Las pasiones conservadoras que podrían contener a Donald Trump

Muchas de las encuestas en el camino a la elección de 2016, en gran medida movidas por percepciones sensacionalistas más que por valoraciones de fondo, no necesariamente muestran el verdadero nivel de los evaluados, y en cierto modo eso lo sugirió el segundo debate entre los aspirantes a la candidatura presidencial del Partido Republicano celebrado este 16 de septiembre en la biblioteca Ronald Reagan en California, y emitido por la cadena CNN.

Hay quien diría incluso que los enanos le crecieron a la Blancanieves de las encuestas, aunque la magnitud de tal fenómeno no esté clara todavía. El hecho es que el debate de CNN fue diferente al anterior, de Fox News, porque en él la hegemonía de Donald Trump quedó contenida y otras voces, incluso algunos que estaban en posiciones estadísticas marginales, tuvieron la oportunidad real de mostrar sus ideas, su personalidad y sus capacidades.

Ante Trump, Fiorina tuvo una participación destacada, y en general lució en el segundo debate, en CNN.
Ante Trump, Fiorina tuvo una participación destacada, y en general lució en el segundo debate, en CNN.

Trump, con todo, puede decir que tuvo un debate bueno pues ninguno de los otros candidatos realmente se enfrentó a él de un modo cáustico ni recibió golpes decisivos que lo hicieran tambalear. El magnate navegó bien durante el largo evento, de poco más de tres horas de duración y 11 participantes, pero al margen de algunos destellos no tuvo esos puntos de súbita ignición que atraen la atención de la audiencia y paralizan al adversario.

También podría decir que logró evitar el desgaste de un choque de frente de personalidades, algo que se especulaba podría suceder en el debate, en parte por sus propias respuestas pero también porque ese ácido enfrentamiento no tuvo tampoco lugar, al menos con la intensidad que se presumía.

Pero en otro sentido sí sufrió una sacudida importante. Este debate, por su formato rápido, de preguntas sobre multitud de temas que buscaban encarar a un candidato con otro y que daba breves pero múltiples oportunidades de hablar a cada uno, logró mostrar que todos los candidatos poseen atributos e ideas que, de un modo u otro, apelan a un segmento del electorado estadounidense. Y ratificó que Trump no es el candidato de las ideas, de las pasiones o de la trayectoria probada sino uno que corre con el oxígeno de su personalidad fulgurante, de su actitud ambigua que promete maravillas pero no dice cómo lograrlas ni parece saberlo aún, de la energía desbordante pero también de la improvisación.

Las virtudes del Trump que sabe captar el interés de un amplio segmento de la sociedad que está a disgusto con el gobierno y los aparatos partidistas por primera vez se vieron, así fuera aún de modo incipiente, contrarrestadas –contra lo que se había afirmado mucho hasta ahora- por ciertas ideas, por ciertas pasiones y por ciertas convicciones de las que Trump es ajeno.

Algunos ejemplos.

Ante Trump, Fiorina tuvo una participación destacada, y en general lució en el segundo debate, en CNN.
Ante Trump, Fiorina tuvo una participación destacada, y en general lució en el segundo debate, en CNN.

Carly Fiorina logró, con una frase sencilla, serena y directa, exhibir una distorsión grave de Trump: su tendencia a las afirmaciones sexistas, misóginas y ofensivas. Cuando Fiorina le dijo a Trump que así como él oyó decir a Jeb Bush lo que él dijo sobre cortar recursos para la salud de la mujer, todas las mujeres saben muy bien lo que Trump dijo cuando el magnate la atacó por su apariencia. Trump quedó señalado de sexista por Fiorina de una manera más simple y poderosa que lo que la conductora Megyn Kelly logró en el primer debate. Además, Fiorina se mostró firme, defendió su trayectoria al frente de HP, exhibió sus posiciones en asuntos internos y externos con claridad y hasta logró que Trump, quien había criticado su cara, le halagara su belleza.

Además, se evidenció que en varios de los temas que tuvieron participaciones más enérgicas y hasta apasionadas por parte de los precandidatos, Trump no tuvo un papel hegemónico, y a veces ni siquiera relevante. En el fuerte alegato que muchos, como Huckabee, Cruz, Christie o Fiorina, hicieron en contra de Planned Parenthood, entidad a la que acusaron frontalmente de perpetrar un comercio ilegal e inmoral de tejido de fetos abortados, se apreció –al margen de lo acertado o distorsionado de sus apreciaciones– una pasión por los ideales pro vida y una repugnancia hacia la noción de un comercio de fetos abortados que Trump no mostró, pero que serían sustanciales para el electorado conservador.

En ese mismo sentido puede hablarse del asunto de la amenaza nuclear de Irán y el trato del gobierno de Obama con el régimen iraní o de la lucha contra Estado Islámico y la pertinencia de haber invadido Irak durante el gobierno de George W. Bush. Trump repitió las mismas generalidades que ha manejado al respecto y, salvo en su enfásis en su posición de que la guerra en Irak fue un error, no tuvo aportaciones adicionales a sus posiciones ya sabidas (aunque exitosas en lo concerniente a las encuestas).

En cambio, por ejemplo, Paul mostró decidido la firme tradición libertaria de no implicar a EEUU en aventuras bélicas extranjeras y otros, más halcones, enunciaron una y otra vez la necesidad de incrementar con todo el poder militar estadounidense y criticaron explosivamente a Obama por ser el causante de la supuesta debilidad estadounidense y del auge de las amenazas radicales de Medio Oriente.

Sin ser decisivo, Bush mostró mayor energía ante un Trump algo moderado, pero siempre cáustico. (AP)
Sin ser decisivo, Bush mostró mayor energía ante un Trump algo moderado, pero siempre cáustico. (AP)

Incluso Bush, al que Trump acusó muchas veces de bajo en energías, tuvo su despertar sin que Trump pudiera responderle con la misma potencia devastadora que en otras ocasiones. Ambos intercambiaron algunos jabs al hablar Bush de la supuesta presión del donante político Trump para que se le dejara colocar un casino en Florida, lo que el magnate negó, y cuando Bush salió en defensa de su esposa, de origen mexicoamericano y de hablar español en su campaña. Bush pudo mostrarse humano sin ser débil, y Trump no pudo superar, como tampoco pudo con Fiorina, la figura de la esposa de Bush.

Incluso Rubio logró cierto empuje cuando discutió con Trump sobre lo que un presidente, o aspirante, debe saber de antemano sobre cuestiones que amenazan la seguridad nacional y mostró con ello una actitud más serena y juiciosa que el mero ímpetu declarativo de Trump.

Así, aunque eso no signifique un repunte automático o masivo, ciertamente Bush y Rubio habrían podido frenar su caída, al menos en el ámbito del debate, y comenzar a intentar una remontada, con una actitud que busca ser franca (como cuando Bush aceptó haber fumado marihuana en su juventud) y propositiva sin caer en los excesos de los que se le acusan al magnate.

Al final, el largo debate de CNN dejó abiertas muchas más puertas y ventanas de las que se esperaba. Se pensaba que este debate podría cancelar las posibilidades de muchos candidatos, pero en realidad fue para todos una suerte de bolsa de oxígeno (salvo, presumiblemente, para los otros cuatro que se quedaron al margen del debate principal y por ello de la exposición mayor que éste tuvo) que podría prolongar un poco más la carrera con un pelotón numeroso.

Muchos de los candidatos lograron oxígeno para continuar un poco más el paso de la campaña. (Reuters)
Muchos de los candidatos lograron oxígeno para continuar un poco más el paso de la campaña. (Reuters)

Trump y Carson, los punteros, desde luego continuarán con fuerza pero Bush y Fiorina consiguieron mostrar que aún pueden ser contendientes. Y el resto no solo evitó una derrota catastrófica (nadie tuvo, por ejemplo, el ‘oops’ de Rick Perry) sino que mostró, a los ojos de los republicanos de ideas y valores firmes, que hay más que farándula y parafernalia en este proceso primario y que el carismático Trump aún tiene pies de barro en el plano de las ideas de fondo y las pasiones ideológicas conservadoras.

La gran interrogante, con todo, es si esas valoraciones serán duraderas o si el peso de la celebridad estridente y del mero concepto de “no ser un político” continuarán dando mejores dividendos. Trump por ahora puede decir que sigue siendo el número 1, pero el debate insinuó que su talón de Aquiles no está en superarlo por el lado del histrionismo o incluso en el de la agresividad personal (algo que incluso Trump moderó en este debate) sino por el lado de las pasiones ideológicas conservadoras.