El plan que limitaría drásticamente la posibilidad de pedir asilo en EEUU

Donald Trump y su entorno han mostrado sistemáticamente su rechazo a la inmigración en general, de modo ciertamente punzante contra la indocumentada (a la que el presidente tacha de ser una invasión y un foco de crimen) pero también contra la legal (a la que busca instrumentalizar sin considerar los vínculos familiares) e incluso contra el asilo, beneficio humanitario singular que las democracias y los países solidarios conceden a extranjeros en peligro, perseguidos o que son víctimas de desastres.

La hostilidad de Trump hacia las caravanas de migrantes centroamericanos que huyen de la violencia y la miseria en sus países, cruzan México y llegan a la frontera de Estados Unidos a pedir asilo es conocida, y su crueldad al separar a hijos de padres ha consternado a enorme escala.

Migrantes centroamericanos que cruzarn México para pedir asilo en la frontera de Estados UNidos esperan en un albergue en Nuevo México. (Getty Images)
Migrantes centroamericanos que cruzarn México para pedir asilo en la frontera de Estados UNidos esperan en un albergue en Nuevo México. (Getty Images)

Pero la Casa Blanca insiste no en atender esa crisis humanitaria sino en estigmatizarla y para tratar de contener el flujo de esos migrantes estaría trabajando en un nuevo y controversial plan. De acuerdo a Politico, la administración estudia prohibir la solicitud de asilo a los migrantes que hayan residido en un país distinto al suyo durante su travesía hacia Estados Unidos.

Esto en la práctica bloquea la posibilidad de recibir esa protección humanitaria a todos los migrantes centroamericanos, y en realidad a las personas de todo país no directamente colindante con Estados Unidos, en el entendido de que salvo quienes pudiesen viajar en avión u otro transporte directo (lo que resulta incosteable, impracticable por sus implicaciones o legalmente inviable por cuestiones de visas), la enorme mayoría de los migrantes centroamericanos y de otros países deben pasar un tiempo, al menos, en México durante su recorrido hacia el norte. Un viaje de suyo largo, peligroso y difícil.

Y aunque la norme obliga a que para pedir asilo se debe llegar a un puerto de entrada de Estados Unidos, por muchos años se ha aceptado que personas que cruzaron un tercer país puedan también solicitarlo. Quien huye y necesita asilo en realidad necesita ayuda urgente, y restricciones y requisitos como esos resultan apartados de la dramática realidad de esos migrantes.

Aunque no se ha revelado qué tan firme es tal propuesta, es patente que Trump desea sacudir la situación de la migración y la cuestión fronteriza y buscaría lograrlo por vías alternas, luego de que por ejemplo el Congreso le negó los fondos que deseaba para su plan de muro fronterizo, él optó por declarar un estado de emergencia equívoco para desviar recursos hacia ese plan, amenazó banalmente con cerrar las fronteras mientras crecía allí una crisis humanitaria, y en general ha provocado la crítica y el rechazo mayoritario estadounidense hacia su trato a los menores y las familias migrantes.

Politico señala que el propio Trump ha prometido un anuncio mayor en materia de política de asilo, y algunos creen que la restricción señalada sería un componente de ello. Pero también se ha mencionado que, como en otras determinaciones de la Casa Blanca, ese plan sería no solo absurdo en cuanto a su comprensión del fenómeno y la realidad de la migración y el asilo sino ominoso en términos humanitarios y posiblemente frenado por decisión judicial. Un plan concebido con base en consideraciones político-ideológicas y no en el análisis real de la realidad de la migración, la frontera y las razones y urgencias inherentes a quien huye para pedir asilo.

Pero, como en otros casos, ese plan revela el severo endurecimiento en la política migratoria y de asilo en el presente gobierno estadounidense y se suma a cuestiones como la priorización de la inmigración por mérito (de profesionales útiles a la economía estadounidense) en detrimento de la inmigración por reunificación familiar y la estigmatización y persecución de los indocumentados.

Por lo pronto, es posible que en próximos días el gobierno federal anuncie sus ajustes a la política de asilo, y el citado plan, al parecer creado ex profeso para bloquear a los migrantes centroamericanos, podría ser parte de él.

Y parece claro que a Trump la problemática humana y social de esas personas no le inquietan, y ha estado muy dispuesto agudizarla con detenciones y separaciones de familias, o regreso de migrantes a México, donde muchos enfrentan severas carencias e incertidumbres, en lo que se dilucidan sus casos de asilo en Estados Unidos. Todo para abonar a su imagen de dureza en términos de inmigración que le da buenos dividendos político-electorales ante su base de derecha radical. Un favor que de cara a las elecciones presidenciales de 2020, donde Trump buscará su reelección, no le conviene mermar. Y, al estigmatizar a los migrantes y vincularlos con amenazas y delito, puede fustigar a sus rivales demócratas para acusarlos de querer abrir el país a las lacras del extranjero

Pero, en realidad, atender de modo justo el drama del migrante y del que huye para pedir asilo y el imperativo de proteger a familias y niños en riesgo es lo que debería prevalecer y al hacerlo no se vulneran las leyes ni se afecta al país. Por el contrario, se actúa en sintonía con los principios fundacionales de Estados Unidos, nación creada por oleadas de inmigrantes, y con los valores humanos y democráticos fundamentales.