Un roedor puede esconder el secreto para paliar el dolor
Una cosa se puede dar por segura en biología: siempre encontraremos seres vivos en cualquier hábitat, por difíciles que sean las condiciones. Un ejemplo de ello es la rata-topo lampiña (Heterocephalus glaber), el único mamífero capaz de ocupar nichos ecológicos con un alto contenido en CO2.
Y no solo eso, sino que el ambiente en el que vive es muy ácido, ya que al disolverse el dióxido de carbono en agua produce ácido carbónico. Lo más interesante es que este animal puede esconder el secreto para paliar el dolor, al menos en parte. Así lo explican en este artículo.
Como este roedor está adaptado a vivir en dichos ambientes, ha desarrollado una serie de mecanismos para contrarrestar la acidez del medio. Y ahí está la clave para desarrollar nuevos analgésicos. Una de las razones por las que nos duelen las heridas es por el efecto que el ácido tiene sobre los tejidos.
Al entrar la zona dañada en contacto con los ácidos del aire, se produce un daño en los tejidos que se traduce como dolor. Si se descubre el mecanismo por el que la rata-topo lampiña evita sus efectos, se puede obtener la receta para paliarlo.
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Pero primero hay que demostrar que estos animales viven en dicho ambiente por voluntad propia. En muchos casos, las especies no están donde les gustaría, si no donde las presiones y la competencia con otros organismos los sitúan. Aunque se adapten a estos ambientes, si se les diese a elegir, cambiarían de hábitat.
Este no es el caso de las ratas-topo lampiñas. En el trabajo publicado se demuestra que, aunque tengan disponible lugares menos exigentes, prefieren vivir donde hay una mayor concentración de CO2.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores prepararon un conjunto de habitáculos, algunos de ellos con altas concentraciones de dióxido de carbono y otras sin ellas. Varias especies de roedores fueron situadas en este sistema, una cada vez, dejando que se moviesen libremente.
De todas las especies empleadas en el experimento, la única que utilizó las zonas de alta concentración fue la rata-topo. De hecho, prefería pasar el tiempo en dichas zonas, descartando las que el resto de animales prefirieron. Dado que no había ninguna interferencia, quedaba claro que las ratas-topo tenían una preferencia por ellas.
Los científicos también buscaban la molécula responsable de esta capacidad. Hacía falta saber qué hormona servía para que el cuerpo de estos roedores disparasen su mecanismo de protección. Sabían que debían buscar en el nervio trigémino, que se conecta y activa desde la nariz.
Así que monitorizaron un marcador molecular, una sustancia que sirve para medir la actividad de esta región. En concreto, se trata de la c-Fos, que aumenta sus niveles cuando se detectan cambios importantes en el aire, y está relacionada con el moqueo y el picor de la nariz.
En las ratas-topo, la concentración de este marcador apenas aumentó durante el experimento. Por el contrario, en el resto de especies de roedores sus niveles se dispararon cuando visitaban las zonas con mucho CO2, provocando la respuesta del cuerpo de los animales.
El objetivo principal del trabajo, dar con la molécula que permite a las ratas-topo vivir en un ambiente que ningún otro mamífero ha sido capaz de colonizar, aún no se ha alcanzado.
Pero se han dado pasos en ese sentido, y se ha abierto una nueva posibilidad. Ahora se sabe que estos animales prefieren estos ambientes, y dado que la cantidad de dióxido de carbono aumenta cada año y que nosotros no somos capaces de vivir en dichos ambientes, también pueden tener la clave para nuestra adaptación.
Fuente: Yahoo! España
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