Casi todos creemos que las ratas son horribles: ¿Existe alguna forma ética de matarlas? ¿Deberíamos siquiera plantearnos esa pregunta?

Imagen de decenas de ratas (Foto:Getty)
Imagen de decenas de ratas (Foto:Getty)

El lugar: una casa modesta al final de una calle estrecha en Culver City, California. El problema: la propietaria de la casa había estado alimentando con pan a una población de ratas, que se habían mudado a su cocina y salón y luego al techo, donde habían comenzado a invadir las propiedades de los vecinos desde arriba. El diagnóstico: “increíble”, en palabras de Dave Schuelke, un exterminador de rostro sonrosado que también es la media mitad de la compañía especializada en control de plagas y reparación de viviendas Twin Home Experts. “Nunca había visto algo así”.

Schuelke estaba hablando sin aliento frente a la cámara que lo enfocaba. Estaba solo detrás de la casa, pero su público objetivo eran los casi 250 000 suscriptores del canal de YouTube Twin Home Experts, donde él y su hermano gemelo, Jim, publican vídeos de ellos trabajando. Hace nueve años comenzaron a subir vídeos sobre reparaciones generales en el hogar, pero más de 70 millones de visualizaciones después, su contenido se ha inclinado hacia las ratas.

“La gente quiere ver ese tipo de cosas atroces”, dijo Dave Schuelke, colocando la cámara. “La gente quiere ver la acción”.

El dilema

Hay muchas razones para controlar la población urbana de ratas: estos animales pueden transmitir enfermedades a los humanos, destruir propiedades y dañar los ecosistemas nativos. Sin embargo, las ratas también son animales sociales cognitivamente avanzados, por lo que preguntarse cómo controlarlas de manera eficaz puede conducir a un dilema ético complejo.

Las trampas con pegamento dejan a las ratas hambrientas durante días hasta que mueren por inanición. El veneno conduce a una muerte lenta y dolorosa y puede poner en peligro a otros animales salvajes. Las trampas de madera habituales a menudo atrapan las extremidades o las colas de las ratas, que terminan royéndolas con desesperación para poder escapar. Las trampas para capturarlas vivas son difíciles de usar y cuando muchas ratas se quedan atrapadas en el mismo lugar sin comida, pueden devorarse mutuamente.

¿Existe alguna forma ética de matar ratas? ¿Deberíamos siquiera plantearnos esa pregunta?
Una antigua trampa francesa de la colección de Shawn Woods, quien tiene un canal de YouTube llamado “Mousetrap Monday”, y vive cerca de Monmouth, en Oregón, el 1 de febrero de 2023. (Michael Hanson/The New York Times)

Aunque se pudieran desterrar del entorno urbano, ¿qué haríamos con ellas? ¿Liberarlas en el bosque donde pueden dañar los ecosistemas? ¿Tenerlas como mascotas? Las ratas son tan vilipendiadas como resistentes; peligrosas pero inculpables. “Inmediatamente terminas en una posición muy incómoda”, explicó Robert Corrigan, especialista en roedores de la ciudad de Nueva York que lleva décadas estudiando a las ratas urbanas. “No hay salida”.

¿Dónde están las trampas para ratas salvajes?

Los hermanos Schuelke, junto con unos cuantos empleados, habían pasado aproximadamente tres horas inspeccionando la casa en Culver City, buscando nidos de ratas y aberturas a través de las cuales los animales pudieran colarse. La estrategia de los gemelos consistía en cerrar todos los puntos de entrada y salida de las ratas y colocar trampas alrededor de la casa para atraparlos a medida que los animales se volvieran más hambrientos y desesperados.

Pero toda la zona estaba comprometida. Había agujeros en el techo, las paredes y el suelo. La dueña de la casa, una mujer de 82 años llamada Ann Chung, dijo que podía escuchar a las ratas debajo de ella por la noche. Mostró una especie de cariño por dichos animales; de hecho, los alimentaba dos veces al día. Pero ahora las ratas estaban destrozando sus colecciones de periódicos, libros y ropa y manchando sus alfombras con orina y grasa. “Ahora estoy derrotada en la vida, en todo, por culpa de estas ratas”, confesó Chung.

En Estados Unidos hay más de 4 400 patentes de trampas para ratones, pero es difícil encontrar diseños específicos para ratas, ya que la mayoría son trampas más pequeñas. Las infestaciones de ratas suelen ser un problema mayor que las de ratones, por lo que a menudo las personas no pueden solucionarlas por su cuenta y necesitan la intervención de una empresa profesional con expertos en el uso de trampas. Por ese motivo, al menos en parte, Woodstream, el mayor fabricante de trampas para ratas y ratones del país, vende unos 60 millones de trampas para ratones al año y solo 9 millones de trampas para ratas, según Miguel Nistal, presidente y Director Ejecutivo de la compañía. La mayoría se trata de las clásicas trampas de madera con resorte, que Woodstream vende bajo la marca Victor.

Nistal dijo que la principal queja que ha recibido sobre sus trampas para ratas fue simplemente que no las mataban. Las plagas de ratones se gestionan de manera relativamente sencilla ya que estos buscan cualquier fuente de alimento disponible y se eliminan con facilidad porque son pequeños. No obstante, Nistal dijo que solo alrededor del 65 % de las ratas que activan las trampas de presión mueren, según una investigación llevada a cabo por su compañía. Pueden liberarse o burlar la trampa deslizando el cebo de manera segura. Las ratas también desconfían de las cosas nuevas, como las trampas. “Cuando tú y yo nos hayamos ido y no exista nada más sobre la Tierra, habrá cucarachas y ratas”, afirmó Nistal.

Una trampa para ratas (Foto:Getty)
Una trampa para ratas (Foto:Getty)

Nistal comentó que ha dado seguimiento a las quejas y necesidades del consumidor con vistas a desarrollar nuevos productos. Uno de los problemas es la eficacia de las trampas, pero también la reutilización, no ver a los animales muertos y la notificación remota de que se ha activado una trampa. Para satisfacer esas necesidades, Woodstream ha desarrollado docenas de trampas que se dividen en tres categorías fundamentales: trampas de pegamento, de resorte y eléctricas. Sin embargo, la mayoría de las ventas de la compañía provienen de la clásica trampa de presión Victor, que se inventó en 1897.

¿Qué hace que una rata sea una rata?

La principal especie de rata que existe en Nueva York y Los Ángeles es la Rattus norvegicus, la rata marrón. Se trata de un roedor de tamaño mediano con una cola en forma de látigo que es resistente, intuitivo y particularmente fecundo. Un estudio realizado en una favela brasileña descubrió que la rata marrón hembra produce un promedio de 79 crías viables al año. Las ratas marrones viven en colonias y establecen redes de túneles en los que juegan, se acicalan y se frotan las narices como acto de reconocimiento. También tienen un gran abanico de expresiones faciales y pueden sentir las emociones de los demás miembros de su colonia. Quizá por eso se ha encontrado que las ratas marrones prefieren de manera consistente las recompensas que benefician a otros, en lugar de aquellas que solo las benefician a ellas.

Gran parte de las investigaciones sobre la cognición de las ratas se ha centrado en las ratas de laboratorio, que son criadas para la experimentación. Pero Michael Parsons, un ecologista urbano de la Universidad de Fordham que ha pasado dos décadas estudiando a las ratas de ciudad, afirmó que las ratas marrones salvajes, así como las ratas negras más pequeñas e inusuales, son más avanzadas que sus contrapartes de laboratorio. “Tienen personalidades únicas y sienten arrepentimiento, remordimiento y justicia social”, afirmó Parsons.

Corrigan, quien ha vivido y dormido en graneros llenos de ratas para entenderlas mejor, coincidió: “son animales inteligentes, toman decisiones, se arrepienten cuando se equivocan y son altruistas, tienen todo lo que tenemos nosotros”.

Erin Ryan, quien trabaja en la Sociedad para la Prevención de la Crueldad Animal de Columbia Británica en Vancouver, Canadá, ha pasado años estudiando las trampas para roedores y pensando en formas de establecer un programa de control en toda la ciudad que minimice el daño. “Lo que he aprendido en mi investigación es que ‘humano’ significa algo diferente para todos”, dijo. “Sin embargo, cuando hay roedores siempre llega el momento en que hay que recurrir al control letal”. Simplemente no es seguro atrapar y liberar a cientos de ratas.

A Corrigan lo contratan a menudo para lidiar con infestaciones grandes y complejas y diseña programas para ayudar a controlar la población de roedores. Entonces termina lidiando con cientos de ratas que viven en las paredes de un dormitorio o en los sótanos de los edificios. Cuando eso ocurre, es una “guerra total para eliminar un riesgo real y sustancial para la salud y la seguridad humanas”, afirmó. Pero al final tiene que matar a los animales que ha estudiado durante toda su carrera. Hace años, Corrigan comenzó a escribir las palabras más difíciles sobre las contradicciones de tratar a los roedores de manera humana. “¿Podemos, como humanidad, ser humanos con este animal?”, se preguntó. “La respuesta es un frío y rotundo no”.

© 2023 The New York Times Company

Oliver Whang

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