3 claves que explican por qué Bukele arrasó en las elecciones en las que fue reelegido presidente de El Salvador
Era tan grande su ventaja que Nayib Bukele ni siquiera esperó resultados oficiales para proclamar su esperado y contundente triunfo en las elecciones que le permitirá ser presidente de El Salvador cinco años más.
Horas después y ya con el 70% del escrutinio, el candidato del gobernante partido Nuevas Ideas se confirmó que cuenta con un aplastante apoyo de más de 1,6 millones de votos.
A enorme distancia en segunda posición se encuentra Manuel Flores, aspirante del FLMN, con 139.000 votos.
La oposición no pudo hacer nada frente a la aplastante popularidad del mandatario, que en su primer gobierno logró que El Salvador pasara a ser uno de los países más seguros de América aunque también recibió acusaciones de graves abusos contra los derechos humanos.
“Este día, El Salvador ha roto todos los récords de todas las democracias en toda la historia del mundo”, aseguró Bukele tras conocerse los primeros resultados. “Nunca un proyecto ganó con la cantidad de votos que hemos ganado este día".
Bukele se mantendrá así en el poder por otros cinco años y se convertirá en el primer presidente en gobernar el país centroamericano por un segundo mandato consecutivo desde que en 1983 se promulgó la actual Constitución, que prohíbe la reelección inmediata.
Sin embargo, los jueces de la Sala de lo Constitucional —elegidos por la Asamblea Legislativa en la que el partido de Bukele contaba con mayoría— realizaron una controvertida interpretación de la Constitución y dieron luz verde finalmente a su candidatura.
“Ahora, en estos próximos cinco años, esperen a ver lo qué vamos a hacer. Porque seguiremos haciendo lo imposible, seguiremos demostrando al mundo el ejemplo de El Salvador”, adelantó.
Pero ¿cuáles fueron las principales claves para que Bukele, considerado el presidente más popular de América Latina, haya logrado un histórico resultado electoral?
1. Mayor seguridad (entre denuncias de violaciones de derechos humanos)
Sin duda, la principal clave del triunfo de Bukele es la de haber reducido los niveles de violencia a mínimos históricos durante su primer gobierno en El Salvador, que en 2015 llegó a ser el país con mayor número de homicidios per cápita en todo el mundo.
Desde que en marzo de 2022 aprobó el régimen de excepción para el país, más de 75.000 personas fueron detenidas por presuntos vínculos con las pandillas que durante décadas aterrorizaron a los salvadoreños y que, en la actualidad, se encuentran prácticamente desarticuladas.
La seguridad regresó a la mayor parte del país. Los salvadoreños aseguran que pueden transitar libremente entre zonas que antes contaban con “fronteras invisibles” al estar controladas por pandillas rivales. Comerciantes y empresarios dejaron de sufrir extorsiones y otros países se interesaron por replicar el modelo de “mano dura” de Bukele.
"Este lugar no era nada seguro hasta que el presidente hizo eso [el estado de emergencia]. Creo que fue la mejor decisión y que es el mejor presidente que jamás haya existido", dijo una joven llamada Dennise a BBC Mundo el año pasado en una visita a La Campanera, un barrio que antes era uno de los más peligrosos de la capital, San Salvador.
Sin embargo, el hecho de que algunos derechos constitucionales estén suspendidos durante el régimen de excepción hizo que el gobierno recibiera miles de acusaciones por detenciones arbitrarias de inocentes, abusos contra los derechos humanos, violaciones al debido proceso y torturas y muertes de cientos de privados de libertad.
Desde que entró en vigor esta polémica medida, el número de personas en prisión se triplicó y el país alcanzó la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. En la actualidad, dos de cada 100 salvadoreños adultos están en la cárcel.
Bukele negó las críticas y acusaciones contra su gobierno. Pero el pasado mes de agosto, el gobierno dijo que 7.000 detenidos habían sido puestos en libertad.
"Cuando manejas una operación de estas dimensiones, podría haber un error y que haya gente detenida sin tener ningún vínculo con las pandillas”, admitió el año pasado el vicepresidente salvadoreño, Félix Ulloa, en una entrevista con la BBC. "Como se dice, lo perfecto es enemigo de lo bueno", justificó.
Bessy Ríos, analista política y abogada salvadoreña, afirma que Bukele logró controlar las pandillas de una manera “muy impresionante”, pero con “un alto costo para la sociedad”.
“Al Ejecutivo le ha funcionado el quid pro quo de ‘te doy seguridad a cambio de tus derechos humanos’. Y es lamentable porque la gente debería entender que el Estado no puede extorsionarte y darte una cosa a cambio de otra: te debe garantizar tanto derechos humanos como seguridad”, le dice a BBC Mundo.
2. Alta popularidad y "cambio de imagen" para el país
Pese a estas críticas, Bukele sigue considerado el presidente más popular de América Latina con un índice de aprobación de hasta el 90% según varios estudios, por lo que había escasas dudas de que sus resultados electorales serían arrolladores.
Junto a su imagen altamente valorada en El Salvador, otra de las claves de su éxito fue la transformación del país que Bukele se esforzó por trasladar a nivel internacional. Y uno de los primeros titulares mundiales logrados por el país fue cuando se convirtió en el primero del mundo en adoptar el bitcoin como divisa de curso legal en 2021.
Bukele admitió que su arriesgada apuesta por la criptomoneda —cuyo uso hoy en las calles del país es totalmente anecdótica— también serviría como un “cambio de imagen” para un país que hasta entonces solo era reconocido internacionalmente por su violencia.
El presidente adoptó otras iniciativas para atraer las miradas hacia El Salvador y transmitir su nueva realidad. Así, se convirtió en sede de grandes eventos como Miss Universo o los Juegos Centroamericanos y del Caribe. También recibió la visita del Inter Miami de Lionel Messi para jugar contra su selección nacional de fútbol.
El turismo empezó a interesarse por viajar a un lugar al que antes prestaba antes poca atención. El año pasado, el aeropuerto de San Salvador aumentó su número anual de pasajeros en un 32%, y el país se ubicó como el quinto del mundo en el que más aumentó la llegada de turistas internacionales (40%) comparado con 2019, según la Organización Mundial del Turismo.
Además, el país asistió recientemente a la construcción de grandes megaproyectos financiados por China como el nuevo Estadio Nacional o la impresionante Biblioteca Nacional, una gran urna de cristal de siete pisos y 24.000 m2 que funciona 24 horas durante todos los días del año desde su inauguración en noviembre.
Sin embargo, pese a estos cambios de imagen, mejorar la economía seguirá siendo el gran reto de Bukele en este nuevo mandato.
“Aunque tiene controlada la violencia e hizo esos eventos de talla internacional, no ha logrado hacer el milagro ni el despegue económico. Su apuesta para levantar la economía es el turismo, pero hoy por hoy eso no se ha visto. De hecho, en El Salvador el milagro lo siguen haciendo las mujeres que consiguen alimentar sus familias con el mismo presupuesto”, opina la analista Ríos.
En efecto, según datos de la FAO de entre 2020 y 2022, más del 48% de la población salvadoreña padecía inseguridad alimentaria que le llevaba a no comer lo suficiente por el aumento de precios. La canasta básica se encareció en un promedio de casi US$54 entre 2019 y octubre de 2023, pese a que el salario mínimo en El Salvador es de US$365.
3. Una oposición al borde de la extinción
A los logros conseguidos durante el primer gobierno de Bukele se suma como otra clave de su éxito el hecho de que la oposición frente a él se encuentra en una situación sumamente debilitada y sin opciones de hacerle frente.
En las elecciones de hace cinco años, el mandatario logró romper con el bipartidismo tradicional que históricamente gobernó El Salvador desde el fin de su guerra civil.
Y este domingo, los candidatos de esas dos formaciones (FMLN y Arena) quedaron a una distancia abismal respecto a Bukele en el recuento de resultados, al igual que el resto de aspirantes opositores a la presidencia.
En su contra jugaron varios factores. Al margen de la arrolladora popularidad del presidente, Bukele insistió en campaña en alertar sobre lo que podría suceder si el país volvía al pasado.
“Con tan solo un diputado menos, perderíamos esa mayoría y pondríamos en riesgo la guerra contra las pandillas. (...) La oposición podrá lograr su verdadero y único plan: liberar a los pandilleros y ocuparlos para regresar al poder”, dijo en un mensaje publicado en sus redes sociales.
Otro de los obstáculos para la oposición es el hecho de que la Asamblea en la que el partido de Bukele cuenta con mayoría aprobó reducir el número de diputados de 84 a 60 para esta nueva legislatura y adoptar la fórmula D’Hondt para distribuir los escaños, la cual favorece a los partidos mayoritarios. En este caso al suyo, Nuevas Ideas.
Sus defensores aseguran que la medida pretende ahorrar gastos en burocracia y fomentar la transparencia, pero los críticos subrayan que solo es una táctica de Bukele para mantener un mayor control sobre la Asamblea.
Además, los partidos no recibieron del Ministerio de Hacienda la deuda política, que es el mecanismo de financiamiento público para el proceso electoral que se calcula en base a los votos recibidos en los comicios anteriores, por lo que prácticamente no contaron con fondos para realizar sus campañas y trasladar sus propuestas a la ciudadanía.
De hecho, según encuestas previas a los comicios, entre el 65 y 85% de la población reconocía no conocer a los cinco candidatos que se presentaban como alternativa presidencial a Bukele.
Y aunque en los últimos años hubo varios partidos de oposición que se plantearon unirse para hacer frente a la aplastante popularidad de Bukele, la opción de una candidatura única acabó naufragando.
“El reto más importante de la oposición es poderse volver una opción, porque aunque hay gente molesta con el régimen de excepción y otras irregularidades, eso no los hace regresar a los brazos de los partidos tradicionales sino que prefieren no votar”, dice Ríos.
“Y eso es peligroso, porque la gente no los tiene como opción y está desesperanzada (…). Deberían apartar sus agendas personales y partidarias de intereses para poder hacer un solo frente común, porque así como están separados, no va a pasar”, concluye.
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