Adolescentes palestinos e israelíes nadaban en la misma piscina… pero llegó el 7 de octubre

Nadadores del club de natación Gran Jerusalén, cuyos miembros son israelíes y palestinos, entrenan en una piscina de la YMCA en Jerusalén, el 5 de noviembre de 2023. (Afif H. Amireh/The New York Times).
Nadadores del club de natación Gran Jerusalén, cuyos miembros son israelíes y palestinos, entrenan en una piscina de la YMCA en Jerusalén, el 5 de noviembre de 2023. (Afif H. Amireh/The New York Times).

JERUSALÉN — La regla era tácita, pero los adolescentes israelíes y palestinos del club de natación Gran Jerusalén la habían acatado desde siempre sin siquiera pensarlo.

Nada de política en la piscina.

Vivían en lados opuestos de Jerusalén y se reunían seis tardes a la semana para entrenar en los carriles reservados para su equipo en la YMCA. Después de dos horas de dar vueltas, se zambullían en un jacuzzi, donde bromeaban amistosamente unos minutos antes de dar por terminado el día.

Nadaban juntos, iban juntos a la playa, hacían asados juntos. Los mejores nadadores judíos representaban a Israel en competencias internacionales. Los mejores nadadores del este de Jerusalén competían para un equipo conformado de palestinos en justas del mundo árabe.

“No vemos al equipo como israelíes y palestinos”, opinó Avishag Ozeri, de 16 años, una nadadora israelí que recordó que un palestino del este de Jerusalén le enseñó a nadar.

“Es tan normal estar juntos”, comentó antes de un entrenamiento reciente. “Es raro incluso hablar de ello”.

Shira Chuna, a la izquierda, y Avishag Ozeri, nadadoras del club de natación Gran Jerusalén, cuyos miembros son israelíes y palestinos, se ayudan la una a la otra con su equipamiento de natación en una piscina de la YMCA en Jerusalén, el 5 de noviembre de 2023. (Afif H. Amireh/The New York Times).
Shira Chuna, a la izquierda, y Avishag Ozeri, nadadoras del club de natación Gran Jerusalén, cuyos miembros son israelíes y palestinos, se ayudan la una a la otra con su equipamiento de natación en una piscina de la YMCA en Jerusalén, el 5 de noviembre de 2023. (Afif H. Amireh/The New York Times).

Pero entonces ocurrieron los atentados de Hamás del 7 de octubre, el posterior bombardeo israelí de la Franja de Gaza y una serie de interacciones en redes sociales que pusieron a prueba la regla tácita del equipo.

Nadar juntos, ‘simplemente seres humanos’

Los nadadores entrenan en la YMCA, una organización cristiana sin fines de lucro abierta a personas de todos los credos, en el corazón de la Jerusalén occidental judía, y Emanuel May ha sido el entrenador voluntario del equipo durante años.

May, de 70 años, es un entrenador experimentado y con un semblante amable que se crio en una granja colectiva, conocida como kibutz. Aunque ha entrenado a nadadores campeones, asegura que su pasión no es producir ganadores. Es fomentar la unidad entre los jóvenes de Jerusalén, una ciudad donde israelíes y palestinos interactúan con regularidad en la vida diaria de tiendas, restaurantes y aulas universitarias, pero los sigue dividiendo un conflicto enconado.

“El espíritu aquí es nadar juntos, simplemente como seres humanos”, afirmó.

En la YMCA, los niños israelíes y palestinos más pequeños toman clases de natación por separado, porque carecen de un idioma común. Cuando tienen unos 8 o 9 años y se comunican en hebreo e inglés, empiezan a entrenar juntos. Los nadadores más fuertes se unen al equipo del Gran Jerusalén.

Un domingo reciente, Shams Srour, una palestina de 14 años, mencionó que aspiraba justo a eso.

“Quiero competir y aquí me siento muy cómoda”, comentó. “He entrenado con judíos desde que era pequeña. Es normal”.

La respuesta a los atentados del 7 de octubre

Los atentados del 7 de octubre pusieron a prueba esa normalidad de un modo que el equipo sigue procesando.

Ese día, terroristas de Hamás procedentes de la Franja de Gaza cruzaron la frontera, mataron a más de 1200 civiles y soldados israelíes, tomaron a más de 200 rehenes e hirieron a muchos otros, según las autoridades israelíes. Los videos los muestran devastando pueblos, incendiando casas, disparando a civiles a poca distancia y persiguiendo a los asistentes de un concierto al aire libre.

La mayoría de las instituciones de Israel, incluida la YMCA, cerraron de inmediato sus puertas en medio de una emergencia nacional.

Al día siguiente, Mustafa Abdu, de 18 años, uno de los nadadores musulmanes del equipo del Gran Jerusalén, subió una fotografía a su cuenta de Instagram. La foto mostraba a un niño palestino angelical no identificado que lo llevaban en brazos hombres con expresiones de angustia. El niño estaba envuelto en una manta blanca que los musulmanes utilizan para los muertos.

Un pie de foto sobre la imagen decía: “¿Dónde estaba la gente que pedía humanidad cuando nos mataron?”.

Mustafa también publicó una cita toda en letras mayúsculas que decía: “Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a la gente que está oprimida y amar a la gente que está oprimiendo”.

Los nadadores del equipo se siguen unos a otros en Instagram y Avishag recordó el impacto que le generó ver las publicaciones. De inmediato llamó a Shira Chuna, una compañera de equipo de 16 años, para expresar su indignación, aunque no les contó a sus padres ni a nadie más.

Luego le envió un mensaje de texto a Mustafa en un intercambio que después compartió con The New York Times.

“Musta, ¿sabes lo mal que está la situación en Israel ahora mismo? Respeto lo que quieras decir, te pregunto de verdad”.

Mustafa le respondió cuestionando si creía, como algunas personas en redes sociales, que todos los palestinos eran asesinos.

“No dije que lo fueras Musta”, respondió Avishag. “Es la organización Hamás. Y a mi gente la asesinó Hamás”.

Avishag comentó que habían masacrado o secuestrado a niños, ancianos y familias enteras. “Vi videos que nunca se me van a olvidar”, afirmó y le ofreció reenviárselos si él quería, pero bajo la advertencia de que no recomendaba verlos.

“Av”, escribió, “primero que nada, nosotros no somos el asesino”, dijo. “Israel nos atacaba desde hace mucho tiempo y todo el mundo lo sabe”.

“¿¿Qué??”, preguntó ella. “Con todo el respeto, eso no es verdad”.

Mustafa respondió: “Nosotros siempre estamos equivocados y ustedes siempre tienen la razón”.

“No dije eso”, contestó Avishag. “Ahora mismo Hamás está equivocada”.

Le preguntó si quería los videos. Avishag quería demostrar su argumento, pero también conservar su amistad. Le mandó un mensaje: “Tengo que preguntarte: ¿estamos bien?”.

Mustafa puso un corazón en su mensaje y escribió “sí” en español. Ella también puso un corazón en su mensaje. Parecía que habían alcanzado una paz incómoda, aunque no podrían estar seguros hasta que volvieran a nadar juntos.

Una reunión de equipo

Para cuando los nadadores del Gran Jerusalén se presentaron en la piscina el 16 de octubre, el número de muertos a causa de los bombardeos israelíes en Gaza ascendía a 3000 y aumentaba con rapidez. Las atrocidades que había cometido Hamás también seguían convulsionando a la sociedad israelí.

No obstante, ¿el conflicto llegaría hasta los dos carriles asignados al equipo en la YMCA?

“Me dije: voy a comportarme con normalidad”, comentó Alex Finkel, de 17 años. “Afuera da un poco de miedo, pero he crecido con los palestinos. Haré lo que hacemos siempre y listo”.

Antes del entrenamiento, May convocó una reunión de equipo. “Aquí nadie apoya el terrorismo”, recordó haberles dicho a los nadadores. “No se toma partido”.

En la piscina, los adolescentes entrenaron con intensidad para recuperar los entrenamientos perdidos. Sin embargo, entre ejercicios no había bromas, chistes ni charlas. Un abatimiento se cernía sobre ellos.

No obstante, los profundos lazos forjados a lo largo de los años seguían ahí. Al día siguiente, según varios nadadores, el ambiente se había relajado. Al parecer, las tensiones se habían disipado o, al menos, se habían sumergido.

Poco después de que las fuerzas israelíes entraron a Gaza a fines de octubre, Shira se enteró de que su primo, un soldado, había muerto, a tan solo dos días de cumplir 21 años. Se perdió un par de días de entrenamiento de natación.

Cuando Shira regresó, Mustafa se le acercó y le dijo que lamentaba su pérdida.

“Sentí que le importaba”, afirmó.

Al final de un entrenamiento reciente, Mustafa salió de la piscina, se quitó el gorro morado y se dirigió al jacuzzi con el resto del equipo.

“Esta es mi segunda familia”, comentó. “Si tenemos un problema, lo solucionamos como un equipo”.

c.2023 The New York Times Company