Acapulqueños defienden con barricadas y machetes lo que les queda tras el huracán Otis

Ante los saqueos, vecinos se organizan en colonias de Acapulco para defender sus casas.
Ante los saqueos, vecinos se organizan en colonias de Acapulco para defender sus casas.

“¿No te llega el olor a muerte?”. Pedro no se llama así, pero pide que no se dé a conocer su verdadero nombre. Es delgado, de estatura media, tiene la piel cobriza por el sol y el mar, y sobre el hombro desnudo lleva apoyado el filo de un largo machete oxidado.

Tras hacer la pregunta al periodista que lo acompaña por el recorrido, el hombre de mediana edad se lleva el dorso de la mano a la nariz parar tratar de protegerse del hedor rancio a basura y de restos, probablemente de animales putrefactos, que emana de las calles de todo Acapulco tras el paso del devastador huracán Otis.

Son las siete de la tarde en punto de la tarde del martes 31. Estamos en la colonia Hogar Moderno, anclada a unos pocos minutos del viejo zócalo del puerto, donde el vendaval de aire, primero, y el de la maña, después, arrasó con todo a su paso. La oscuridad densa de la noche cae sobre la ciudad como un manto y el empalagoso aroma de llantas ardiendo en barricadas se mezcla con el de la basura fermentada.

La peste hace el aire casi irrespirable.

“¡Órale, carnalito. ¡Échale con todo!”.

A la orden, otro hombre de mediana edad que lleva una radio en el bolsillo de sus bermudas agarra una trompeta y tras hinchar ambos carrillos de aire suelta unas primeras sentidas notas musicales que dan al ambiente un aire solemne.

A su lado, Jorge, un tipo corpulento de torso desnudo y sudoroso, brazos enormes, que viste una gorra tipo militar y luce una barba de chivo que le da un aspecto rudo, lo acompaña tarareando el himno nacional mexicano.

“… Uuuuuun soldado en cada hijo te dio…”.

Éste es el ritual, explica Alberto, el hermano de Carlos, de que tal y como advierten varios letreros pegados a unos tinacos inservibles que el huracán arrancó de alguna azotea y que ahora están a la entrada de la colonia, a partir de las 19 horas las ‘brigadas’ ciudadanas de ‘autodefensas’ comienzan a dar rondines a pie por las calles completamente a oscuras, y que toda aquella persona que no sea vecino o que no pueda dar una buena explicación de por qué está en el lugar será tratado como una potencial amenaza.

“Hasta cierto punto, sí nos consideramos unas autodefensas, porque esta organización entre vecinos surge de la necesidad de darnos seguridad a nosotros mismos, de defendernos”, explica Carlos con voz rugosa y un cigarrillo ente los labios, sin separarse ni un instante del largo machete que porta sobre el hombro bien visible a modo de advertencia.

Los residentes del barrio Progreso resguardan una calle como medida de seguridad después de saqueos e inseguridad tras el paso del huracán Otis por Acapulco, estado de Guerrero, México, el 30 de octubre de 2023. Otis golpeó la ciudad portuaria el 25 de octubre con vientos de 270 kilómetros por hora, dejando un rastro de destrucción. La tormenta causó graves daños o destrucción de muchos edificios y provocó cortes de energía y comunicaciones. Las estanterías de los supermercados se vaciaron rápidamente en una ola de saqueos. (Foto de SILVANA FLORES / AFP) (Foto de SILVANA FLORES / AFP via Getty Images)

Carlos, que es músico de profesión, explica mientras comienza a caminar con otro grupo de cuatro hombres de mediana edad y una mujer, que también llevan hachas y machetes, que al día siguiente del paso de Otis varios grupos de personas no solo vaciaron los centros comerciales y tiendas departamentales que encontraban a su paso, sino que, ante la falta total de autoridad de cualquier tipo, también comenzaron a meterse a robar en las casas de los vecinos de ésta y muchas otras colonias en busca de comida y agua, sí, pero también de otros bienes como la gasolina, muy codiciada en estos días tras la tragedia, así como electrodomésticos y dinero en efectivo.

“No nos quedó de otra más que unirnos entre los vecinos”, expone el acapulqueño, que niega que pertenezcan a algún grupo delincuencial, o a algún partido político. “Nos unimos”, subraya, “porque vemos que va para largo la falta de luz en las calles y porque la ausencia de autoridades es total”.

Por ejemplo, hace unos días dice que llegó un convoy de elementos de la Guardia Nacional a bordo de varios camiones, con quienes tuvieron un desencuentro. Los agentes no traían víveres ni agua, pero querían quitar las barricadas donde las brigadas queman llantas a modo de advertencia lanzada al cielo. Los vecinos salieron rápidamente para impedirlo.

“Nos dijeron que los habían mandado a limpiar los escombros de las calles, pero no a darnos protección. Entonces, les dijimos que nosotros mismos les ayudábamos a limpiar, pero que primero nos dieran seguridad”.

A continuación, Carlos da una calada profunda del cigarro y encoge los hombros antes de llegar a la primera barricada del recorrido, donde otros vecinos organizados hacen guardia y lo saludan.

“Pero no quisieron y se fueron. Y, hasta ahora, no han vuelto a pararse por aquí. Nos dejaron solos”.

Los residentes del barrio Progreso resguardan una calle como medida de seguridad tras saqueos e inseguridad posteriores al paso del huracán Otis por Acapulco, estado de Guerrero, México, el 30 de octubre de 2023. Otis impactó la ciudad portuaria temprano el 25 de octubre con vientos de 270 kilómetros por hora, dejando un rastro de destrucción. La tormenta dañó gravemente o destruyó numerosos edificios y causó apagones de energía y comunicaciones. Las estanterías de los supermercados se vaciaron rápidamente en una ola de saqueos. (Foto de SILVANA FLORES / AFP) (Foto de SILVANA FLORES/AFP a través de Getty Images)

“Molesta mucho la ausencia de autoridades”

A las 9 de la noche, sin un poco de luz que atenúe algo la oscuridad, la sensación de soledad se acentúa en la colonia, que comienza a ver cómo, muy lentamente, los pocos vecinos que quedaban a esa hora tomando el fresco con la escasa luz de unas velas se meten a sus maltrechas viviendas, muy afectadas por el paso del huracán que, ocho días después, suma 46 personas fallecidas y al menos 58 desaparecidas, además de más de 270 mil viviendas afectadas y una falla genérica en todo el alumbrado del puerto, que apenas ayer miércoles comenzaba a ver un poco de luz en algunas calles y negocios de la costera marítima.

Carlos se echa de nuevo el machete al hombro y pide a sus “carnales” que estén “buzos”. Desde las radios se comienzan a escuchar los cuchicheos de quienes están en las azoteas vigilando agazapados el vecindario. Todos hablan en clave, pero hasta ahora nadie ha dicho LA clave con la que todo el barrio se activaría de inmediato a sacar las armas para defenderse de los robos y asaltos.

“Tenemos machetes, hachas, y también armas de fuego… Aquí se ocupa todo lo que se tenga disponible”, dice Carlos alzando levemente el machete, mientras otro vecino de la brigada dice que también pusieron algunas de las incontables láminas que el huracán arrancó de los techos en varias zonas estratégicas para que, ante la falta de luz, quien las pise delate su presencia y puedan detenerlo para interrogarlo.

“¡Buenas noches! ¡Somos de la calle Río Grande! Estamos dando la vuelta”, exclaman los integrantes de la brigada a los vecinos que se van encontrando a su paso para evitar que, por equivocación, alguien pueda lanzarles “un cohetazo” pensando que son delincuentes que se organizaron para saquear casas.

“¡Ánimo, carnalitos! Aquí está presente toda la banda”, gritan a su paso otros vecinos, que, agradecidos con los rondines que hacen los voluntarios para cuidar las calles desde las 7 de la tarde hasta las 6 de la mañana, les ofrecen agua, refresco y un poco de café que hierve en un par de grandes ollas de peltre.

Los residentes del barrio Progreso resguardan una calle como medida de seguridad tras los saqueos y la inseguridad que siguieron al paso del huracán Otis por Acapulco, estado de Guerrero, México, el 30 de octubre de 2023. Otis azotó la ciudad portuaria temprano el 25 de octubre con vientos de 270 kilómetros por hora, dejando un rastro de destrucción. La tormenta dañó gravemente o destruyó numerosos edificios y provocó cortes de energía y comunicaciones. Las estanterías de los supermercados quedaron rápidamente vacías en una ola de saqueos. (Foto de SILVANA FLORES / AFP) (Foto de SILVANA FLORES / AFP a través de Getty Images)

“Hay mucha gente que está agradecida con nosotros”, dice otro integrante de la brigada, cuyo rostro queda iluminado al trasluz de la hoguera de otra de las barricadas que cortan el acceso y la salida a la colonia.

“Aunque también hay otra que no, que dicen que esto que hacemos es una exageración. Pero la realidad es que los robos y los saqueos sí han sucedido y que sigue sucediendo todos los días. Y antes de que pase algo grave, mejor nos organizamos para proteger lo poquito que nos dejó el huracán”.

¿Y qué opinas de que ustedes mismos sean los que se estén organizando para hacer la labor de la policía o del Ejército y las fuerzas armadas?”, pregunta el periodista de Animal Político.

Carlos, que no ha dejado de acariciar el filo del machete, se detiene junto a la barricada y se queda mirando hacia el suelo, hacia sus muy desgastados tenis.

“Pues hay varias formas de verlo”, dice tras reflexionar unos segundos mesándose la escasa barba que le sale del mentón. A su lado, un hombre que es profesor, lo escucha atento y en silencio, pero sin dejar de observar cómo una camioneta con el motor rugiente se va acercando. A lo lejos, una detonación seca hace que los integrantes de la brigada intercambien miradas inquietas. No saben si son petardos, “o si son cohetes de los malos”.

“Por un lado, creo que lo que estamos haciendo los vecinos para organizarnos es admirable. No todos tienen armas, ni forma de defenderse, así que lo que estamos haciendo me parece muy importante, y al mismo tiempo se siente un clima muy chido de solidaridad y de apoyo”.

“Pero, por el otro lado -contrapone Carlos-, molesta mucho la ausencia de autoridades, porque ellos siguen cobrando un sueldo, mientras nosotros, que lo hemos perdido todo, y que ya no tenemos trabajo, somos quienes nos arriesgamos con la maña y les hacemos su chamba”.

Con machetes, los vecinos se organizan en brigadas para proteger sus colonias en algunas zonas de Acapulco.
Con machetes, los vecinos se organizan en brigadas para proteger sus colonias en algunas zonas de Acapulco. Foto: Cuartoscuro

Muy cerca de la barricada, en una de las laberínticas y oscuras calles de la colonia, otro grupo de vecinos come garnachas alrededor de un comal alimentado por una fogata y unas brasas. Alguien puso en su celular música de Peso Pluma y el ambiente, al menos en ese punto de la colonia, es más distendido.

“Aquí la gente mantiene el ánimo, a pesar de todo”, dice Jorge, el hombre corpulento de la barba de chivo.

“Y si lo piensas, la alegría es de lo poco que nos queda”, murmura ahora un tanto lacónico, con un tono reflexivo. “Porque, cuando sucede una tragedia como esta, el dinero no te sirve de mucho. Porque necesitas comida y no tienes dónde comprarla. Necesitas agua, y tampoco. Necesitas medicina y la farmacia está saqueada. Necesitas pañales, y el supermercado fue arrasado”.

“Si nos uniéramos, saldríamos mucho más rápido de esta catástrofe”

Aún no dan las diez de la noche, pero hace rato que ya no queda casi nadie por las calles de la colonia Hogar Moderno, ni de las otras aledañas, como la Progreso, donde también los vecinos se han organizado en improvisados grupos de autodefensa. Todo el mundo se fue a encerrar bajo llave y a dormir con un ojo abierto. Mientras, afuera, con el único amparo de la luz anaranjada que ofrecen las hogueras ardiendo de las barricadas, las pequeñas brigadas continúan dando rondines hasta que lleguen los primeros rayos del sol que traiga el alba. A lo lejos, por la larga avenida que desemboca en el zócalo, unas sombras violáceas de solitarias patrullas de policía se mueven erráticamente.

“¿Qué mensaje le darías a las personas que estén pensando en venir a robar a esta colonia?”, se le cuestiona a Carlos para finalizar el recorrido.

El músico por fin deja caer el machete del hombro, y apoya la afilada punta sobre el suelo a modo de bastón.

“Yo, lo que les diría es que tenemos que apoyarnos como acapulqueños en lugar de estar haciéndonos daño a nosotros mismos, porque ya bastante daño nos hizo este huracán”, reflexiona conciliador tras encender un nuevo cigarrillo y exhalar una bocanada azulada de humo hacia el cielo oscuro de la noche cerrada.

“Me gustaría que esto, organizarnos con barricadas, no fuera necesario; que nos uniéramos no solo entre calles y colonias, sino todo el puerto. Porque entonces -dice por primera vez con algo parecido a una sonrisa en sus labios-, seríamos increíblemente fuertes y saldríamos mucho más rápido de esta catástrofe”.

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