Lo nunca visto en una librería: ofrecer solamente un libro a los clientes

Piensa en una librería. Te puede venir a la mente una de esas pequeñas librerías antiguas con encanto, con los estantes abarrotados de ejemplares polvorientos; o quizá una macrosuperficie de las que han surgido en los últimos años, con varias plantas atiborradas de novedades, clásicos, libros especializados, diccionarios y cualquier cosa que tenga páginas.

Sea cual sea la librería que te imagines, grande o pequeña, antigua o moderna, hay una característica evidente que va a tener: porrones de libros. Y es que en cualquier tienda se aplica el principio de la variedad: cuanta más oferta, más posibilidades de que el cliente encuentre lo que busca… ¿o no? Un librero de Tokio se ha dado cuenta de que esto no siempre es cierto y ha montado una librería de lo más original… una en la que solo puedes comprar un libro.

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Yoshiyuki Morioka es un librero japonés, propietario de una librería tradicional en Tokio. Tras muchos años organizando encuentros de lectura y firmas de libros, llegó a la conclusión de que muchos clientes tenían serias dificultades a la hora de elegir un libro para llevarse a casa.

Ante ese problema, Morioka ha dado con una solución de lo más radical, original e inesperada: ha abierto otra librería en el barrio tokiota de Ginza y, en vez de proveerla con cientos de ejemplares diferentes, ha decidido que cada semana se va a vender solamente un título.

La apuesta suena bastante arriesgada, pero no deja de tener su ingenio y su razón de ser. En una ciudad como la ultramoderna Tokio, donde la gente corre de un lado a otro con prisas, es una buena manera de ahorrar tiempo a los clientes, que confían en el buen criterio del propietario a la hora de seleccionar el título semanal.

La minimalista librería es un espacio pequeño y muy cuidado. Junto con el ejemplar semanal, se expone una serie de fotografías y piezas artísticas relacionadas con el libro, ofreciendo a los clientes toda una experiencia de inmersión en la historia. Así, la librería, como sucede con los numerosos templos y jardincillos que salpican la abarrotada ciudad de Tokio, se convierte en un oasis de paz, arte y refinamiento al más puro estilo japonés. ¿Tendría éxito una iniciativa así en una ciudad occidental?

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