Un área gris de lealtades divide una ciudad ucraniana liberada

Bouchée, una cafetería adaptada a la medida, similar a un territorio neutral en Sviatogorsk, Ucrania, el 29 de noviembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times).
Bouchée, una cafetería adaptada a la medida, similar a un territorio neutral en Sviatogorsk, Ucrania, el 29 de noviembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times).

SVIATOGORSK, Ucrania — Cuando Myroslava, una gerenta de construcción de 36 años, regresó el mes pasado a su ciudad natal de Sviatogorsk, al este de Ucrania, esperaba encontrar su casa destruida por los bombardeos.

En efecto, su casa estaba muy dañada, pero descubrió algo incluso más perturbador: sus vecinos, quienes se habían quedado durante la ocupación rusa, le habían robado muebles, aislantes y tejas de su casa y de una propiedad que ella supervisaba en la ciudad.

Era gente con la que había crecido, lamentó. Peor aún, las tejas saqueadas se veían en el techo del vecino.

“Los amigos ya no son amigos”, dijo en un frío día de noviembre, con el pelo castaño recogido en un gorro y su pequeña figura envuelta en un abrigo de invierno. “Los vecinos ya no son vecinos. Algunos parientes… ya no lo son, porque nadie esperaba que volviéramos”.

Desde que las fuerzas ucranianas liberaron Sviatogorsk en septiembre, los habitantes de la ciudad, que en su mayor parte sigue vacía, han sentido una inquietud similar. La llegada de los rusos en el verano impuso una especie de prueba de fuego para Sviatogorsk y otras comunidades muy unidas del este de Ucrania, donde la Iglesia y la televisión rusas llevaban años promoviendo la lealtad hacia Moscú.

Ahora que los civiles que huyeron de Sviatogorsk se están reuniendo con los vecinos que se quedaron, los residentes aseguran que se miran con desconfianza los unos con los otros. Y a medida que se acerca el frío invierno, la ciudad sigue dividida, no por las líneas con trincheras ni la artillería, sino por las lealtades de la gente: con Moscú o con Kiev.

Las sospechas llegan al grado de que los residentes ni siquiera coinciden en cuál es el bando, Rusia o Ucrania, responsable de los bombardeos que afectaron a varios vecindarios de la ciudad, dañando casas y matando a varias docenas de personas.

Myroslava regresa a su ciudad natal después de que esta fue liberada hace poco por las fuerzas ucranianas en Sviatogorsk, Ucrania, el 29 de noviembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times).
Myroslava regresa a su ciudad natal después de que esta fue liberada hace poco por las fuerzas ucranianas en Sviatogorsk, Ucrania, el 29 de noviembre de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times).

“Nadie dice lo que piensa: lo que defiende y todo eso”, comentó un habitante, un anciano que se rehusó a dar su nombre. Estaba sentado al lado de una estufa de acero caliente en una cafetería improvisada llamada Bouchée que sirve como territorio neutral de facto: un lugar donde tanto los proucranianos como los prorrusos pueden comer algo sin ser molestados, siempre y cuando no se metan con nadie.

El gobierno local recién instalado de la ciudad reconoce el problema y espera que los residentes con sentimientos prorrusos terminen por aceptar a Kiev, en especial cuando mejoren las condiciones después de que vivieron sin electricidad ni servicios básicos durante la ocupación.

“La conexión de telefonía celular funciona, la panadería funciona, la oficina de correos ucraniana funciona”, declaró Volodymyr Rybalkin, jefe de la administración militar local, quien actúa como una especie de alcalde interino. “Creo que hasta las personas que se quedaron a propósito durante la ocupación, a la espera de la llamada ‘paz rusa’, tarde o temprano comprenderán cuánto se equivocaron”.

Sin embargo, esa conversión no será fácil.

Incluso antes de la guerra, la presencia del Monasterio de las Cuevas —fiel a la Iglesia ortodoxa rusa y considerado uno de los cinco lugares más sagrados de la Iglesia— le dio una reputación prorrusa a la ciudad. La ubicación de Sviatogorsk en el Dombás, una región donde el ruso es la lengua principal y Moscú promovió durante décadas la política de la nostalgia soviética, agravó esa percepción.

La propaganda, en especial por televisión, ha ayudado al Kremlin a influir en algunos civiles rusoparlantes del este, aunque la representación de la región sea falsa, pues en esencia la considera parte de Rusia y cita la supuesta opresión de los rusoparlantes de la zona como una justificación para la invasión.

Todavía no está claro cómo Sviatogorsk superará su turbulento periodo de ocupación. De los 4000 habitantes que había antes de la guerra, quedan unas 650 personas, según las autoridades locales. Unos 120 residentes han regresado desde la retirada rusa.

Los retornados como Myroslava creen que más personas con sentimientos proucranianos volverán cuando el clima se vuelva más templado en primavera y diluya el sentimiento local hacia Rusia.

“Ya están empezando a regresar poco a poco, porque muchos de ellos no pueden pagar el alquiler en otras ciudades y regresan, aunque su casa esté destruida”, comentó Myroslava, quien volvió a su casa en octubre. Myroslava no quiso dar su apellido por razones de seguridad.

El monasterio, donde monjas y monjes permanecieron fieles a la Iglesia rusa, ejerce una influencia significativa en la ciudad, lo que añade una capa adicional de complejidad.

En semanas recientes, los servicios de inteligencia de Kiev han implementado al menos un operativo y una serie de arrestos para erradicar a los espías de la Iglesia, algo que Moscú ha condenado. Y hace poco, el presidente Volodímir Zelenski propuso la prohibición de la rama de la Iglesia ortodoxa ucraniana que le es leal a Moscú y aseguró que la medida era necesaria para garantizar que Rusia no pudiera “debilitar a Ucrania desde adentro”.

“Ucrania occidental piensa a su manera y el Dombás piensa de forma diferente”, mencionó uno de los monjes del monasterio, quien tampoco quiso dar su nombre. Comparó a los del oeste con “ocupantes”.

El anciano sentado en el café Bouchée hizo lo mismo, al comparar la liberación de la ciudad que logró Ucrania con otra “ocupación”.

Las autoridades locales todavía intentan determinar si algunos residentes colaboraron activamente con los rusos. Ruslan Tsymbal, un alto cargo de la policía del distrito de Sviatogorsk, se rehusó a hablar sobre el tema de los colaboradores rusos, pero confirmó que había investigaciones en curso. En el caso de las pertenencias saqueadas de la casa de Myroslava, la policía y el Ejército pudieron recuperar algunos de sus muebles robados.

Los residentes que resistieron gran parte de la ocupación desde sus refugios en los sótanos siguen evaluando las partes de su ciudad destruida y hay opiniones muy distintas entre algunos sobre cuál es el Ejército culpable de la matanza.

Más de 40 personas murieron durante la ocupación, según las autoridades locales, muchas de ellas a causa de los bombardeos.

“En un inicio, había mucha gente que intentaba demostrar que ‘Ucrania es la que arruinó nuestro edificio’”, comentó Rybalkin, el administrador militar. “Aunque no entendían que el enemigo había sido frenado aquí, cuando los ucranianos les impidieron a los rusos vadear el río”.

Sin embargo, los vecinos siguieron debatiendo sobre cómo se desarrolló la batalla por Sviatogorsk, la cual duró desde junio, cuando los rusos ocuparon la ciudad, hasta que se retiraron en septiembre.

Los combates se desarrollaron en fases en ambos lados del río Donets, el cual divide la ciudad en dos. Un puente que conectaba ambas orillas, donde los amantes colocaban candados en los barandales, fue destruido cuando las fuerzas de Kiev se retiraron en el verano.

Las fuerzas rusas situadas en la orilla norte del río dispararon contra las colinas del sur y a veces llegaron hasta los terrenos del monasterio. Las fuerzas ucranianas atrincheradas en la orilla alta respondieron disparando del otro lado del río hacia la ciudad.

El monje del monasterio acusó a los ucranianos de bombardear el lugar sagrado, donde mataron a varias personas, aunque era evidente, al menos por los daños que se podían ver desde el exterior, que los proyectiles habían salido del lado ruso del río.

Myroslava se encogió de hombros ante las afirmaciones de los residentes que culpan a los ucranianos de la destrucción de la ciudad. “Les gusta decir que Ucrania disparaba desde la montaña, pero no habrían disparado si no hubiera siete tanques rusos estacionados al lado de mi patio”, mencionó.

Los cascos oxidados de algunos de esos tanques siguen en su vecindario, abiertos a causa de los proyectiles ucranianos al igual que las casas que los rodean, cuyos paneles del techo repiquetean en el viento helado.

“No habrían disparado”, repitió.

© 2022 The New York Times Company