Harry, el 'enfant terrible' consentido por los británicos
El príncipe Enrique de Inglaterra, quien en los últimos meses se dedicó a enmendar su reputación dejando atrás errores de juventud, vuelve a estar en el ojo del huracán a sus casi 28 años, tras su 'strip-billar' en Las Vegas, aunque no pierde por ello el cariño de los británicos. Son muchos los que todavía guardan en su retina la imagen del adolescente con el aire perdido que caminaba junto a su hermano Guillermo siguiendo el féretro de su madre, la princesa Diana, por las calles de Londres en 1997. Enrique, apodado Harry, nació el 15 de septiembre de 1984, dos años después que su hermano, convirtiéndose así en el tercero en la orden de sucesión a la corona tras su hermano y su padre, el príncipe Carlos. Esta posición exigiría de Enrique un comportamiento ejemplar, a semejanza del de su hermano. Pero este joven enérgico de cabellos pelirrojos difíciles de domar ha consternado a su entorno en varias ocasiones a consecuencia de errores notables. Así, con 17 años confesó haber fumado cannabis. Sin embargo, la opinión pública no toma muy en serio sus deslices, puesto que su afición por la fiesta al estilo inglés, donde no faltan cantidades astronómicas de alcohol, le ha convertido en una de las personalidades favoritas de la prensa sensacionalista. Los tabloides publican enormes cantidades de fotos del príncipe, frecuentemente a la salida de bares y discotecas y en compañía de bellas jóvenes aristocrátas, o de la que fue su novia en diferentes períodos, la zimbabuense Chelsy Davy, cuando no se enfrenta directamente a los paparazzi. No obstante, en 2005 cometió un error incomprensible cuando apareció en una fiesta de disfraces vestido de oficial nazi, con el brazalete con la cruz gamada incluido. En aquella ocasión, el príncipe encontró la redención alistándose en el ejército. En 2008, tras una indiscreción de la prensa, se supo que se encontraba en misión en Afganistán, por lo que todo el país le acompañó en su decepción cuando tuvo que ser repatriado de urgencia por razones de seguridad a consecuencia de esa filtración. Más tarde se supo que durante su estancia se comportó como un perfecto camarada, además de un excelente jefe de filas, y las imágenes del príncipe jugando al fútbol con sus hombres divirtieron a los británicos. Aparte de unas declaraciones que rozaban el racismo sobre un colega paquistaní, por las que se disculpó, el príncipe no se había salido de la pauta en los últimos tiempos. Al contrario, Enrique había cosechado varios éxitos mediáticos como cuando fue un simpático testigo de honor de la boda de su hermano en abril de 2011, o cuando representó a su abuela, la reina Isabel II, durante una gira por países del Caribe el pasado mes de marzo, o hace dos semanas cuando presidió la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres. De la misma manera, Harry apoya las causas benéficas en las que participa la familia real. "Pese a que le sigue gustando beber y fumar, parece que ha madurado", constató recientemente Richard Palmer, corresponsal real del periódico The Daily Express. El príncipe, poco inclinado a los estudios clásicos a diferencia de su hermano mayor, obtuvo este año el ascenso a piloto de helicópteros Apache, que sólo se le concede a un 2% de los soldados que realizan la formación. Además, todos los británicos saben que el joven capitán sueña con volver a Afganistán, una información que, llegado el momento, sería mantenida en secreto hasta el final de la misión. Este viernes, otra vez, los británicos perdonaban holgadamente a su príncipe por su desliz en Las Vegas. Por un testimonio como el de Marie Cullen, lectora del Daily Mirror, que escribía "¡Qué vergüenza!" por haber manchado la reputación del país, se podían encontrar diez opiniones como la del lector Dawn Harris que aseguraba: "Me encanta el príncipe Harry, déjenlo en paz, es sólo un chico joven que se lo pasa bien". Las primeras páginas de los diarios británicos recogiendo la fiesta que vivió el príncipe Enrique de Inglaterra en Las Vegas, el 23 de agosto en Londres.