43 ancianos sobreviven al huracán María en Puerto Rico gracias a la diligente acción de sus cuidadores

Por Octavio Benitez

Guaynabo, Puerto Rico – La ferocidad de María, el fenómeno huracanado qué castigó el miércoles a Puerto Rico con vientos de 175 millas por hora peinó la vegetación y embistió contra la infraestructura como no lo había hecho ningún ciclón desde que San Felipe dispensó una incordia visita a la Isla del Encanto en 1928.

Vista de los daños causados por el huracán María este jueves 21 de septiembre de 2017, a su paso por San Juan (Puerto Rico). EFE
Vista de los daños causados por el huracán María este jueves 21 de septiembre de 2017, a su paso por San Juan (Puerto Rico). EFE

La inquieta formación, que en su trayecto hacía el Caribe se mostraba como un portento con elevada capacidad catastrófica, no defraudó. Tocó la puerta el martes por la noche con mucha lluvia y vientos de tormenta tropical, que a muy tempranas horas de la mañana ya impactaba con el rigor de un huracán categoría 5.

Horrible, fue el común denominador para definir a María, que no tuvo compasión alguna con el Hogar Juan de Dios, un centro de cuidado de ancianos, ubicado en el municipio de Guaynabo, que junto a Carolina, Bayamón y San Juan, conforman el area metropolitana.

En dicho Centro, 43 personas de edad avanzada hoy están ilesas gracias a la vocación de servicio de los cinco empleados que allí laboran.

Un poste de concreto colapsó frente al portón principal de la institución, las ventanas de la planta superior fueron arrancadas completamente de su base, dejando en evidencia algunas prendas de vestir en un guardarropa cuya puerta voló, como también lo hicieron señales de tránsito, planchas de zinc y ramas de árboles. En otra habitación, el inmenso boquete apenas deja ver un crucifijo que resistió aferrado a un clavo.

“Cuando nos percatamos de la cantidad de agua que entraba por las ventanas y nos dimos cuenta del peligro, enseguida iniciamos la evacuación de los 19 ancianos que estaban en el segundo piso, para ubicarlos abajo junto a otros 24”, comentó Dioscamily Fernández, líder de las enfermeras del Centro, quién admitió que “es la primera vez que paso un fenómeno como este trabajando con ancianos”.

La joven dijo además sentir impotencia, porque entiende que junto a sus cuatro compañeros (un enfermero, una técnica geriátrica y dos asistentes) ha podido, quizás con un poco más de tiempo previo al evento atmosférico, acondicionar mejor el lugar que atiende en su mayoría a pacientes de Alzheimer, demencia senil y bipolaridad.

El hogar de ancianos “San Juan de Dios” (Foto: Octavio Benítez)
El hogar de ancianos “San Juan de Dios” (Foto: Octavio Benítez)

Por lo pronto, los 43 abuelitos siguen recibiendo sus medicamentos y hacen sus tres comidas, gracias a la diligencia de Niurka San José, una simpática sexagenaria encargada de la cocina, que de inmediato desfigura el rostro con sólo recordar los silbidos de María. “Yo soy cubana y estuve allí cuando (pasó el huracán) Sandy. No se compara, esto fue horrible”, sentenció.

Sandy azotó con fuerza la Isla de Cuba en el año 2012, para luego seguir rumbo a Estados Unidos y convertirse hasta ahora en el segundo ciclón más destructivo en ese país después de Katrina.

Las ventanas del Hogar de ancianos San Juan de Dios volaron tras el huracán María (Foto: Octavio Benítez)
Las ventanas del Hogar de ancianos San Juan de Dios volaron tras el huracán María (Foto: Octavio Benítez)

A escasos 400 metros del Hogar Juan de Dios se encuentra la Escuela Elemental Santa Rosa III, uno de los siete refugios dispuestos para hacer frente a la emergencia en Guaynabo. El lugar, que resguardó a 38 personas, incluyendo a una joven embarazada de gemelos y cuatro ancianos, está a cargo de Melisa Torres, toda una veterana en estas lides.

“Tenemos muchas personas, que saben que sus casas son frágiles, que lo más seguro es que sus casas no estén cuando ellos regresen, no van a tener dónde regresar”, dijo Torres ilustrando el perfil de los que acudieron al refugio.

Empleados de Gobierno y ciudadanos que buscaron resguardarse de María, recogían ramas y escombros desperdigados por toda la modesta estructura. Otros conversaban o simplemente descansaban tendidos en catres que fueron dispuestos en tres aulas.

Torres no evitó comentar sobre el ambiente de camaradería que se respira en el plantel, el cual imperó incluso en los momentos en los que los vientos de María se sentían con mayor reciedumbre. “Aquí no hubo problemas. Sólo un incidente con una mujer que llegó ebria, exigiendo que quería dormir con su perro”, apuntó entre risas.

Experiencias como la de los cuidadores de los 43 ancianos del Hogar Juan de Dios y la del personal que lleva las riendas del refugio en la Escuela Santa Rosa III de Guaynabo representan una minúscula muestra de la labor, muchas veces invisible, que realizan personas con vocación de servicio en todos los refugios habilitados en Puerto Rico, así como en los diferentes centros asistenciales de una Isla, que al momento de redactar estas líneas, no reportaba ni un deceso vinculado la paso del Huracán María.