La academia de lucha

Aashu Beniwal, de rojo, y Khushi Jangra entrenan en Yudhveer Akhada, una academia residencial de lucha para niñas, en Sonipat, Haryana, India, el 28 de noviembre de 2022. (Prarthna Singh/The New York Times)
Aashu Beniwal, de rojo, y Khushi Jangra entrenan en Yudhveer Akhada, una academia residencial de lucha para niñas, en Sonipat, Haryana, India, el 28 de noviembre de 2022. (Prarthna Singh/The New York Times)

Mientras el sol invernal ascendía sobre una granja de mostaza, de un naranja pálido que se desvanecía en un amarillo intenso, una fila de 36 niñas, todas vestidas de la misma manera —camisetas, pantalones de chándal, cabello muy corto tipo militar—, salieron a un campo abierto, frotándose los ojos, somnolientas. Debajo de un cobertizo de hojalata, se sentaron en cuclillas, inclinadas sobre morteros de piedra. Durante los siguientes 20 minutos, trituraron almendras crudas hasta obtener una pasta fina, colando una botella de leche de almendra. La necesitarán para recuperar su fuerza.

Fundada en 2017, Yudhveer Akhada es una academia residencial de lucha para niñas, dirigida por una familia de luchadores competitivos en Sonipat, una ciudad industrial en Haryana, un estado en el norte de India. Actualmente, alberga a 45 aprendices que suelen tener entre 10 y 15 años al llegar y se espera que se queden hasta los 20, sumergiéndose en la comunidad de chicas que luchan. Todas las estudiantes que ingresan a la academia tienen el mismo objetivo: ganar una medalla olímpica para la India.

“En la India, estamos rodeados de historias de violencia contra las mujeres”, dijo Prarthna Singh, la fotógrafa de este artículo. Sin embargo, el país también ha visto una creciente participación en los deportes femeninos, incluida la lucha. “Dentro de esos constructos patriarcales, tenemos estas academias donde las jóvenes se están haciendo un espacio como deportistas. Es inspirador verlas poner la dedicación y el rigor que se necesita para convertirse en una”.

Las chicas comienzan cada día a las 5 a. m. con un calentamiento de una hora, primero con un trote y luego realizando estiramientos específicos: toques de dedos de los pies, estiramiento unilateral de isquiotibiales de pie, molinos con los brazos, desplantes cruzados.

Después del calentamiento, su entrenamiento varía. Los días de cardio pueden traducirse en una carrera a campo traviesa o subir escaleras. Los días de deporte, juegan al balonmano o al baloncesto. Los días de fortalecimiento son los más exigentes de todos: las niñas deben arrastrar bloques de madera por el campo o trepar varios metros de cuerdas retorcidas.

“Si no hubiéramos venido aquí, nuestras vidas habrían sido muy diferentes”, dijo Siksha Kharb, una niña de 16 años de una familia de agricultores en Sonipat. Si no estuviera luchando, dijo, “habría dejado la escuela para casarme".

Aashu Beniwal, de rojo, y Khushi Jangra entrenan en Yudhveer Akhada, una academia residencial de lucha para niñas, en Sonipat, Haryana, India, el 28 de noviembre de 2022. (Prarthna Singh/The New York Times)
Aashu Beniwal, de rojo, y Khushi Jangra entrenan en Yudhveer Akhada, una academia residencial de lucha para niñas, en Sonipat, Haryana, India, el 28 de noviembre de 2022. (Prarthna Singh/The New York Times)

Cada sesión termina con una o dos horas de entrenamiento de combate, ya sea en el foso de lucha al aire libre o en una colchoneta en un espacio cerrado.

Yudhveer es una de varias academias de este tipo en toda la región, que tradicionalmente ha sido conocida por sus estrictos códigos sociales que rigen la vida de las mujeres y las niñas.

Los deportes femeninos, y en particular la lucha, han experimentado un auge en la India durante la última década, gracias en gran parte a dos acontecimientos fundamentales. En 2016, una mujer de Haryana, Sakshi Malik, se convirtió en la primera atleta india en ganar una medalla en lucha estilo libre, tras quedar en tercer lugar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Más adelante, ese mismo año, Aamir Khan, uno de los actores más influyentes de la India, protagonizó el éxito de taquilla "Dangal" en el que interpretó a un luchador aficionado que entrena a sus dos hijas para que se conviertan en campeonas mundiales; la película estaba ambientada en Haryana.

Desde entonces, las familias locales han estado yendo a las academias de lucha en un flujo constante para dejar a sus hijas. El entrenamiento no es barato: Kharb contó que su padre tuvo que estirar su presupuesto para poder pagar las tarifas mensuales de 15,000 rupias, alrededor de 184 dólares, pero lo hacen con la esperanza de que las niñas regresen a casa como una “pehelwan”: una luchadora profesional competitiva.

Rounak Kumari, de 18 años, llegó a la academia en 2021. Recuerda que durante su infancia veía a su padre viendo lucha en la televisión. “Como no tenía un hijo, solía hacernos luchar a nosotras, sus cinco hijas, en casa”, contó.

“Cuando tenía 15 años”, agregó, “me dejó en una academia de lucha —no en esta— y posteriormente, tres de mis hermanas me siguieron. Ahora, cuatro de nosotras estamos aquí entrenando juntas”.

Aashu Beniwal, de 19 años, llegó a Yudhveer el verano pasado desde otra academia en Haryana donde había entrenado durante tres años. “Dangal” fue su presentación al deporte. “En una de sus primeras escenas, la chica golpea a un chico que la está molestando”, contó. “Pensé: ‘¡Guau, las chicas pueden hacer eso!.’”

“No creo que todas las chicas que van a una academia tomen en serio el deporte”, dijo. “Algunas de ellas lo toman como una excusa para escapar del hogar y la aldea, pero no las juzgo”.

Algunas de las chicas de Yudhveer continúan asistiendo a escuelas fuera de la academia, pero la mayoría de ellas terminan sus cursos de forma remota y solo abandonan la academia para participar en competencias. Es por eso que, durante los 5 a 10 años que pasan entrenando, además de sus entrenadores —quienes también actúan como sus representantes de facto mientras están en Yudhveer— solo se tienen la una a la otra.

Las estudiantes se ayudan mutuamente a practicar técnicas, se masajean entre ellas los músculos adoloridos, cocinan juntas los domingos cuando tienen un descanso de sus estrictas dietas de entrenamiento y bailan música punjabi por las noches.

“La amistad lo es todo para nosotras”, afirmó Anjali Pawar, de 16 años.

Kharb dijo que las estudiantes no pasaban mucho tiempo con chicos o pendiente de la moda. “No tiene sentido hacer eso cuando lo único que usamos son camisetas y pantalones cortos”, dijo. Todas lucen cortes de cabello militar, que reciben cuando llegan a la academia.

Las chicas dejan de lado las amistades por una sola cosa: las peleas. “No hay amigas en el tatami”, dijo Kharb. Sin embargo, apenas termina el enfrentamiento, “todo vuelve a la normalidad”.

c.2023 The New York Times Company