La advertencia del argentino Rafael Grossi, director del OIEA: “De cero a diez, el peligro de un accidente nuclear en Ucrania puede ser once”
ROMA.- El argentino Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) de la ONU, el jueves pasado arriesgó su vida y pasó momentos dramáticos en Ucrania. Aunque es diplomático y mide cada una de sus palabras, aún exuda adrenalina. Con chaleco antibalas y viviendo por primera vez una misión bajo las bombas en su larga carrera y en la historia del organismo internacional que dirige desde diciembre de 2019, después de meses de gestiones, junto a su equipo Grossi logró ingresar en la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, ocupada por las fuerzas rusas y blanco de bombardeos que ponen los pelos de punta.
Allí, “el peligro de un accidente nuclear existe”, reconoció este experto en una entrevista con LA NACION en un hotel de Roma. “Muchos me preguntan de cero a diez cuál es la posibilidad de un accidente en Zaporiyia y es cero o es diez, o quizás, once. Porque mientras ayer pudo no haber pasado nada, hoy mientras estamos conversando cae un obús en medio del lugar donde están almacenados los combustibles ya irradiados y tenemos una emergencia radiológica”, advirtió Grossi, de 61 años, al cabo de una jornada en la que se reunió con directivos de la FAO y con el primer ministro saliente de Italia, Mario Draghi, que respaldó el urgente pedido de una “zona de seguridad” alrededor de Zaporiyia que hizo el OIEA.
-Usted se ha vuelto protagonista de la guerra en Ucrania que cumplió ya más de seis meses, al lograr visitar, contra viento y marea, el jueves pasado, la central nuclear de Zaporiyia. ¿Qué puede contar de esa misión?
-Fue una misión arduamente negociada desde que fue ocupada la planta, donde incluso hubo un episodio violento en la noche del 3 al 4 de marzo, cuando hubo un comienzo de incendio y nos percatamos de la gravedad de lo que significaba que pudiera haber un hecho de esa naturaleza dentro de la central y entonces empecé a insistir en la necesidad de ir. Y fue muy difícil.
-De hecho tardó seis meses en llegar hasta allí...
-Sí, seis meses porque hubo desencuentros de un lado y del otro, del lado de Kiev y del lado de Moscú, en el sentido de oposición por distintas circunstancias que tenían que ver con aspectos sustantivos de cómo se iba a hacer la misión, hasta el itinerario que íbamos a seguir con el convoy. Todo era objeto de discusión, pero finalmente lo pudimos lograr...
-¿Fueron en un grupo de 15 y escoltado?
-Sí, éramos unos 14 y también el tema de la escolta fue objeto de discusión. Nosotros íbamos con autos blindados de Naciones Unidas, pero del lado ucraniano también con apoyo de las fuerzas armadas ucranianas, hasta la tierra de nadie. Ahí teníamos que estar solos hasta que llegáramos al primer check-point ruso. Y ahí nos “tomaron” las fuerzas rusas que nos acompañaron hasta la planta y de vuelta, el mismo trayecto.
-Y cruzaron una línea del frente...
-Cruzamos una línea del frente y estuvimos bajo fuego en esa zona que es la llamada zona gris o tierra de nadie, durante aproximadamente uno o dos minutos. Estuvimos rodeados de fuego, no sabemos si era dirigido a nosotros o a quién, como sabe hay acusaciones mutuas, pero fue un momento muy dramático. Pasamos ese lugar y a partir de ahí las cosas se fueron calmando.
-Se lo vio a usted y al resto del equipo con chaleco antibalas. Aunque usted estuvo en otras misiones difíciles, entre ellas, en Irán, ¿fue la primera vez que estuvo en una zona de guerra?
-Sí, fue la primera vez para mí e, inclusive, primera vez para el organismo, porque han habido situaciones, en Irak por ejemplo u otros lugares que han vivido conflictos armados, pero donde siempre la aparición de los inspectores del OIEA o de cualquier otro organismo sucede ex post, cuando ya pasó todo.
-No durante, como ahora.
-No durante y sobre todo, y es lo que me motiva a esforzarme lo más posible, en una misión con la posibilidad de prevenir algo. Nosotros todavía tenemos la posibilidad de evitar un accidente o desastre nuclear. Y es por eso que estamos redoblando nuestros esfuerzos para poder hacerlo de alguna manera.
-Lo que encontró en Zaporiyia, donde usted habló de una “situación insostenible”, ¿es peor de lo que se imaginaba?
-No, no es peor. Es lo que nos imaginábamos, lo que no indica que sea bueno. Nos encontramos con una situación muy preocupante que evidencia ataques sistemáticos a la planta, evidencia una situación de tensión interna en la planta muy clara, porque la planta está gestionada y manejada por sus operarios naturales, que son los ucranianos, pero ahora bajo el control efectivo de los rusos. Entonces esto naturalmente genera una situación de tensión obvia. Y no estamos hablando de un restaurante o de una verdulería, es una central nuclear, donde pueden existir problemas de management o divergencias en cuanto a la operación de la planta. Y por eso utilizamos esta expresión, de “situación insostenible” en el tiempo, no para sembrar pánico, sino para que haya algún tipo de evolución de la situación. Y es por esto que ayer en la tarde de Nueva York yo me dirigí al Consejo de Seguridad de la ONU.
-Usted pidió una “zona de seguridad” alrededor de la planta.
-Sí, y dije que tenemos que hacer algo. Seguir diciendo que la guerra se tiene que terminar o que todo se tiene que desmilitarizar son frases comprensibles, loables, pero en este momento y lo digo con mucho respeto, no realistas. Porque la guerra está en curso y porque nadie va a desmilitarizar nada, en este momento. Es lo que todos queremos que suceda y ojalá que esto suceda lo más pronto posible. Pero nosotros nos estamos focalizando en una medida intermedia, que puede ser adoptada de inmediato y que puede ser muy eficaz para prevenir que al drama y a la tragedia de la guerra se le sume un accidente nuclear con consecuencias transfronterizas obvias.
-¿Cómo puede lograrse en la práctica esta “zona de seguridad”, ya que siguen disparando y acusándose mutuamente las partes de bombardear?
-Esto es lo que estamos negociando. Yo fui a la planta, hicimos un informe de 152 páginas que fue una proeza de los técnicos porque lo fuimos haciendo volviendo en los autos, comparando datos técnicos, haciendo evaluaciones y cross-checkings con la gente que se quedó allá –primero seis personas, ahora dos. Pero no es suficiente y por eso proponemos una medida práctica que no se mete en el conflicto mayor, aunque no es indiferente. Ya estamos negociando, ya hubo una reacción del presidente (Volodimir) Zelensky y una reacción del canciller (ruso, Sergei) Lavrov, haciendo observaciones y poniendo exigencias...
-Todavía no dijeron que no...
-Todavía nadie ha dicho que no, porque esta medida es realista, es algo que se puede hacer. Este es el arte de tratar de presentar una medida que sea eficaz, que sea realizable y a la que las partes tengan mucha dificultad en decir que no.
-¿Es realista entonces una “zona de seguridad” en Zaporiyia?
-Es realista, aunque puede ser terriblemente complejo. Y yo estoy contento porque ya estamos logrando apoyos muy importantes: tuve una conversación muy interesante con el primer ministro Draghi, que inmediatamente me dio su apoyo y que confío que va a estar haciendo gestiones, él también, con el presidente Zelensky. Y el presidente (francés, Emmanuel) Macron va a hacer lo mismo.
-Pero el problema es Vladimir Putin, más que Zelensky...
-El problema es toda la situación. Yo tengo que tener una visión de 360 grados. Es como un juego de ajedrez con muchas piezas, muy frágil o como el Jenga, donde uno va sacando piezas de madera y se puede caer todo. Tenemos que ir moviéndonos con enorme prudencia.
-¿Tiempos para la eventual implementación de la “zona de seguridad”?
-Tiene que ser lo antes posible porque no es coherente que yo diga que quiero parar los ataques y me tome seis meses para negociar esto.
-Como Zaporiyia es un peligro para Europa y para el mundo, ¿se contempla la posibilidad de una intervención humanitaria de la ONU con tropas?
-No sabría decirlo, pero podría apuntar que todo lo que deba pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU tiene un riesgo muy grande de ser vetado. Entonces es complejo.
-Rusos y ucranianos se acusan mutuamente de los bombardeos en Zaporiyia. ¿Usted qué pudo percibir, cuánto tiempo estuvo en la planta y cómo fue el trato?
-Yo estuve unas cuatro horas más o menos y fue una situación bastante atípica, muy rara porque obviamente se percibe una tensión latente. La gente que maneja la planta es extremadamente profesional y lo sigue haciendo con mucha dedicación. No quieren que haya un accidente, que las cosas se les vayan de las manos. Pero, al mismo tiempo, hay un trato con los rusos distante, respetuoso, pero tenso.
-¿Tuvo miedo?
-No, no... Sí, por supuesto, en el momento en el que estábamos cruzando con las camionetas y sonaban los tiros alrededor, entonces hubo una inquietud, tampoco jugamos a ser Superman. En el momento que empezaron a sonar los disparos el jefe de seguridad de Naciones Unidas dijo: “A partir de este momento es su decisión si seguimos o no”. Y yo dije “sigamos”, a pesar del riesgo, porque todo mi equipo estaba muy confiado, muy motivado y queríamos cumplir la misión. Y eso se hizo.
Tensión por el plan de Irán
Además de hablar sobre la situación en Zaporiyia, Grossi admitió que vive un “momento de tensión” con Irán. “El tema del programa nuclear iraní ya lleva décadas, siempre con altos y bajos. En este momento y luego del retiro unilateral de Estados Unidos del acuerdo, se entró en una pendiente. En una especie de acción de represalia, Irán consideró que Estados Unidos no había cumplido parte de su acuerdo y entonces comenzó también a incumplir, hasta llegar a un punto que nadie está cumpliendo nada”, lamentó.
“Ahora con la administración de Joe Biden, Estados Unidos se embarcó junto a los europeos y bajo la coordinación de la Unión Europea en un esfuerzo para revivir este acuerdo. Ahora bien, esta negociación lleva más de un año y aparece estar en un momento no muy auspicioso, por temas que escapan a lo estrictamente nuclear, referidos a las sanciones, a la calificación de ciertos funcionarios iraníes en listas de apoyo al terrorismo, etc”, explicó el funcionario, que admitió que por todo esto se está viviendo “un momento bastante complejo”.
“En paralelo a eso, Irán continúa sin clarificar una serie de puntos importantes que nosotros les hemos marcado, que tienen que ver con el hecho de que mis inspectores encontraron trazas de uranio enriquecido en lugares donde teóricamente no había ningún tipo de actividad nuclear”, agregó, al considerar que esto tampoco quiere decir que estén fabricando una bomba nuclear.
“Yo no diría tanto”, dijo ante una pregunta el diplomático, que subrayó que por estas señalaciones los iraníes se enojaron muchísimo y lo acusaron de ser un títere de Israel. “Pero yo lo que hago es mi trabajo. Si yo encuentro trazas de uranio, ellos me tienen que explicar por qué está ahí. Acá no hay ninguna intencionalidad política. Aparentemente, Irán quiere vincular estas investigaciones del OIEA con el regreso al gran acuerdo nuclear, diciendo ‘para volver a ese acuerdo, que el OIEA empuje todos los deshechos debajo de la alfombra’. Y no. Si yo hago eso, mejor que cierre el OIEA porque estoy incumpliendo el deber fundamental que tengo, de informar sobre lo que encuentro y de que los países expliquen. Si hago eso con Irán, cualquier otro empieza a hacerlo, no da explicaciones y tenemos justamente un derrumbe del sistema de no proliferación que se basa en que todos explicamos lo que tenemos. Es algo muy fundamental, que va al corazón del acuerdo nuclear mundial y es por esto que estamos en esta situación de tensión”.