El alcalde Suárez se ha enriquecido ayudando a los que tienen plata en Miami | Opinión

El alcalde de Miami, Francis Suárez, renunció esta semana a su ridícula candidatura presidencial, convirtiéndose en el primer candidato que abandona la contienda por la nominación del Partido Republicano.

Era de esperarse el final de su poco memorable contienda de 76 días.

Solo la Biblioteca Presidencial Ronald Reagan de California, desde donde el cubanoamericano Suárez lanzó su campaña con el discurso “A Time for Choosing”, lo tomó en serio.

Sin embargo, evocar al fantasma de Reagan, uno de los favoritos de los años 80 en Miami-Dade, no le ayudó a ganar adeptos ni a recaudar suficientes fondos de campaña entre la insurrecta multitud republicana actual.

Así que hay un hombre de la Florida fuera de la contienda y dos que permanecen en los primeros puestos: Donald Trump, encausado y fichado, y el gobernador Ron DeSantis, su discípulo político más rebelde.

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Hola, investigación

La salida del alcalde de la contienda vino con un regalo para los contribuyentes y electores de Miami: la transparencia sobre cómo el alcalde gana sus salarios extra y, finalmente, una sólida lista de los clientes de consultoría que le plantean posibles conflictos de intereses.

El FBI está investigando sus lucrativos empleos paralelos.

Durante años Suárez no reveló los detalles de todos sus ingresos aparte del Ayuntamiento, lo que puede no ser un requisito electoral local o estatal, pero es asunto público y debería ser una preocupación ética para los que aspiran a puestos públicos.

Por suerte para nosotros, el día antes de declarar públicamente que abandonaba su campaña, Suárez se vio obligado a presentar ante la Comisión Federal de Elecciones unos formularios en los que revelaba sus múltiples fuentes de ingresos, tal y como exige la Ley Federal de Campañas Electorales.

El rastro documental muestra porqué ha estado ocultando la naturaleza de sus trabajos de consultoría: Sus empleos privados pagaban bien el acceso al poder.

Suárez, de 45 años, ha estado ganando millones de dólares de las mismas industrias que promueve como alcalde de Miami.

Sus ganancias superan con creces los $170,000 que al parecer le pagó un urbanizador, según una investigación del Miami Herald, para impulsar su proyecto en el Ayuntamiento, y lo que atrajo al FBI hacia él.

Suárez, abogado y ejecutivo de capital privado, no pasaba trabajo para ganarse la vida cuando se convirtió en alcalde en 2017, y comenzó a ganar también un salario de $126,000 como alcalde a tiempo parcial.

Pero, en los últimos 20 meses los ingresos de Suárez —su salario de alcalde más 15 trabajos de consultoría o “arreglos”, como el Herald llamó a relaciones por las cuales le pagan— le representaron entre $2.1 y $12.9 millones de ganancias, según muestran los formularios de divulgación.

Es dueño de propiedades de inversión y de un yate de $235,000, según la revista Fortune y el Herald.

Ahora Suárez es todo un millonario cuyo estilo de vida VIP también está subvencionado por otros, de lo que no ha informado anteriormente.

Su patrimonio neto se disparó a los $3.4 millones en 2022, el año siguiente a su reelección para un segundo mandato como alcalde de Miami. Fue el segundo año consecutivo que Suárez duplicó su patrimonio neto, y ahora sabemos cómo.

Su Sueño Americano

Suárez podría llamar a su riqueza el Sueño Americano hecho realidad.

En su discurso de lanzamiento de campaña, hizo referencias a que ese deseo era para todos los estadounidenses. Pero le faltó decirles que los poderes de alcalde son unos cómodos cordones que estira para alzarse.

No es simplemente otro consultor que usa sus conocimientos para ayudar a un cliente. Es una persona con contactos y con el poder de influir en los burócratas del Ayuntamiento para que aprueben o rechacen, impulsen o paralicen un proyecto, un permiso, lo que sea.

Enriquecerse con un cargo público es exactamente lo que vuelve cínicos a los electores y les hace huir de la política.

Y hablando de beneficiarse de la política, ¿no es eso de lo que despotrican los republicanos en el caso del presidente Biden, su hijo Hunter y su infame computadora?

¿En qué estaba pensando Suárez cuando aceptó trabajos que entran en conflicto con su cargo público?

¿No consideró, cuando lanzó su candidatura presidencial, que sería sometido a un escrutinio aún más profundo? Una jugada bastante estúpida en una ciudad que se nutre de las noticias de “Radio Bemba”, del boca a boca y que aún cuenta, afortunadamente, con periodistas de investigación.

Pero quién sabe lo que tiene en mente el alcalde. No está hablando con el Miami Herald en estos días.

Lo más probable es que Suárez no calculó más allá de la publicidad nacional que le daría su aspiración presidencial por remota que fuera. ¿Algún tipo de súperpoder adicional? ¿Nuevos mercados para trabajar en su negocio de consultoría?

No es un Vivek

Pero bueno, al menos Miami puede presumir de que Suárez no es tan insensible como Vivek Ramaswamy, el joven biotecnólogo y todavía aspirante del Partido Republicano.

Hizo sus millones comprando patentes baratas desechadas que desarrolló, como un medicamento contra el Alzheimer que no funcionó. Su empresa, que cotizaba en bolsa, se hundió con el fracaso del fármaco y los inversionistas perdieron su dinero, pero el astuto Ramaswamy ya había obtenido beneficios multimillonarios.

No, no el alcalde Suárez. Él no vendería a los viejitos de Estados Unidos la falsa esperanza de la salud, solo las falsas narrativas republicanas sobre comunistas que vienen por ellos.

Uff.

La falta de una plataforma creíble de Suárez hizo que su postulación presidencial, aunque solo fuera para elevar su perfil, resultara cansada y rancia.

No tenía una idea nueva. Y su idilio con las criptomonedas, antaño una novedad, no cuenta.

El título y el apodo de “criptoalcalde de Estados Unidos” y “Bitcoin Suárez” quizá funcionen con los colegas, pero no lo convierten en un toro de lidia en la política nacional.

Y, desde luego, no anula el hecho de que los estadounidenses, quizá más xenófobos que nunca —la piedra angular del trumpismo— están lejos de considerar seriamente a un candidato hispano y, mucho menos, a uno que enfrenta la perspectiva de una investigación por corrupción.