Agricultores de Valle Central de California esperan a que Trump abra el grifo

En las semanas previas a la investidura, Yahoo News visitó poblados y ciudades por todo el país, para hablar con los votantes que habían apoyado a Donald Trump en la elección. Mientras emergía la forma que tomará su Administración, le preguntamos a los electores si estaban contentos con su elección y si sentían optimismo por el futuro. Aquí están algunos de nuestros descubrimientos:

BAKERSFIELD, California. – La gente a menudo dice que, en California, los republicanos son como una especie en peligro de extinción, pero en Bakersfield no parece ser así.

En un estado predominantemente azul, donde alrededor de dos terceras partes de los electores apoyaron a Hillary Clinton en noviembre, el Condado de Kern se mantuvo decididamente rojo, con lo que reafirmó su estatus como uno de los últimos bastiones republicanos en una California cada vez más liberal. Es una zona que se parece más a Texas que a un lugar situado entre Hollywood y el Valle del Silicio. Su paisaje está dominado por extensos yacimientos de petróleo y fértiles tierras de cultivo que, junto con los condados vecinos del Valle Central de California, suplen gran parte del suministro de alimentos de la nación.

Ahí, Donald Trump derrotó a Clinton por 16 puntos porcentuales –una victoria que no sorprendió a nadie. Pero a diferencia de otras regiones del país donde los partidarios de Trump se muestran ávidos por que asuma la presidencia y comience a implementar sus promesas de campaña, algunos admiten que aún no están seguros sobre lo que podría significar una Administración Trump para ellos.

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“En general, me siento muy esperanzado”, dijo Greg Wegis, un agricultor de cuarta generación en el Condado de Kent, quien votó por Trump. “Pero también hay cosas que me ponen un poco nervioso”.

Al salir del quinto año consecutivo de una sequía severa que ha agotado ríos y consumido presas a niveles sin precedentes, Wegis y otros agricultores ven a Trump como un aliado potencial en sus esfuerzos para revertir regulaciones estatales y federales que, dicen, han limitado su acceso a la poca agua disponible en California.

La batalla por el agua de California se remonta décadas y trazó líneas de combate entre agricultores y ambientalistas, y las grandes ciudades contra las pequeñas. (“El whiskey es para beber y el agua para pelear”, ha bromeado ahí la gente). Es una complicada guerra de políticas que han intentado evitar muchos políticos nacionales, entre ellos el Presidente Barack Obama. Durante un viaje a la región en el 2013, Obama ofreció ayuda económica para la sequía, pero prometió no inmiscuirse en el debate sobre el agua. “Quiero salir vivo”, declaró.

Pero cuando Trump hizo campaña en la cercana ciudad de Fresno el verano pasado, el multimillonario neoyorquino se sumergió de cabeza en la disputa. Al llamar “tan demente” el problema del agua, Trump declaró falsamente que no había una sequía natural, sino más bien una falta de agua causada sobre todo por el exceso de regulaciones y leyes ambientales. Los agricultores sostienen que son problemas coexistentes que los han obligado a paralizar la producción de millones de hectáreas de tierra en años recientes debido a que no podían darse el lujo de regar sus cultivos.

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“Es tan ridículo”, dijo Trump sobre el tema, mientras prometía que iba a “arreglarlo”. “Créanme, vamos a comenzar a abrir el agua, para que sus agricultores puedan sobrevivir”, dijo. “Vamos a hacerlo rápido. Ni siquiera piensen en ello. Eso es algo fácil”.

Wegis, cuya familia cultiva varias hectáreas de almendras, dátiles y frutas en el Condado de Kern, se muestra escéptico de que Trump pueda resolver por sí mismo el problema. Pero le da más esperanzas que funcionarios de elección popular que parecían poco dispuestos a siquiera abordar el tema debido a las arriesgadas políticas involucradas.

Pero Wegis se muestra menos confiado de la forma en que Trump podría manejar otra cuestión importante que preocupa a la región: la reforma migratoria. El magnate inmobiliario convirtió a las medidas severas contra inmigrantes ilegales y la construcción de un “muro grande y hermoso” en el tema central de su improbable campaña por la presidencia. Pero los agricultores de esta zona dependen enormemente de los trabajadores migrantes, muchos de ellos indocumentados, para que trabajen los campos y cosechen sus cultivos.

Muchos en la zona quieren un programa que permita que jornaleros agrícolas migrantes reciban permisos de trabajo –aunque Trump ha desestimado antes los llamados a favor de un programa de ese tipo, al insistir que todos los inmigrantes ilegales deberían regresar a su país de origen antes de volver a solicitar un permiso de trabajo en Estados Unidos.

Wegis sugirió que eso sería “desastroso” para la industria agrícola en California, que depende enormemente de la mano de obra migrante en parte porque los estadounidenses simplemente no quieren esos empleos. Sugirió un sistema en el que los jornaleros se registren en un sistema para recibir una tarjeta. Si alguien tiene antecedentes penales, no podría trabajar o sería enviado de regreso a su país de origen.

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Hay un atisbo de esperanza para la gente del lugar: en otoño pasado, durante un evento privado de recaudación de fondos en el cercano Condado de Tulare, Trump pasó parte del tiempo interrogando agricultores sobre cómo podría funcionar un sistema de permisos. “Espero que, debido a que es empresario, sea práctico y vea nuestras motivaciones”, dijo Wegis. “Necesitamos a esta gente”

Por todo el poblado, otros tienen listas de deseos más generales para el presidente entrante, que incluyen esperanzas de recortes fiscales y la creación de nuevos empleos. Aunque les gustan las ideas de Trump sobre restructurar tratos comerciales para que sean más favorables para Estados Unidos, a algunos les preocupa que pueda iniciar una guerra comercial que podría ser potencialmente perjudicial para la industria agrícola, que depende en gran medida de la exportación de alimentos al extranjero, con productos como la almendra –uno de los cultivos principales en la zona.

En Mossman’s, una vieja cafetería dentro de un boliche en el centro de Bakersfield, un grupo de veteranos nonagenarios, que se reúnen una vez al mes para desayunar, se rehusó inicialmente a responder las preguntas de una reportera sobre Trump, porque habían establecido una regla durante la disputada contienda electoral, de no hablar de política por temor a que pudiera afectar su amistad.

Pero un hombre no pudo evitar decir: “Desearía que deje de despotricar y se enfoque en el puesto”.