Los 50 años de Melania Trump: una mujer que vive entre el protocolo y la rebeldía

La imagen en la que Donald Trump, su marido desde hace quince años, le esquivó la mano para no caminar enlazados, recorrió el planeta. Del desplante habló el mundo. Ella, inmutable, continuó como si nada.

Aquella postal quizás sea, en parte, lo que define a esta mujer poderosa. Y que padece. Con todo, Melania Trump, estoica, cumple con la ritualidad del protocolo de los Estados Unidos mostrando una imagen armónica. Calladita y sin chistar, al menos para el afuera, para ese qué dirán que, de por sí, dice bastante.

Sin embargo, a contrapelo de lo que se cree, la primera dama estadounidense, que hoy cumple 50 años, tiene un notable poder e influencia sobre su platinado cónyuge. Empoderada, respeta formas, usos y costumbres, aunque lleva sangre rebelde, como lo demostró una y otra vez. A los golpes se adaptó a los modos de su líder consorte y a los sinsabores de la política. Está claro: a ella la seduce el poder y los poderosos, pero pertenece a otro mundo. Será por eso que, en innumerables oportunidades, metió la pata. Resiliente, siempre sale airosa. ¿O no tanto?

Se fabricó a sí misma. Malmirada y elogiada. Sin términos medios. Como lo son sus apariciones frente a la opinión pública. Aunque guarda mesura, no pasa inadvertida ni por lo que dice ni por lo que hace. Quizás a su pesar. Casi como un sino trágico. "Soy muy fuerte y sé cuáles son mis prioridades", dijo enérgica ante las voces más críticas. Se planta cuando quiere.

Y, dicen los que conocen algo de la intimidad en Washington que su delicadeza pública se contradice con las órdenes que suele impartirle a su marido tanto en el plano personal como en el institucional. ¿El destino de los Estados Unidos está en manos de Melania? Ni mucho ni tan poco. La hermosa mujer que hace gala de su elegancia tiene peso en los pensamientos de Donald, pero no tanto como algunos especulan.

Hoy celebrará sus cinco décadas sin la responsabilidad de ser parte de las decisiones sustanciales del gobierno de su esposo. 50 años en los que vio mutar su vida de manera radical. De aquella hija humilde de padre comunista a una mujer poderosa, bella y controversial.

Corte y confección

Melanija Knavs es el nombre con el que la inscribieron en la antigua Yugoslavia, el 26 de abril de 1970. Algo de la templanza de su pueblo resiste en ella. Novo Mesto es el nombre de su ciudad natal, hoy perteneciente a Eslovenia. Mundo nuevo es la traducción de esa tierra a orillas del río Krka.

Su infancia y primera juventud transcurrieron en un pequeño departamento de Sevnica. Su padre adhería a los partidos de izquierda. Y su madre cosía, habilidad que heredó Melania como semilla de su pasión ferviente por la moda. Su padre era empleado en una concesionaria automotriz que con su sueldo solo podía solventar los gastos imprescindibles de la familia.

Vivían con lo justo. Allí reside el germen de su necesidad de independencia. La pequeña Melania se juró que lograría un buen estándar de vida en cuanto abandonase la casa paterna. Amaba a los suyos, era una gran hija, pero quería más. Para complacer el mandato, estudió arquitectura. Pero, al año, abandonó la carrera. No era lo suyo.

Cuando inició su carrera como modelo, se la conoció como Melania Knauss. Precoz, las pasarelas le dieron la bienvenida cuando tan solo contaba con 16 años. En esa adolescencia empoderada inició su camino hacia la trascendencia. Con buen ojo, Vezenine Bled, la casa de ropa más importante de su país, la eligió como su imagen. En cuanto se vio en tremendos afiches en la vía pública olvidó por completo el deber ser para avocarse al camino de la concreción de los deseos. Sus deseos.

Sueño americano

Las capitales de la moda se rindieron ante su porte y su profesionalismo. Milán y París la adoptaron. Aunque lo padeció, ella se movía como pez en el agua en ese mundo de códigos rígidos que esconden una industria poderosa y una competencia feroz. Pero supo defenderse.

Algo del empuje que tuvo que enarbolar allí le sirvió para lo que se venía. Nueva York, 1996. En cuanto arribó al aeropuerto John F. Kennedy supo que ese sería su lugar en el mundo. Como tantos, llegó para cumplir con su sueño americano. Dos años después, en la prestigiosa Semana de la Moda, conoció a Donald Trump. Aquel desvelo de chica se concretó con creces.

La transformación

Lo que pocos saben es que, con la llegada a Brooklyn, Melania atravesó una verdadera mutación física. Su cabello cambió de color y dicen las malas lenguas que creció velozmente fruto de la colocación de extensiones. Además, se habría operado los pechos. Y, a fuerza de una rutina rígida, su cuerpo fue transformándose para cumplir con las exigencias de un universo implacable.

En el mientras tanto, buscaba sus papeles definitivos dado que no podía seguir en tierra norteamericana en carácter de turista. "Yo no desfilo de esa forma", le espetó a un estilista que quería marcarle el paso. Dueña y señora, marcó un estilo con el taco aguja. Se manejó por impulsos y convicciones.

Al desnudo

Gracias a aquellas cirugías que la convirtieron en una mujer distinta, ganó confianza, seguridad en sí misma y el deseo de mostrarse nueva. Esplendorosa. En el año 2000, se exhibió desnuda en la portada de la edición británica de GQ. Era otra. Bella como siempre, pero otra. Más esencial, sin los aditamentos protocolares que luego también incidirían en su modo de vestir.

Vogue, Harper´s Bazaar o Vanity Fair competían para tenerla. Melania se lleva bien con la desnudez. Sabe que tiene con qué. Por eso, Annie Leibovitch la eternizó con su lente en ropa interior ya estando embarazada. Ella espléndida en la escotilla de un avión con su taco aguja infaltable y Donald a pocos metros dentro de un auto deportivo. Una escena algo bizarra y efectista.as que pensar y ocuparme", espetó ella ante quien se atrevió con la pregunta del millón.

Políglota

Entre sus múltiples cucardas intelectuales, se encuentra el dominio de varios idiomas: esloveno, serbocroata, italiano, francés, alemán e inglés. De todos modos, siempre lleva intérprete en sus viajes al exterior y en los momentos en los que el protocolo la obliga a entrar en diálogo con personalidades del mundo.

Querido Sr. New York

El 22 de enero de 2005 se casó con Donald Trump, el hombre codiciado por su poder y su fortuna. El traje de novia de Dior costó 200.000 dólares. Durante los primeros años se dedicó a la crianza de su hijo Barron, hasta que la vida pública y política de su esposo le fue colmando también la agenda a ella.

El vínculo con su marido atravesó todos los estadíos. Incluso, algunos infidentes, habrían asegurado que, más de una vez, durmieron en camas separadas. "No intento cambiarlo", dijo alguna vez ante las cámaras de CNN. El sería bastante celoso, razón por la cual siempre buscó tener cerca a su mujer.

Con mi hijo, no

Melania se desvive por su hijo, Barron Trump, de 14 años. Mantenerlo fuera del alcance de la opinión pública, las fotografías indiscretas y los shows televisivos la desvela. Esto es lo que quizás pone, realmente, de mal humor a la primera dama. Se fastidia cuando el joven es mencionado o puesto a consideración de la gente. Ella siente, y siente bien, que el menor nada tiene que ver con la vida pública de sus padres.

La intimidad presidencial

Donald es un hombre acostumbrado a las bellas mujeres. No faltan los que se meten en la intimidad del lecho conyugal y han aseverado, en varias oportunidades, que el poderoso mandatario habría sido infiel alguna vez. "Soy madre y primera dama, así que hay cosas más importantes en l

La "inspiración" de Michelle

Donald aspiraba a llegar a la Casa Blanca como líder republicano. En 2016, en una convención partidaria, Melania dio un discurso. Lo hizo muy bien. La aplaudieron. Todos ya la imaginaban en acciones públicas de peso debido a lo convincente de su verba. Pero parece que hubo mucho de "inspiración" en un discurso ya dicho por Michelle Obama.

Luego de algunas semanas de ausencia frente al foco de los reporteros, Melania volvió a la vida pública. Aquello quedó como una más de sus múltiples anécdotas en ese aprendizaje de ensayo y error para convertirse en la mujer más poderosa de su país.

Regalo fallido

Parece ser que con la simpática Michelle la cosa está marcada por los traspiés. Donald ya había sido elegido presidente. Poco antes de asumir, él y su mujer debían visitar la Casa Blanca y tomar el té con el mandatario saliente y su esposa. Así sucedió. Fueron recibidos por Barack y Michelle Obama.

Luego de los saludos de rigor, Melania le entregó una gran caja a Michelle que, ante la incomodidad del objeto, debió ser socorrida por su marido. Su cara de espanto, retratada por los paparazzi, quedó inmortalizada. Con todo, el regalo de Melania era muy costoso. Se trataría de joyas de una conocida marca, según se observó en la caja.

¿Qué te pusiste?

Sexy, de figura envidiable y acostumbrada a ser mirada. Sin embargo, el vestuario de Melania no siempre fue el más adecuado. Sobre todo, en estos tiempos donde lucha entre la sensualidad de su estilo y el protocolo presidencial. Pero, la chica que no pierde las mañas, apeló a sus ropas para despotricar contra la prensa, o las fake news, según aclaró su marido. "I really don't care, do u?" ("Realmente no me importa, ¿y a ti?") se leía en su chaqueta verde militar cuando visitó a los niños inmigrantes en la frontera con México en junio de 2018. Mala decisión y una polémica frase en medio de esa visita sorpresa en Texas.

Casi un año antes, en agosto de 2017, acompañó a su esposo a la zona más afectada por el huracán Harvey. Sobria, impecable, y con un zapato con taco de 15 centímetros. Muerta antes que sencilla. Su amor por la moda, conjugado con su rebeldía y la necesidad de ajustarse a un protocolo conjugan, con frecuencia, una elección fallida.

Este miércoles 22, volvió a lucir su belleza y discreción en los jardines de la Casa Blanca con motivo de la celebración del Día Internacional de la Tierra. Humilló con su buen gusto, aunque no pocos observaron inspiraciones en otras mujeres referenciales del mundo glam como Meghan Markle. Se paseó en con un porte impecable. Y, claro, junto a su marido, quien esta vez le rozó la mano.

Eso sí, el árbol lo plantó con taco aguja y sin barbijo, aunque fue la primera integrante de la familia en mostrarse, días atrás, con el protector de tela ante la pandemia del coronavirus. Hoy, junto a Donald y Barron soplará las velas de su pastel de cumpleaños. Los 50 la muestran espléndida, sexy y con mucho más aplomo para encarar la vida pública de una agenda estresante y siempre en el foco de la crítica.