La revolución viene en tarjetas de débito
Dos años después de haber conmocionado el corazón financiero de Estados Unidos, el movimiento Occupy Wall Street intenta una nueva estrategia anticapitalista. Pero esta vez no amenaza con manifestaciones callejeras, sino con utilizar algunas herramientas del sistema –como las tarjetas de débito—para lograr su caída.
Los fundadores de la Occupy Money Cooperative (OMC), el núcleo de este banco alternativo, no representan a toda la red de activistas. De hecho, su idea ha recibido algunas críticas de participantes de las protestas iniciadas en Nueva York en 2011, que luego se extendieron a otras ciudades del planeta.
Un banco para el 99 por ciento
Según los creadores de OMC, su experimento aspira a ofrecer productos financieros de bajo costo a las millones de personas excluidas total o parcialmente del sistema bancario de Estados Unidos, una parte del famoso 99 por ciento que se convirtió en parte del eslogan del movimiento Occupy. Ese grupo representa la cuarta parte de los hogares estadounidenses, o sea, unos 30 millones de familias.
El primero de estos revolucionarios productos sería una tarjeta de débito prepago, que contará con el soporte de Visa para su funcionamiento. OMC cobrará algunos de los servicios, por ejemplo, el uso en los cajeros electrónicos –1,95 dólares por extracción.
Pero antes de colocar las tarjetas en manos de los miembros de la cooperativa, el proyecto tendrá que reunir 900.000 dólares de “capital operativo”. La tercera parte de ese dinero servirá para pagar el primer año de trabajo del staff fundador.
“No buscamos beneficios”, aseguró a The New York Times el vocero de OMC, Carne Ross, un exdiplomático británico vinculado a Occupy Wall Street desde su origen en Nueva York. Ross insiste en la transparencia de la empresa, cuyos ingresos servirán para hacerla viable y expandir los servicios.
Los defensores del proyecto distinguen una banca “malévola”, solo animada por el incremento de los beneficios privados, y la propuesta alternativa de OMC, que pondría sus márgenes de ganancia a disposición de los miembros. El cobro abusivo de servicios como la protección contra el descubierto en las cuentas de cheque, ha sido utilizado como argumento en contra de las instituciones bancarias estadounidenses.
La tarjeta de débito prepago Occupy también servirá para hacer promoción del movimiento anticapitalista, en opinión de Vanessa Banti, una de las colaboradoras del blog de OMC. La activista elogió la posibilidad de los miembros de participar en las decisiones internas de la cooperativa, a un nivel que ningún cliente de un banco convencional puede alcanzar.
“Nunca sabremos realmente lo que podemos lograr si no experimentamos y asumimos los pequeños y ordinarios elementos de nuestra lucha así como los grandes”, afirmó Banti, que pidió en su texto un voto de confianza para la iniciativa de OMC. Sin embargo, al margen de la viabilidad financiera, lo que más preocupa a los críticos del proyecto es la integridad de sus directivos.
Una revolución desde adentro, ¿de veras?
El segundo cumpleaños de Occupy Wall Street apenas reunió, en el momento de máxima tensión, a unos pocos centenares de manifestantes en el distrito financiero de Nueva York. No obstante, los participantes en la protesta del pasado 17 de septiembre aseguraron que el movimiento sigue vivo.
"Los altos ideales y la determinación radical de estremecer los cimientos del sistema financiero han sido suplantados por una promesa de transparencia, responsabilidad y accesibilidad, todo envuelto en una tarjeta de plástico, sin dudas el mejor símbolo de las finanzas globales y el consumismo", resumió la editora Kirsten Salyer en Bloomberg.
Pero los más agudos ataques provienen de las filas del movimiento anticapitalista. En un artículo para la revista Tidal, la activista Suzahn Ebrahimian ironizó sobre la relación de la cooperativa financiera con los objetivos del movimiento Occupy. Según la escritora, OMC ofrece "una opción insignificantemente mejor dentro de un sistema que nos está matando, y eso a un precio razonable.”
Ebrahimian, una estadounidense de origen iraní radicada en Nueva York, cuestionó las verdaderas intenciones del equipo directivo de OMC, integrado por expertos en finanzas, empresarios y tecnócratas, “genios del marketing neoliberal disfrazados como nuestros mejores amigos”.
“Esta gente quiere perpetuar la idea de que la lucha no está en las calles, sino en nuestras billeteras”, sostuvo la estudiante. “Y si todo va bien, van a recibir un buen salario gracias a esta mentira”, aseveró.
Desde su lanzamiento en julio pasado, OMC ha reunido alrededor de 5.500 dólares de su meta de 900.000. Quizás el lento despegue de la iniciativa se deba en parte a este escepticismo dentro de las propias filas del activismo antisistema. “Occupy siempre ha sido un movimiento sustentado por el consenso y no hay consenso sobre este tema”, afirmó Patrick Burner, uno de los organizadores del movimiento en Nueva York.
Otros problemas podrían emerger si finalmente el proyecto despega. Dos de ellos rondan ya el pensamiento de los más suspicaces: ¿qué relación mantendrá OMC con Visa? Y si el dinero depositado en las tarjetas Occupy contará con la garantía de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC), ¿con qué banco trabajará OMC?