8M, día para conmemorar a las mujeres trabajadoras

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No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas“.

Audre Lorde

El 8 de marzo es una fecha emblemática que trasciende, ya que la realidad de las mujeres en el ámbito laboral abarca un sinfín de obstáculos en lo privado y público, enfrentándonos a desafíos importantes como la brecha salarial, la falta de representación en puestos de liderazgo, la violencia de género en todas sus formas, entre otros. Asimismo, las exigencias en la esfera pública y privada hacia las mujeres siguen basándose en estereotipos y prejuicios acerca de nuestras habilidades y responsabilidades, no solo por el hecho de encerrar un ideal de tareas más propias de una mujer, sino por la evolución de nuestras capacidades. Es como si nos evaluaran solamente por la acción del trato hacia los otros y no por nuestros liderazgos, organización y responsabilidades al crear, impartir o dirigir proyectos.

El trabajo de las mujeres en la vida pública y privada es fundamental e invaluable, y su importancia trasciende los límites de género. Es en esta esfera pública donde incontables veces las mujeres trabajadoras hemos luchado por habitar y construir espacios para el reconocimiento de nuestros derechos, por lo que hoy también reconocemos el gran trabajo remunerado y no remunerado que realizan todas las mujeres. “Esta esfera (pública), que alguna vez fue característica del Estado nacional moderno, hoy está fragmentada, es múltiple y diversa en sus manifestaciones […]” (Dávila, 2020).

Desde tiempos inmemoriales, las mujeres hemos desempeñado roles esenciales en la construcción y el funcionamiento de las sociedades en todo el mundo. En la vida pública las mujeres han luchado incansablemente por la igualdad de derechos y oportunidades, como menciona Marcela Lagarde (1996): “las mujeres han compartido sus descubrimientos, comparado y sistematizado su experiencia y poco a poco han tejido consensos a las alternativas”. De esta forma hemos liderado movimientos sociales, participado en la política, la ciencia, el arte y en todos los ámbitos de la sociedad, desafiando las normas establecidas y abriendo camino para las generaciones futuras. Nuestra perspectiva y experiencias enriquecen el debate público y contribuyen a la toma de decisiones más inclusivas y equitativas.

En nuestra lucha por participar en actividades remuneradas, sea por necesidad o por superación, se aprecian los limitantes en otras actividades como el cuidado, la limpieza, el hogar y la crianza. Las cuales son actividades con gran carga de trabajo y la ganancia no siempre es equiparable, ni en un sentido monetario ni espiritual.  De acuerdo con Engels (1884), la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras ésta permanezca excluida del trabajo social productivo y, sobre todo, confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. Es decir, las acciones públicas reprodujeron una jerarquía de género en la cual el trabajo femenino no se ha reconocido plenamente, debido a la posición “naturalizada” asignada en la organización social.

Por ejemplo, al encontrarnos en espacios laborales se nos critica el abandono de espacios privados (en caso de ser madre) como lo es el hogar. Socialmente se plantea un supuesto egoísmo al preferir nuestro bienestar laboral (con sus beneficios y perjuicios) por encima de la responsabilidad de cuidado hacia nuestras familias nucleares, y esto se incrementa cuando se cuentan con infancias, personas adultas mayores o personas enfermas. Las responsabilidades del cuidado siguen repercutiendo como eco, provocando sensaciones de culpa e incapacidad de no poder realizar correctamente alguna de las dos actividades.

Y no es que una sea más importante que la otra, simplemente que en la organización social unas quedaron en desventaja, limitando a las mujeres que participan en ellas. En esta lucha de día a día, no hay que olvidar nuestro valor y nuestras metas. Porque, lamentablemente, el ritmo de vida y las injusticias sociales nos hacen caer en un círculo vicioso donde como cuidadoras, madres y trabajadoras asalariadas nos hacen olvidarnos del autocuidado físico y mental.

El 8 de marzo es para cuestionar el sistema en el que vivimos, desde el gobierno hasta nuestros sistemas de normas y creencias; hay que construirse sobre el papel que desarrollamos en esta sociedad, pues el que tenemos actualmente está hecho para que nosotras siempre nos encontremos agotadas: física, mental y espiritualmente. Siguiendo a Silvia Federici (2004:27), las feministas han sacado a la luz y han denunciado las estrategias y la violencia por medio de las cuales los sistemas de explotación, centrados en los hombres, han intentado disciplinar y apropiarse del cuerpo femenino, poniendo de manifiesto que los cuerpos de las mujeres han constituido los principales objetivos —lugares privilegiados— para el despliegue de las técnicas de poder y de las relaciones de poder.

Por esto, creemos importante que no nos sean indiferentes las luchas de las otras, que juntas construyamos mejores oportunidades y espacios donde encontremos alternativas y esperanza para seguir luchando. El 8M es para reflexionar a dónde queremos ir, de dónde partimos y qué herramientas tenemos que podemos compartir en colectividad con otras mujeres trabajadoras, ya que “en el momento en que las mujeres empiezan a participar en la elaboración del mundo, ese mundo es todavía un mundo que pertenece a los hombres: ellos no lo dudan, ellas lo dudan apenas”, Beauvoir (1987).

La lucha histórica de las mujeres no solo es seguir abriéndonos paso en actividades a las que difícilmente tenemos acceso, sino también de que las actividades que nos encargaron por generaciones tengan el reconocimiento y valor correspondido con el esfuerzo que implican, para posibilitar, así, la creación de otros mundos mejores para todas las personas.

El 8M es un día para recordar la lucha, resiliencia, resistencia y contribución invaluable de las mujeres en todas las esferas de la sociedad, así como reconocer y visibilizar los desafíos que aún enfrentamos las mujeres en la búsqueda de equidad y justicia. El camino hacia la igualdad de género está lejos de ser completado, es una tarea diaria que requiere el esfuerzo y la colaboración de todas las personas y nos recuerda la importancia del compromiso continuo con las causas feministas.

* Damariz Joceline Martínez Villa es investigadora de violencia y equidad de género de INCIDE Social. Jessica León Ramírez, Odette Margarito Ramírez, Ariadna Sánchez Barroso y Jessica Santos Fragoso son colaboradoras de INCIDE Social e integrantes del Programa de Jóvenes Construyendo el Futuro.