Las élites rusas no dan señales de desafiar ampliamente a Putin

Alexander Y. Lebedev luce como un objetivo principal para las sanciones que buscan que las élites rusas se vuelvan en contra del Kremlin. Es un multimillonario y exagente de la KGB con conexiones profundas tanto en la clase dirigente de Rusia como en Occidente; su hijo es dueño de periódicos británicos y es miembro de la Cámara de los Lores.

Pero Lebedev tiene un mensaje para cualquiera que esté esperando que comience a intentar derrocar al presidente Vladimir Putin: “No va a funcionar”.

En ese respecto, Lebedev insiste en que no tiene ningún poder. “¿Qué? ¿Se supone que debería ir al Kremlin con una pancarta?”, afirmó Lebedev a través de una videollamada desde Moscú. “Es más probable que suceda lo opuesto”.

Importantes empresarios e intelectuales rusos huyeron de su país tras la invasión del 24 de febrero, para establecerse en lugares como Dubái, Emiratos Árabes Unidos; Estambul, y Berlín. Pero muchos otros que tenían buenas conexiones en casa y vínculos estrechos con Occidente se quedaron y ahora luchan por redefinir sus vidas.

Al hacerlo, sus caminos tomaron diferentes direcciones, lo que ilustra el punto de inflexión de las opciones que la guerra representa para los rusos millonarios e influyentes y las bajas probabilidades de que surja una amplia coalición de rusos para desafiar a Putin. Un puñado se está pronunciando en contra de la guerra mientras permanece en el país, a pesar del gran riesgo personal que eso implica. Muchos, como Lebedev, prefieren mantener la cabeza abajo. Algunos han optado por echar su suerte con el Kremlin.

“Tenemos lo que tenemos”, afirmó Dmitri Trenin, quien hasta abril dirigió el principal grupo de expertos del país financiado por Estados Unidos, el Centro Carnegie de Moscú, en el que Occidente confiaba para realizar evaluaciones independientes de las leyes y la política rusa. Ahora Trenin ha cambiado de rol por completo: define a Occidente como “el enemigo” y describe el “éxito estratégico en Ucrania” como la “tarea más importante” de Rusia.

“Todos hemos cruzado la línea de una confrontación en el que era posible el diálogo a una guerra en la que, en principio, no puede haber diálogo por ahora”, afirmó en una entrevista.

El estado de ánimo de la llamada élite rusa —un caleidoscopio de altos funcionarios, ejecutivos de negocios, periodistas e intelectuales— ha sido vigilado de cerca en busca de cualquier reacción interna contraria a la decisión de Putin de ir a la guerra. Algunos funcionarios occidentales creen que, si la consternación de esa élite por el repentino aislamiento económico y cultural del país cruzara un límite, Putin podría verse obligado a cambiar de rumbo.

Sin embargo, según muestran algunas entrevistas, lo que está sucediendo en realidad es que el estado de ánimo abarca un espectro que va desde la desesperación hasta la euforia, pero tiene un denominador común: la sensación de que el futuro del país está fuera de su control.

“Están bebiendo”, afirmó Yevgenia M. Albats, una periodista que sigue en Moscú, en un intento por caracterizar a esas élites consternadas por la decisión de ir a la guerra. “Están bebiendo como locos”.

Albats, una locutora de radio y editora de revistas liberal, continúa transmitiendo por YouTube desde su apartamento; la estación de radio Eco de Moscú, que transmitió su programa durante casi dos décadas, cerró tras el comienzo de la guerra. Albats ha llamado a Putin “criminal de guerra” y ya enfrenta cuatro cargos menores bajo la nueva ley de censura de Rusia.

Como una de las pocas liberales prominentes que continúa criticando enérgicamente la guerra dentro del país y tras ver cómo casi todos sus amigos se han ido, Albats afirma enfrentar una soledad “monstruosa”.

“Vaya energía juvenil de resistencia: todos los que podrían haber resistido se han ido”, afirmó Albats, de 63 años. “Debo resistir, de lo contrario dejaré de respetarme a mí misma. Pero entiendo que la vida se acabó”.

Sin embargo, para otros, la vida continúa. Lebedev, el magnate empresarial, posee una participación minoritaria en Novaya Gazeta, el periódico independiente cuyo editor Dmitri A. Muratov subastó su medalla del Premio Nobel de la Paz de 2021 por 103,5 millones de dólares esta semana para apoyar a los niños refugiados ucranianos.

Lebedev, de 62 años, aseguró que Rusia se estaba acercando al modelo de “Irán y Corea del Norte”, el cual podría sostener durante años. Durante una entrevista telefónica, predijo que Putin podría permanecer en el poder mientras su salud se lo permita y rechazó los rumores de que el presidente estaba enfermo y los calificó de “disparates”. Además, insistió en que era “una ilusión absoluta” pensar que los ricos de Rusia pudieran tener alguna influencia en el círculo íntimo insular de Putin.

La vida en Moscú ha cambiado poco hasta el momento, aseguró Lebedev, aunque estaba siendo cada vez más difícil importar su excelente colección de vinos de Italia. Señaló que aparte de Oleg Tinkov, el fundador de un banco ruso que afirmó haber sido obligado a vender su participación esta primavera, ningún magnate empresarial ruso se ha pronunciado de manera enérgica contra la guerra, a pesar de los muchos miles de millones que podrían poseer en activos en Occidente.

“Incluso si dices que esto fue un error”, afirmó Lebedev refiriéndose a la invasión, “todavía tenemos lo que tenemos”.

Es la misma lógica que ayudó a impulsar a Trenin, el exdirector del Centro Carnegie de Moscú, a cambiar de rumbo. Durante décadas, abarcó el discurso dominante de política exterior tanto de Moscú como de Washington y contrató críticos de Putin para que formaran parte de su grupo de expertos. Antes de la guerra, Trenin afirmó que era poco probable que Putin invadiera Ucrania porque hacerlo implicaría “grandes pérdidas humanas y financieras” y “un enorme riesgo para la propia Rusia”.

Pero tras el comienzo de la guerra el 24 de febrero, cuando algunos de sus colegas huyeron, Trenin decidió quedarse. Afirmó que, en retrospectiva, ya no importaba si la invasión había sido la decisión correcta y que ahora debía apoyar a su país en lo que calificó como una guerra entre Rusia y Occidente.

Los rusos que se fueron y se están expresando contra la invasión habían tomado la decisión de “oponerse a su país y a su pueblo en tiempos de guerra”, aseguró Trenin en una entrevista telefónica.

“Este es el momento de tomar una decisión crucial”, sentenció Trenin, quien sirvió durante dos décadas en las fuerzas militares soviéticas y rusas. “O te quedas con tu gente y en tu país o te vas”.

© 2022 The New York Times Company