Adicción a la tecnología. Un nuevo rol para el pediatra frente a la creciente problemática infantil y adolescente

La adicción a las pantallas preocupa cada vez más a padres y docentes, quienes advierten comportamientos que afectan la salud física y mental de niños y adolescentes. En este contexto, surge el interrogante sobre el profesional que debería identificar el uso problemático de la tecnología en los menores. España es uno de los países más adelantados en responder a esta cuestión. Según el sitio español www.redacciónmedica.com, el país ibérico contará con una nueva norma que incluye un protocolo para que en las revisiones periódicas de pediatría los profesionales puedan detectar una posible adicción a la tecnología. Asimismo, esta ley promoverá el desarrollo de estudios de uso por franja etaria con la finalidad de elaborar guías de recomendación de exposición progresiva, limitada y acompañada.

Mientras tanto, en la Argentina, ¿quién detecta la adicción a la tecnología?, ¿se podría impulsar un protocolo similar? Según explica Tili Peña, psicóloga clínica (M.N. 36.601), actualmente quien identifica los problemas de adicción es el psicólogo o el psiquiatra. Sin embargo, las personas llegan a esta instancia cuando ya tienen el problema avanzado y necesitan pedir ayuda.

“Creo que es muy importante hacer prevención, por ejemplo, en los colegios a través de charlas y talleres tanto para alumnos como para padres. Y me parece acertado este proyecto de ley que se presentó en España. El pediatra es el profesional al que los padres recurren con más frecuencia, por lo menos, una vez al año para el control anual escolar”, señala Peña, quien asesora sobre temas relacionados con niños y tecnología a través de la cuenta @tanconectados. Y explica que este podría tener un protocolo en el que canalice una serie de preguntas, por ejemplo, sobre las actividades que el niño o adolescente hace al aire libre, la cantidad de horas que pasa frente a una pantalla y qué es lo que más le gusta mirar o hacer en los dispositivos. “A partir esto, podría orientar a los padres o derivar a un tratamiento con un psicólogo. Sin dudas, el primer filtro podría ser el pediatra”, añade.

Silvina Pedrouzo, médica pediatra (M.N. 86.397) y presidenta de la subcomisión de Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), coincide en que es necesario que se incluyan en las consultas estas problemáticas y que pediatras y otros profesionales de la salud, docentes y familias estén informados para acompañar a niños y jóvenes.

“Además, es fundamental que en las consultas al pediatra se promuevan actividades relacionadas con la actividad física, la lectura, los encuentros prosociales y los espacios de juego libres de tecnología. También es fundamental crear campañas de difusión y concientización en los medios y en las escuelas”, sostiene. Además, explica que, a partir del conocimiento de las señales de alarma, las consultas pueden llegar a todos los profesionales de la salud en contacto con niños. “En caso de sospecha confirmada debería ser derivado a especialistas del campo de la salud mental para su abordaje integral que incluye a la familia”, advierte.

La médica ve necesario que en las consultas los pediatras incluyan preguntas sobre el tiempo, frecuencia y modo de empleo de los dispositivos. También acerca de los tipos de redes y aplicaciones a las que acceden los chicos, el modo de configuración de perfiles para preservar su seguridad y privacidad en línea, así como advertir sobre el riesgo de contacto con extraños y el ciberacoso. “A la vez, es imprescindible indagar sobre el patrón de uso recurrente y persistente y la prominencia de esta actividad sobre otras y su repercusión negativa en otros ámbitos de la vida del niño y del adolescente”, sugiere.

Las señales de alarma

La presidenta de la Subcomisión de TICs de la SAP sostiene que las consultas con el pediatra son el ámbito en el que pueden surgir las preocupaciones de los padres o familiares. Estas se relacionan con cambios en el comportamiento, síntomas de ansiedad, depresión o aislamiento social, irritabilidad, cambios de humor, endeudamientos. También alteraciones emocionales, bajo rendimiento académico, falta de atención, alteraciones psicofísicas, tendencias suicidas, falta de sueño y descuido en el aseo personal, entre otras.

Los chicos pueden
Los chicos pueden "presentar problemas para dormir o cambios en los patrones de sueño debido a un uso excesivo de dispositivos electrónicos antes de acostarse”, plantea Pedrouzo - Créditos: @shutterstock

Asimismo, detalla que algunas señales que pueden indicar que un niño o un adolescente está atravesando un patrón de uso problemático: por ejemplo, si pasa largas horas frente a las pantallas, ya sea jugando videojuegos, viendo videos en línea, apostando y/o interactuando en las redes sociales. Si permanece conectado por el miedo a quedarse fuera de lo que sucede en las redes, a la vez que aumenta las horas de uso para sentir el mismo efecto asociado a las recompensas.

Por otra parte, sostiene que también puede evidenciarse una repercusión en el estado de ánimo como ansiedad o irritabilidad cuando se les restringe el acceso a los dispositivos. “Otra de las señales del uso excesivo de la tecnología pueden ser descuidos de tareas escolares, responsabilidades en casa o actividades sociales o alteraciones vinculares”, dice.

“Es frecuente la falta de interés en otras actividades debido a la preferencia de esta actividad sobre otras. Además, el chico puede presentar problemas para dormir o cambios en los patrones de sueño debido a un uso excesivo de dispositivos electrónicos antes de acostarse”, añade Pedrouzo. Muchos suelen utilizar la tecnología como único recurso para enfrentar la soledad, problemas emocionales, situaciones estresantes y frustraciones en el mundo físico.

Compromiso con la salud

Desde Chicos.net, organización civil sin fines de lucro que promueve los derechos de niños, niñas, adolescentes y jóvenes en entornos digitales, Marcela Czarny, su directora, asegura que la adicción a la tecnología es un peligro al que los adultos deben estar atentos sin generalizarlo desde el prejuicio. “Esta actitud solo estigmatiza a los niños, niñas y adolescentes, en vez de ayudarlos a desarrollar criterios y estrategias de protección frente al uso de las tecnologías”, advierte.

Asimismo, Sergio Balardini, psicólogo y especialista en juventud y miembro del equipo consultor de Chicos.net, asegura que en la mayoría de los casos no se trata de un consumo que afecte orgánicamente a determinadas áreas del cerebro, pero que, frente al exceso de uso, pueden observarse síntomas como deterioro físico por falta de sueño, por no realizar actividades deportivas y demás efectos nocivos para el desarrollo en etapas de crecimiento.

Balardini advierte que tanto la niñez como la adolescencia implican un abordaje diferente. En ese sentido, asegura que en los más pequeños es necesario seleccionar actividades y juegos que estimulen el aprendizaje y evitar usar los dispositivos para que “estén tranquilos”. Hay que tener en cuenta que, tiempo después, esta dinámica se hace difícil de revertir. “En el caso de los más grandes, es importante acercarse y, por ejemplo, compartir el juego para descubrir y conversar en familia sobre lo que les gusta y no les gusta del videojuego. Es una manera de comenzar a reflexionar, formar criterios y fortalecer el consumo crítico de los medios digitales”, asegura.

En tanto que María Lara Lezaeta, psicóloga infantil y fundadora de @juegología, explica que si bien los psicólogos son los profesionales que podrían detectar este tipo de patologías, estas pueden ser abordadas en forma interdisciplinaria. De manera que cada profesional de la salud, como pediatras, psicólogos y psiquiatras puedan detectar la adicción a la vez que realizar un trabajo psicoeducativo de prevención. No obstante subraya la necesidad de implementar políticas públicas de prevención y detección y brindar la formación correspondiente a los profesionales de la salud y de la educación sobre las particularidades de este tipo patología para que puedan identificarla.

“Por último, tenemos que sugerir fuertemente que si hay un problema de uso excesivo, no pueden ser los pediatras, las familias, las escuelas o los mismos chicos que se hagan cargo de todo. Hay que exigir regulación para que el Estado y la sociedad toda exija a las empresas que no sobrepongan sus intereses al interés superior de los chicos y chicas”, finaliza Balardini.