prefecto Mayor Alfredo Oscar Panozzo, jefe del Servicio de Tráfico Marítimo de la Prefectura Naval Argentina (PNA).
Los buques poteros realizan sus actividades extractivas durante la noche. Con máquinas automáticas, pescan por medio de líneas de tanzas y potas (señuelos), especialmente diseñadas sobre la base del comportamiento de los calamares.
La poderosa iluminación de las lámparas ubicadas sobre la cubierta del barco hace que el cardumen de calamar se concentre durante la noche debajo del casco del buque, lo que facilita su captura. “Se trata del arte de pesca más selectivo, dado que solo se puede pescar calamar, y no otras especies”, precisa Panozzo.
¿Cómo se patrulla la ZEEA?
La PNA posee cinco embarcaciones con las que se realiza el control de la actividad pesquera dentro de las 200 millas y su zona adyacente en los aproximadamente 700 kilómetros del litoral marítimo (Buenos Aires, Mar del Plata, Bahía Blanca y Puerto Madryn). Una guardia que funciona las 24 horas y los 365 días del año patrulla la zona de manera alternada por dos semanas.
El patrullaje marítimo se complementa con un sistema integral de vigilancia electrónica denominado Sistema Guardacostas, aplicado al control y vigilancia del mar. Este Sistema de Información Geográfica (GIS) permite la detección y seguimiento de los buques en los diferentes espacios marítimos, incluso de aquéllos que apagan sus AIS para no ser detectados.
“Tenemos más infracciones de buques argentinos que de extranjeros. Las infracciones de los buques argentinos son por navegar o pescar en zona de veda, o por excederse en los cupos de captura -detalló Panozzo-. A lo largo de 4 años, hubo 450 infracciones de buques argentinos y solo tres de buques extranjeros, de los que fueron capturados dos de nacionalidad china y uno portugués”.
Perjuicios para la industria nacional
Según cifras del Consejo Federal Pesquero (CFP), organismo encargado de definir la política pesquera del país y el principal regulador de la actividad pesquera marítima a nivel nacional, la industria pesquera es el octavo complejo exportador que mayor cantidad de divisas genera en el país. Entre el 93% y el 97% de los productos pesqueros que se desembarcan en puertos argentinos son destinados a los mercados internacionales.
En diálogo con LA NACION, Juan Redini no duda en identificar lo que, para él, es el principal perjuicio de que flotas extranjeras pesquen en el límite de la milla 201: la competencia desleal.
“Nos cuesta el 100% más tener el barco en el mar. Pagamos impuestos y no tenemos el combustible subsidiado. La flota china tiene subsidios en el combustible, paga salarios de US$100 mensuales y no descarga en puertos, sino que transborda la carga en alta mar a barcos frigoríficos. Para nosotros, cada descarga de la bodega implica US$170.000 y pagamos salarios bajo convenio colectivo. No hay manera de competir con los costos de esa flota”, enfatiza Redini.
El mercado en donde operan, además, es el mismo. Tanto la flota china como la nacional venden su producto, con mayor o menor nivel de procesamiento, a Japón, China, la Unión Europea y Estados Unidos. Por eso, el armador del buque “Villarino”, repite: “Nuestro negocio no depende de nosotros, sino de lo que pescan otros con nuestro recurso”.
Y explica: “Entre 2014 y 2015 se capturó 1.000.000 de toneladas de Calamar. 300.000 toneladas por buques argentinos, y 700.000 de extranjeros, por fuera de la ZEEA. Por eso, muchos se fundieron, dado que el precio del calamar descendió abruptamente”.