Hombre reencuentra a su gorila 5 años después
“Todo estaba bien y de repente, sin previo aviso, empezó a atacar a los humanos, a los negocios. El podía ser un amor, una criatura dulce, pero de repente se transformaba y cualquier cosa podía pasar”, relata en este video documental la esposa de Damian Aspinall, un conservacionista inglés que por más de 10 años ha estado trabajando en la readaptación de gorilas cautivos a su hábitat natural, llevándolos del Howletts Wild Animal Park, en Inglaterra, a su reserva de un millón de acres en África Occidental.
Pero aunque en la fundación el trabajo con los gorilas es cotidiano, esta historia tiene un profundo interés familiar. Kwibi, un gorila de tierras bajas, fue comprado por Aspinall en Inglaterra cuando era un bebé. Cuando el gorila cumplió 5 años, Aspinall decidió llevarlo de vuelta a la selva, para que viviera en libertad. Fue una decisión difícil, ya que para entonces Kwibi era un miembro más de la familia, y uno muy querido.
Con el tiempo, los Aspinall perdieron el rastro del gorila. No lo habían visto, ni habían tenido noticias de él en cinco años, cuando decidieron organizar un viaje para visitarlo. El reencuentro era toda una tentación para Damian. No podía calcular cuál sería la reacción del animal al verlo. ¿Lo reconocería? ¿Lo atacaría?
A bordo de un pequeño bote bajaron por el río, en el tupido bosque gabonés donde vivía el que ahora debía ser un enorme gorila de 10 años de edad. Damian comenzó a llamarlo: “Ven, Kwibi… ven”. Les tomó más de un recorrido encontrarlo. En uno de esos viajes, Kwibi respondió al llamado de su dueño.: “Hacíamos un giro para regresar cuando vi a un magnífico gorila bajando hasta la vera del río”.
Cautelosos, pero decididos, los miembros de la expedición abrieron camino a Damian hasta el animal. El reencuentro no vale narrarlo con palabras, hay que verlo (en el minuto 1:42).
“Me miró a los ojos con tanta intensidad y tanto amor. Fue una experiencia increíble. Nos sentamos juntos, me abrazó como a un amigo de muchos años que creía perdido. Fue hermoso”.
Luego, muy despacio, el gorila le presentó a “su esposa”, quien se acercó a verlo. El reencuentro familiar se había completado. Lo difícil sería despedirse. “Kwibi no me dejaba ir”.
El gorila siguió al bote con la mirada todo el camino de vuelta. Del otro lado del rio, Kwibi se reunió con su familia para decir adiós.
Con voz entrecortada, Damian Aspinall concluye: “Solo puedo decir que es la experiencia más hermosa y remarcable de mi vida”.