Un alcalde ucraniano desapareció, pero no las preguntas sobre su lealtad

Natalia Havrilenko afuera de una habitación donde, dijo, los soldados rusos interrogaban a los prisioneros de Jersón, Ucrania, el 16 de febrero de 2023. (Ivor Prickett/The New York Times)
Natalia Havrilenko afuera de una habitación donde, dijo, los soldados rusos interrogaban a los prisioneros de Jersón, Ucrania, el 16 de febrero de 2023. (Ivor Prickett/The New York Times)

JERSÓN, Ucrania— La cárcel cercana al río Dniéper donde los rusos encarcelaron y torturaron a cientos de ucranianos ya está vacía. Muchos de sus presos fueron liberados cuando el Ejército ucraniano liberó la ciudad hace más de tres meses.

Pero un prisionero importante sigue desaparecido: Ihor Kolykhaev, quien era alcalde de la ciudad.

El alcalde, quien se negó a huir y durante un tiempo permaneció en el cargo después de que los soldados rusos invadieron Jersón, fue detenido en junio y confinado en solitario. En otoño, a medida que las fuerzas ucranianas avanzaban sobre la ciudad, los carceleros de Kolykhaev lo trasladaron al interior del territorio controlado por Rusia, según los testigos.

Desde entonces, no se supo más de él.

La desaparición ha agravado las dudas en torno a Kolykhaev y el papel que intentó desempeñar. Aunque se negó a reconocer la autoridad de los rusos o a jurarles lealtad, permaneció en su despacho, trabajando para mantener las luces encendidas y los autobuses en funcionamiento. La decisión contribuyó a garantizar una ciudad habitable, pero también facilitó a las fuerzas rusas la creación de un gobierno de ocupación.

Muchos habitantes de la ciudad consideran al exalcalde, de 52 años, un héroe por haber permanecido en su puesto incluso cuando gran parte de la clase política y de seguridad huyó en los primeros días de la guerra.

Exterior del despacho del exalcalde de Jersón, Ihor Kolykhaev, en Jersón, Ucrania, el 16 de febrero de 2023. (Ivor Prickett/The New York Times)
Exterior del despacho del exalcalde de Jersón, Ihor Kolykhaev, en Jersón, Ucrania, el 16 de febrero de 2023. (Ivor Prickett/The New York Times)

Pero otros albergan sospechas sobre la lealtad del alcalde que ni siquiera su detención y encarcelamiento han disipado.

Las opiniones encontradas sobre Kolykhaev ponen de manifiesto cuán difícil es evaluar la lealtad en una Ucrania en guerra, sobre todo en los territorios ocupados.

Cuando los rusos tienen el control, lo que se considera traición suele ser confuso. No tiene por qué ser algo tan grave como ser cómplice de los militares rusos. Profesores y policías que no hicieron más que seguir yendo a trabajar han sufrido el desprecio de los que huyeron y, en algunos casos, fueron detenidos tras la liberación.

“Hay muchas habladurías y filtraciones que afirman que era un traidor, que entregó la ciudad”, comentó Dmitry Poddubnyi, miembro del Ayuntamiento de Jersón, que permaneció al lado del alcalde hasta su detención. “Pasamos mucho tiempo con él. Dormíamos todos juntos en el edificio del ayuntamiento. Todos los días estábamos juntos y nunca vi nada así”, aseveró.

El fiscal del Jersón inició una investigación penal sobre la desaparición del alcalde, pero dijo en una entrevista que no tenía información sobre su paradero. La falta de avances ha indignado al hijo de Kolykhaev, Svyatoslav, quien declaró que comenzó a investigar por su cuenta y que interrogó a 20 personas que vieron a su padre durante su encarcelamiento. Pero no ha encontrado más que rumores.

“Tengo información de que enfermó. Por el momento, la verdad, no sé nada más”, dijo.

Sus partidarios dicen que Kolykhaev nunca tuvo intención de colaborar con los invasores. Días después del inicio de la ocupación, comandos fuertemente armados se presentaron en su despacho del tercer piso y le exigieron que se rindiera. Los militares rusos ya controlaban la ciudad en la práctica y una negativa podría haber supuesto la detención, el encarcelamiento o algo peor.

El alcalde se negó, según su guardaespaldas, quien estaba presente.

El alcalde “les dijo: ‘No puedo hacer eso porque soy ciudadano ucraniano, porque el pueblo me eligió y no voy a abandonarlo’”, afirmó el guardaespaldas, quien habló bajo condición de anonimato por temor a represalias por su propia actuación durante la ocupación.

La razón por la que las fuerzas rusas le permitieron permanecer en su puesto sigue siendo un misterio, pero se trataba de un acuerdo incómodo.

Al principio, las fuerzas rusas parecían contentas de tenerlo al mando, ya que los liberaba de la responsabilidad de dirigir la ciudad mientras se dedicaban a construir un gobierno de ocupación. A cambio, el alcalde se abstuvo de hacer críticas o de manifestar su apoyo a las grandes protestas contra la ocupación que estallaron en las primeras semanas.

Pero se negó a reconocer la autoridad de los rusos. Rechazó varios intentos de los comandantes rusos, a veces a punta de pistola, de obligarlo a cambiar de bando, según personas que estuvieron con él durante la ocupación. Y se aseguró de que la bandera ucraniana siguiera ondeando sobre el edificio del ayuntamiento mientras él seguía trabajando allí.

En sus frecuentes publicaciones de Facebook, que escribía en ruso, el idioma predominante en Jersón, intentaba levantar el ánimo de los habitantes de la ciudad y a menudo se despedía con la frase “Jersón es Ucrania”, acompañada de un emoji de una bandera ucraniana

“No soy soldado”, escribió el alcalde en una publicación de Facebook en junio. “Mi tarea es conservar nuestro hogar común y mantener nuestra ciudad en las condiciones adecuadas”.

Esta postura le valió críticas, entre ellas la del exgobernador de la región de Jersón, Hennadiy Lahuta, que huyó de esa ciudad desde el segundo día de la guerra. En una larga entrevista concedida en junio al medio de comunicación ucraniano Glavkom, Lahuta declaró que él también le había aconsejado a Kolykhaev que se marchara.

“El 25 de febrero, Kolykhaev tuvo la certeza de que el enemigo entraría en Jersón”, dijo Lahuta. “Independientemente de su cargo electo y de sus negocios, debería haber abandonado la ciudad, porque no existe una existencia paralela entre el ocupante y el gobierno ucraniano. Esas líneas acabarán cruzándose”.

Ese punto de vista, compartido por otros que huyeron de Jersón, contribuyó a poner en duda la lealtad de Kolykhaev, que sigue en entredicho.

Kolykhaev rechazó las críticas de los ajenos, a los que acusó de no comprender la realidad de la vida bajo la ocupación.

“A diferencia de quienes solo prestan sus servicios al país a través de las pantallas de televisión, yo estoy presente en la ciudad, soy responsable de su funcionamiento y de la seguridad de quienes viven en ella”, escribió en una publicación de Facebook. “Los habitantes de la ciudad son los únicos que pueden juzgarme a mí y a mis actos”.

Entre los más fieles seguidores del alcalde se encuentran los que más sufrieron durante la ocupación.

Andriy Andryushchenko, de 28 años, era director de un club nocturno antes de la ocupación y ayudó a formar un grupo de resistencia clandestino. Dice que fue detenido durante el verano y torturado durante 47 días en la misma prisión donde estuvo Kolykhaev. Los guardias rusos le arrancaron la mitad de los dientes y le dieron descargas eléctricas con cables conectados a los genitales. A él y a sus compañeros les daban una taza de macarrones y un vaso de agua al día.

En la actualidad, Andryushchenko es miembro del gobierno militar de Jersón y supervisa la distribución de ayuda humanitaria. Dijo que conocía al alcalde desde hacía años.

“No creo que sea un traidor”, dijo acerca del alcalde. “Apoyó a la ciudad y no renunció a ella. Por supuesto, tuvo que estar en contacto con ellos, pero a punta de pistola”.

Ni todos los esfuerzos conciliadores del alcalde lo salvaron de la cárcel. En abril, los mandos militares rusos lo expulsaron a él y a su equipo del edificio del ayuntamiento e instalaron a un alcalde títere, mientras Kolykhaev seguía trabajando desde otro lugar. En junio, el FSB, el servicio de inteligencia nacional ruso, detuvo a Kolykhaev y a su guardaespaldas y los metió en una cárcel para presos políticos. Su guardaespaldas fue puesto en libertad meses después.

c.2023 The New York Times Company