¿El triste final del PRD, partido que algún día acarició la presidencia y luego se extravió?

El PRD apunta a perder su registro como partido político. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)
El PRD apunta a perder su registro como partido político. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)

Hubo un día diferente para el PRD. Acariciaron la presidencia de la República en 2006. Su candidato, Andrés Manuel López Obrador, se quedó a sólo puntos porcentuales de Felipe Calderón, el vencedor que gobernó a México por los siguientes seis años. El PRD era entonces la segunda fuerza política de un México ya polarizado. Perdieron y se abrió paso a la crisis postelectoral más recordada de todos los tiempos.

Había, sin embargo, un motivo para ser optimistas: podían pelear por el dominio político del país y estaban arriba del PRI. Luego, en las siguientes elecciones federales, toparon con realidad: el PRI volvía a Los Pinos y el PAN caía por el peso de doce años de decepción. No habían conseguido la meta fundacional del partido: llevar a la izquierda a la presidencia de la República. Entonces vino la jugada maestra: unirse a los de siempre en el Pacto por México. Si no puede con el enemigo... Ah, y además, friccionar la relación con López Obrador, su cara, su líder social, e inducirlo a salir de sus filas.

Era el paquete completo: asegurar relevancia y buscar nuevos caminos después de las dos elecciones perdidas por AMLO. No lo vieron venir, aunque los elementos estuvieran ahí. López Obrador tenía el respaldo y visión necesarios para hacer su propio movimiento, que ya existía desde antes de la ruptura, y que mutó en un partido político nuevo. Hoy Morena, ese partido con menos de diez años de existencia, ha ganado sus segundas elecciones presidenciales consecutivas, ambas por más de 30 puntos de ventaja, y tendrá mayoría calificada en el Congreso. Mientras tanto, el PRD vive una crisis sin precedentes: está a punto de la desaparición.

Así lo reflejan los resultados del conteo rápido del INE. Para mantener el registro, los partidos deben tener un 3% de los votos. No fue el caso para el PRD, con los siguientes registros: 1.87% en la elección presidencial. Además de entre 2.0 y 2.7% en el Senado y 2.4 y 3.1% en la Cámara de Diputados. Es un final para el primer partido que gobernó la Ciudad de México (con Cuauhtémoc Cárdenas en 1997). Y que llegó a ser la fuerza dominante en entidades como Chiapas, Guerrero, Zacatecas, Michoacán y Tabasco.

El Pacto por México los hermanó con el régimen que habían combatido incluso antes de ser partido como tal, desde 1988, cuando una unión entre partidos opositores impulsó la candidatura presidencial del Ingeniero Cárdenas, saldada con aquella controvertida victoria de Carlos Salinas de Gortari. Unirse a Peña Nieto, priista de cepa, fue una traición para miles de militantes. Y luego, con la alianza total entre PRD, PAN y PRI, se confirmó que las bases ideológicas del partido amarillo habían desaparecido por completo. Hoy recogen los resultados de darle la espalda a su historia y propósitos. El PRD pasará a ser un recuerdo tras una degradación que no supieron ver ni mucho menos atender.

¿Qué seguirá para el PRD después de esto? Si desaparecen, es obvio que sus líderes, Zambrano y Ochoa, no saldrán de la vida política tan fácilmente. ¿Buscarán acomodo en las otras opciones partidistas de oposición? ¿Fundarán un nuevo partido político? O, quién dice que no pueda pasar, ¿irán a buscar refugio en Morena? Ya todo puede suceder y no será sorpresa. El fracaso lo llevarán por siempre en la espalda.