En 1974, la primera policía cubanoamericana patrulló Miami-Dade con falda y tacones
En 1974 Gerald Ford acababa de sustituir a Richard Nixon como presidente. “All in the Family” era el programa de televisión favorito de todos. Y una policía pionera de Miami-Dade patrullaba las calles con falda y tacones.
Los tacones eran, al menos, bajos, pero seguía siendo un uniforme que dificultaba perseguir a los maleantes, recordó Grace O’Donnell, conocida entonces como Grace Moreyra, a quien se atribuye el mérito de ser la primera mujer cubanoamericana en prestar juramento como agente de policía en Estados Unidos.
Casi cinco décadas después, en el sur de la Florida son habituales las mujeres afroamericanas e hispanas entre los agentes y mandos —aunque no tanto en las jefaturas— y ninguna usa falda como parte del uniforme.
“Creo que hemos avanzado mucho”, dijo O’Donnell. “Pero es como el resto de la sociedad en su conjunto. Mire cuántos años se tardó en haber una vicepresidenta”.
Las mujeres policías, que solo representan 12% de los agentes jurados de la Florida, siguen enfrentando retos en muchos departamentos. Pero para las pioneras como O’Donnell, había constantes indignidades que les recordaban que muchos de sus colegas no creían que pudieran estar a la altura. Literalmente.
O’Donnell recuerda que ella y otras mujeres policías recibieron revólveres de 38 milímetros con cañones más cortos y menos cartuchos que los hombres: armas de cinco disparos con cañones de tres pulgadas en lugar de los revólveres de servicio de seis disparos y cuatro pulgadas que recibían los hombres. Eran quizá algo más ligeros, pero también menos precisos. Casi medio siglo después y bien entrada en su jubilación, O’Donnell sigue sin saber porqué.
La aceptación por parte de los compañeros masculinos era difícil de conseguir también por otras razones.
“Había hombres que viajaban con mujeres cuyas esposas no estaban muy contentas con eso y te lo hacían saber”, dijo O’Donnell. Más tarde se casó con James O’Donnell, agente de Policía de Miami-Dade, y terminó su carrera de 36 años en 2010 como mayor al frente del Distrito de Hammocks de la agencia.
Desde 1890, cuando los libros de historia atribuyen a Marie Owens, de Chicago, el mérito de ser la primera mujer en abrirse paso en una plantilla policial compuesta exclusivamente por hombres, el ascenso de las mujeres a las fuerzas del orden ha sido a menudo difícil. Tuvieron que pasar otras tres décadas antes que Myrtle Siler fuera nombrada la primera jefa de Policía del Condado Chatham, en Carolina del Norte.
Pero el verdadero avance ocurrió en 1972, cuando el Congreso modificó la Ley de Derechos Civiles de 1964, que prohibía a los organismos estatales y locales la discriminación laboral por razón de sexo. Eso abrió la puerta a que más mujeres se integraran a las filas policiales y poco más de dos décadas después, en 1985, Penny Harrington, en Portland, Oregon, se convirtió en la primera mujer en dirigir un departamento de Policía importante en Estados Unidos.
Los relatos de los periódicos de la época explican por qué las mujeres siguieron siendo reacias a ser policías mucho tiempo. Harrington presentó más de 40 denuncias por discriminación sexual mientras ascendía. Y cuando finalmente llegó a la cima, una encuesta realizada entre los agentes jurados de la ciudad reveló que más del 90% desaprobaba su labor.
En la Florida, Sue Hogan, de Minneola, al oeste de Orlando, se convirtió en 1979 en la primera mujer jefe de Policía del estado. En 1994, Bonilyn Wilbanks-Free, de Virginia Gardens, fue elegida la primera mujer en dirigir un departamento de Policía municipal en Miami-Dade. Luego, en 2002, tras un accidentado y breve período de nueve meses como jefa de Policía de Miramar, Gwendolyn Boyd, de North Miami, se convirtió en la primera afroamericana en ser jefa de Policía de una ciudad de Miami-Dade.
Para entonces, O’Donnell ya estaba muy adentrada en su carrera policial y dirigía su propio distrito. Reflexionando en su carrera, O’Donnell, que todavía es voluntaria en el MDPD dos días a la semana, recuerda un momento que estaba en la fila para ser agente al mando pero se le negó el honor por ser mujer.
“Mi sargento dijo: ‘No voy a tener una sargento en funciones’. Así que no pude ser sargento en funciones. Había que vivir con ello. Así eran las cosas en aquella época”, dice O’Donnell. “Tenía que perseguir a los maleantes y saltar vallas con esa falda. Incluso nuestros zapatos tenían un pequeño tacón. Al principio era difícil. Una siempre quería simplemente que la aceptaran”.