A 10 años de la masacre de Allende, recrean la pesadilla para no olvidarla

Allende, Coahuila, municipio donde se perpetró una masacre, en 2011.
Allende, Coahuila, municipio donde se perpetró una masacre, en 2011.

La masacre de Allende, Coahuila, forma parte de la historia más siniestra de México. El 18 de marzo de 2011, sicarios de Los Zetas irrumpieron en el pequeño municipio fronterizo buscando venganza porque alguien les había traicionado. Tres días después la localidad era una zona de guerra: casas destruidas, comercios arrasados y un número de muertos y desaparecidos que todavía hoy no ha sido clarificado. En el horror de Allende se mezclan todos los elementos que han marcado los últimos 15 años de eso que Felipe Calderón denominó “guerra contra el narcotráfico”: el crimen organizado como poder real en un territorio, un Estado ausente e incapaz de proteger a su población, autoridades corruptas que rinden cuentas ante el narco y muchas víctimas. También, diez años después de la matanza, la impunidad.

Ahora que se cumple una década de aquellos sucesos trágicos, Netflix presenta una serie de ficción, basada en hechos terriblemente reales pero cuyos personajes no se corresponden con los que padecieron aquel horror. El 30 de junio podrán verse sus seis capítulos y hoy Animal Político presenta su tráiler en primicia.

El director James Schamus (productor de “Brokeback Mountain”, entre otros títulos) y las escritoras Monika Revilla y Fernanda Melchor firman un trabajo que nos lleva al Allende previo a la masacre y nos va acompañando hasta el momento en el que los narcos secuestraron y asesinaron a decenas de personas. A través de cada una de las historias personales se nos presentan continuas disyuntivas en las que no caben interpretaciones maniqueas de buenos y malos. Mediante la empatía con los personajes, la serie interpela al espectador con una pregunta: ¿tú qué hubieses hecho? O en palabras de Fernanda Melchor, “Allende representa la pesadilla que nos podría ocurrir a cualquiera”.

El trabajo, en algunos momentos lento y denso como era la vida en un municipio controlado por el crimen organizado, está basado en la investigación periodística “Anatomía de una masacre”, realizado por la reportera estadounidense Ginger Thompson. Aquel reportaje sirvió para revelar el papel de la DEA en los hechos que desembocarían en la masacre. En este caso, el texto se utiliza como guía para presentar a personajes trágicos y ambiguos que se convierten en piezas del engranaje previo a la matanza. No hay héroes ni villanos más allá de los perpetradores, representados como una fuerza brutal que prepara la ofensiva. Mientras tanto, hay seres humanos cuyo contexto les mueve a tomar decisiones en un contexto de urgencia. También, pequeñas narrativas que se cruzan y que reflejan algunos de los problemas que caracterizan el México actual como los abusos policiales, la desigualdad, los feminicidios o la explotación.

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“Queríamos crear en una serie enfocada en la cotidianidad, las pequeñas historias personales, la forma en que la violencia es vivida por una comunidad, una red de individuos interconectados unos con otros”, explica la escritora Fernanda Melchor, en entrevista con Animal Político. “No (es) solo la violencia del narco, sino la violencia como estructura, corrupción y violencia del Estado, la violencia feminicida y de explotación sexual, la doméstica”, añade.

La masacre de Allende fue un punto de inflexión, aunque todavía existen muchos interrogantes. La creencia popular dice que fueron más de 300 personas entre asesinados y desaparecidos. Sin embargo, la recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) 10VG/2018 que analiza los hechos solo llega a identificar a 49. Aquel informe señaló tanto a los integrantes del crimen organizado como a policías municipales de Allende como responsables de la matanza. Se abrieron seis procesos judiciales y la CDNH señaló a 33 elementos de la corporación municipal como piezas clave en los hechos.

Aquellos sucesos serían determinantes para la evolución del crimen organizado en la zona. Los hermanos Treviño Morales, los Z40 y Z42, fueron detenidos en 2012 y 2015. Con los arrestos comenzó el declive de la organización. Pero en Allende todavía pervive el miedo. Este es un miedo que aparece en el relato “Somos”, que pone rostro a las historias individuales que dan sentido a un contexto hostil. Una vendedora de hotdogs dispuesta a todo para proteger a su yerno. Tres amigos adolescentes ajenos a los negocios del padre de uno de ellos. Dos narcotraficantes que se odian, pero se necesitan para sobrevivir. Una migrante centroamericana obligada a prostituirse en su camino a Estados Unidos. Atravesando todos estos relatos está la figura de los sicarios que se preparan para irrumpir en Allende y provocar una masacre.

Somos es una historia real que hace sentido porque, a nivel microhistorias, empieza con el gobierno de EU y con la historia de un agente con buenas intenciones que termina regándola, cometiendo un grave error. Los errores son parte del sistema, de este régimen de poder que continúa hoy en día”, dice James Schamus, en entrevista con Animal Político.

“No siempre estamos del lado correcto”

El contexto es fundamental en esta historia. Estamos en marzo de 2011, en la recta final del gobierno de Felipe Calderón, quien puso en marcha la denominada “guerra contra el narcotráfico”. México lleva algunos años con un incremento en el número de asesinatos y ya se conocen algunas tragedias que marcarán la historia reciente del país. Aquel año, más de 27 mil mexicanos murieron de forma violenta. Fue un récord, tristemente superado en años posteriores. En aquel momento ya parece claro que la estrategia militarizadora no solo se muestra ineficaz para combatir el crimen, sino que termina siendo la chispa que incendia la violencia. Los cárteles se fragmentan y surgen nuevos actores armados. Los Zetas se convierten en la organización más temida por su brutalidad. Este es el México en el que se perpetra la masacre.

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“Allende representa la pesadilla que nos podría ocurrir a cualquiera. Creo que en cada estado estamos marcados por una masacre. Yo soy de Veracruz. Allá en 2011 fueron y arrojaron cuerpos frente a centros comerciales importantes, a menos de 1 km donde se celebraba una conferencia de seguridad pública”, explica Melchor.

Más allá del contexto general, la historia muestra también cómo decisiones adoptadas a cientos de kilómetros por personas desconocidas pueden marcar el futuro de un pueblo. En este caso, las malas determinaciones de agentes de la DEA, que comparten la información que han recibido sobre los hermanos Treviño Morales, líderes de los Zetas, con policías mexicanos que rápidamente entregan la información a los narcos. Como venganza, el cartel irrumpirá en Allende para hacer pagar a los supuestos traidores. Nuevamente, la idea de Allende como “pesadilla que le podría ocurrir a cualquiera”.

Para el director, la serie “cambia el foco de las narrativas usuales y nos da tiempo de pensar en qué pasa con las personas cuando se ven envueltas en estas historias de violencia”. En su opinión, el relato también supone un paso adelante ya que asume que las personas se ven envueltas en las historias y “no siempre estamos del lado correcto”. “Somos trata a los perpetradores de la misma manera que a las víctimas, no para excusarlos o explicarlos, sino porque son personas como las otras personas”, resume.

Las víctimas como prioridad frente al relato de los narcos

La forma en la que se presenta la historia se contrapone al auge de los narcorrelatos registrado en los últimos años. No son los capos y sus circunstancias, sino la vida de mujeres y hombres anónimos que se verán atravesadas por decisiones en las que ellos jamás tuvieron parte. Las víctimas, no desde la perspectiva de su condición de afectados por la violencia, sino como seres humanos que viven en un contexto hasta el momento antes de ser sacudidos por el horror. “Quisimos darle la vuelta a la narrativa de las series de narcos que existen actualmente. Las narrativas siempre giran alrededor de ellos, son los antihéroes, la cultura está glamourizada y la violencia es decorativa. Creo que este tipo de narrativas, cuando se repiten tanto, pueden llegar a ser nocivas y tóxicas, y pueden llegar a entumecer una realidad que estamos viviendo”, explica Monika Revilla.

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Las víctimas. Durante años, el papel de las víctimas en el relato ha sido ignorado. Y para Revilla, darles voz es clave “para empezar un diálogo y contrarrestar la narrativa preponderante”.

No consideran sus autores que una historia esté llamada a transformar el mundo, aunque tampoco eluden responsabilidades. “Sería soberbio y hasta ridículo pensar que con esto vamos a cambiar la realidad del país”, dice Melchor. Sin embargo, considera fundamental “la capacidad que tengamos como sociedad de conversar respecto a estos temas, romper el silencio”.

“Sí hay una deuda en la narrativa -cualquiera que sea- de hace falta la representación del ciudadano común”, dice.

Eso es “Somos”. La representación de la vida anodina en un pueblo fronterizo en México en el que confluyeron todos los elementos para convertirlo en símbolo de la violencia. La vida de hombres y mujeres golpeados por la violencia durante los instantes previos a convertirse en víctimas y victimarios. Una parte de la historia triste y sangrienta del país al que todo el mundo llegó demasiado tarde para contarla.

Como explica Fernanda Melchor, “Allende es una historia que ha tardado mucho tiempo en ser contada. Nosotros intentamos abrir la conversación tan necesaria, que afectan la vida de innumerables personas y siguen impunes. Son temas muy delicados que esta ficción en particular aborda de una manera sensible y respetuosa, mostrando estos claroscuros humanos. Hasta qué punto las fosas clandestinas, por ejemplo, no están hablando de otros pequeños allendes que han ocurrido en nuestra historia reciente. Es el colmo del horror, de la impunidad, de un silencio que se entiende que los habitantes y víctimas a veces procuren y traten de romper, pero es el silencio que series como esta buscan minimizar para abrir la conversación”.

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