La Admisión a la Escuela Secundaria Mejoró sus Vidas en EE. UU, Dicen Estudiantes Inmigrantes Mayores

Melvin Martínez estaba por cumplir 23 años cuando se matriculó en el duodécimo grado en la escuela secundaria Rusdale en Oakland, California.

Oriundo de El Salvador, Martinez había intentado previamente, matriculándose a su noveno grado teniendo 17 años. Pero dos años y medio más tarde se dió de baja: ya siendo padre, tuvo dificultad manejando sus estudios y su nuevo rol paternal.

“No lo pensé, si había sido buena o mala decisión,“ dijo Marínez. Pero tras años trabajando incansablemente en un restaurante local Mexicano y sin lograr progresar mucho en su vida, terminó arrepintiéndose de su decisión.


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Tres años después de abandonar la escuela, su maestro de matemática pasó por su trabajo y le preguntó a Martínez cómo le iba todo. Al joven compartir que se había arrepentido de haber abandonado su educación, el maestro le dijo que no era demasiado tarde para volver a matricularse.

Martínez supo entonces que esta era su última oportunidad: siendo media década mayor que sus compañeros se tomó la escuela en serio, alcanzando obtener A ‘s en todas las materias. Ahora con 24 años, está completando sus clases de negocios en el Alameda College y haciendo un llamado a las escuelas superiores del país a abrir sus puertas a estudiantes mayores y nuevos, como él.

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“Hay muchas personas que son muy, muy inteligentes pero no tienen la oportunidad de continuar con la escuela,” dice. “Si pudiéramos ayudar a los que están motivados a continuar, hagámoslo. Será bueno para el país también.”

Pero una investigación encubierta de 16 meses en la que El 74 trató de matricular a un venezolano de 19 años que hablaba poco inglés y cuya educación había sido interrumpida después de su noveno grado reveló negaciones repetidas.

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Nuestro adolescente de prueba, “Hector Guerrero,” fue rechazado más de 300 veces, incluyendo a 204 escuelas en los 35 estados — y el distrito de Columbia — donde la edad para matricularse a la secundaria es hasta al menos los 20 años. Oficiales estatales de educación en casi todos estos estados confirmaron de forma separada a The 74 que un estudiante de 19 años no podía ser rechazado por su edad.

Ninguna de las 35 escuelas secundarias en California a las que el 74 hizo el acercamiento aceptó a Hector: El estado no provee protección legal a la educación general de los estudiantes que buscan matricularse después del lapso de atendencia compulsoria hasta los 18 años, lo que hace la experiencia de Martínez más extraordinaria aún.

El joven dice que nunca olvidará al maestro que lo alentó a rematricularse.

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“Puedes pensar que son cosas pequeñas y que no son importantes, pero en esas cosas pequeñas, le puedes cambiar el futuro a la gente,” dice Martínez.

(Melvin Martínez y su hermano, Javier, con un miembro familiar. (Javier Martinez)
(Melvin Martínez y su hermano, Javier, con un miembro familiar. (Javier Martinez)

El hermano de Martínez, Javier, tiene clara esa lección. Ahora con 28 años, no sabía que podía haberse matriculado en la escuela secundaria cuando vino a Estados Unidos hace más de una década. La red de recientes inmigrantes que lo ayudaron a encontrar trabajo en su llegada a los 17 nunca mencionaron esa posibilidad, dice él. Desearía que alguien se lo hubiera dicho.

“Siempre dije que quería ir a la escuela secundaria, aprender más inglés, aprender algo diferente,” dijo.

Pintor de casas de profesión, preferiría trabajar en gastronomía.

“Me encantaría enseñar nutrición y cómo cocinar, algo así,” dijo. “Me gustaría saber más sobre la comida de otros países.”

Pero todos le dijeron que no haber terminado la escuela secundaria en Estados Unidos haría casi imposible que asistiera a la universidad. Así que ha ajustado sus expectativas para adaptarse a su oportunidad.

Alanys Zacarias, de 22 años, sabe lo que es estar atrapada por los límites de su educación. Dijo que una escuela secundaria de Carolina del Sur la rechazó a los 18 años, a pesar de que por ley, la matrícula está permitida hasta los 21 años en ese estado. Ya había reunido la documentación necesaria y se estaba preparando para recibir todas las vacunas requeridas cuando la escuela le dio un golpe inesperado.

 Alanys Zacarias, con 22 años de Venezuela, cuenta su experiencia al haber sido negada la admisión a la escuela superior. (Jo Napolitano)
Alanys Zacarias, con 22 años de Venezuela, cuenta su experiencia al haber sido negada la admisión a la escuela superior. (Jo Napolitano)

Zacarias, quien aprendió inglés hace dos años en parte viendo 19 temporadas de Grey’s Anatomy, dijo que su vida ahora sería mucho mejor si la hubieran aceptado. Con una ambición incansable dice haber dominado nuevas tareas con facilidad en ambos trabajos — uno en una fábrica de sartenes de lujo y el otro en un Walmart del área de Charleston— Zacarias cree que ya habría obtenido un título de asociado o estaría a punto de conseguir un título de universitario.

Lo más importante es que tendría el dinero para traer a su madre y a su hermana menor desde Venezuela, donde la vida diaria es una lucha aplastante. La tasa de inflación anual del país sudamericano alcanzó el 190%  el año pasado. Allí, la escasez de agua y los cortes eléctricos son plagas casi semanales.

A Zacarias le resulta difícil recordar su rechazo de la Goose Creek High School porque desbarató sus planes.

“Cuando me dijo que no, dije, ‘¿De verdad?’” recordó una tarde de abril, añadiendo que no tenía idea de que la inscripción escolar sería tan difícil. “Pensé que esto sería fácil. Todo lo que quería hacer era ir a la escuela secundaria. Cuando me dijo que no, pensé, ‘¿Qué voy a hacer ahora?’ Estaba molesta. Quiero ser alguien aquí.”

Un representante de la escuela Goose Creek dijo que dan la bienvenida a estudiantes de todo el mundo y no hizo comentarios sobre la versión de Zacarias acerca de su intento fallido de inscripción.

Pero la estudiante aspirante dijo que el encuentro le ha impedido perseguir sus sueños: un accidente extraño en su infancia dejó a Zacarias sin un diente frontal, lo que provocó una odisea de años para reemplazarlo y un profundo interés en la odontología. Por ahora, sin embargo, sus objetivos tendrán que esperar.

“Cuando ella (su madre) venga aquí y esté lista y a salvo — ella trabajará y mi hermana podrá aprender inglés — ese será el momento para mí,” dijo. “Quiero tratar de ayudar a mi mamá y luego tratar de ayudarme a mí.”

Monica Venegas también tenía intenciones de matricularse cuando llegó por su cuenta a Carolina del Sur con 20 años. Entró sin problema a la escuela secundaria R.B. Stall en el 2022. El campus está a menos de ocho millas de la escuela que rechazó a Zacarias.

Mónica Venegas en su departamento en Ladson, Carolina del Sur. (Maxwell Vittorio)
Mónica Venegas en su departamento en Ladson, Carolina del Sur. (Maxwell Vittorio)

Venegas, oriunda de Chile, tuvo que completar cuatro cursos de inglés en uno año, además de historia Americana y gobierno, para poder graduarse en Mayo del 2023. Fue un desafío enorme, dice ella

“Cuando vine aquí, y escuchaba personas hablar en inglés, me pensaba ‘Por dios, esto es demasiado difícil,’” recordaba esta primavera en su apartamento en Ladson, a 20 millas al norte de Charleston.

Pero hizo un círculo de amigos en la escuela, incluyendo a muchos hispanoparlantes, cuyas vidas reflejaban la suya. Fue su apoyo lo que le dió la valentía para hablar inglés, aún cuando cometía errores.

“Ellos me ayudaron a sentirme bien sobre mi misma y a tener más autoconfianza,” dice ella.

Venegas, una aspirante a maestra de ESL que dijo que le encantan los niños y quiere ayudar a otros recién llegados, ganó una beca parcial para la Universidad del Sur de Charleston.

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El año pasado completó cinco clases allí, incluyendo matemáticas y cultura Americana. Pero como muchos otros estudiantes en el país, enfrentados a los costos universitarios, se fio forzada a parar sus estudios en diciembre para poder generar ingresos para cubrir su matrícula.

Monica Venegas, con 21 años, y su gorra de McDonald’s en su apartamento en Carolina del Sur. (Maxwell Vittorio)
Monica Venegas, con 21 años, y su gorra de McDonald’s en su apartamento en Carolina del Sur. (Maxwell Vittorio)

Venegas ha trabajado en McDonald’s por más de un año y medio, ganando $13 la hora. Espera poder retomar las clases este otoño, aunque no está segura de cómo las pagará.

Independientemente de sus próximos pasos, está agradecida por su tiempo en la escuela secundaria: No hay manera, dijo, de que hubiera podido ir a la universidad sin eso.

Kharrel Medza, nacido en Camerun, juega futbol D1 para la Universidad de Gardner-Webb en Carolina del Norte. (Gardner-Webb University)
Kharrel Medza, nacido en Camerun, juega futbol D1 para la Universidad de Gardner-Webb en Carolina del Norte. (Gardner-Webb University)

Kharrel Medza, de 25 años, tenía 7 cuando se fue de Camerún para ir a Bélgica, y 17 cuando ingresó al noveno grado en los suburbios de Houston. Medza, que habla con fluidez francés y alemán y era equivalente a un estudiante de duodécimo grado en su país, no sabía nada de inglés.

“Tuve que empezar desde cero,” dijo. “Así que la mejor manera fue dar un paso atrás y obtener todas las bases necesarias. En ese momento estaba un poco frustrado. Pero no me tomó mucho tiempo entender lo que necesitaba para tener éxito aquí en los EE. UU.”

La escuela secundaria fue crucial, incluso si era mucho mayor que sus compañeros, dijo.

“El comienzo fue lo más difícil por la barrera del idioma,” dijo. “Pero estaba tan inmerso en el mundo del inglés, todo estaba en inglés: no tenía más opción que averiguarlo. Finalmente, después de cinco o seis meses, me sentí cómodo con la conversación.”

Medza pasó tres años en la escuela secundaria antes de graduarse en 2019. Luego fue a la universidad, jugando fútbol D1 en la Universidad Gardner–Webb en Carolina del Norte antes de transferirse a Houston Christian College en Texas.

Después de haber estudiado finanzas, se graduó esta primavera y espera trabajar en negocios o banca.

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Pero algunos estudiantes como Medza son impedidos de alcanzar tales logros, no se les permite ingresar a la escuela secundaria en absoluto, en parte debido a prejuicios específicos hacia los adolescentes mayores: que depredarán a sus compañeras más jóvenes.

Medza rechazó la noción de que su enfoque estuviera en algo que no fuera lo académico. Sus estrictos padres tenían expectativas claras sobre lo que necesitaba lograr, al igual que él.

Medza dijo que “nunca podrá estar lo suficientemente agradecido” por la oportunidad que le brindó la escuela secundaria. La idea de que él u otros estudiantes puedan perder esa oportunidad debido a tales prejuicios le alarma.

“Negarle la educación a alguien es un crimen,” dijo.