El enigma de "la pintura más robada de la Historia"

Aprovechando la tranquilidad y la oscuridad de la noche, un ladrón se ocultó sigilosamente en el interior de la catedral de San Bavón de Gante. Cuando pensó que había llegado el momento propicio rompió el candado de una de las capillas y se llevó dos paneles de una de las obras de arte flamencas más importantes de todos los tiempos: el célebre políptico de la Adoración del Cordero Místico, de los hermanos Van Eyck.

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Aquel robo, ocurrido el 10 de abril de 1934, no era el primero que sufría la célebre obra de arte, pero sí resultó ser el más trascendente, pues en la actualidad sigue sin resolver…

Encargado por el comerciante Joost Vijdt para decorar su capilla privada en la catedral, el políptico de Gante, compuesto por veinticuatro paneles y finalizado en 1432, ha tenido sin duda una de las historias más azarosas del arte occidental.

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El primer "sobresalto" lo sufrió en época de la Reforma protestante, cuando tuvo que ser sacado del templo y ocultado en el ayuntamiento durante veinte años para evitar que sufriera algún daño. Siglos después, durante las guerras Napoleónicas, las tropas francesas se llevaron el altar a París, y no regresó a Gante hasta el fin de la contienda.

A su regreso a la ciudad belga, la Diócesis de la localidad decidió empeñar seis de los paneles que forman la obra para obtener fondos, pero como no consiguió devolver el dinero a tiempo, las valiosas piezas fueron vendidas y acabaron en manos de un coleccionista británico, Edward Solly.

El comprador británico vendió los paneles al rey de Prusia, y los paneles pintados por los Van Eyck acabaron en la Gemäldegalerie de Berlín, una de las más importantes pinacotecas de la capital alemana.

Mientras tanto, el resto del altar sufrió un grave incendio en 1822 que dañó algunas de sus partes, y otros dos paneles —los correspondientes a Adán y Eva—, fueron trasladados a un museo de la capital belga.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, las tropas alemanas penetraron en la ciudad y tomaron como botín de guerra algunos de los paneles de la obra, disgregando aún más la valiosísima creación flamenca.

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Con el final de la Gran Guerra y en virtud al Tratado de Versalles, Gante vio al fin cómo todas las piezas de su obra de arte más preciada regresaban de nuevo a su lugar correspondiente, y el altar de los hermanos Van Eyck recuperaba el esplendor perdido por culpa de incendios, robos y saqueos.

Por desgracia, la tranquilidad no duraría mucho, pues en abril de 1934, en aquellos años convulsos del periodo de entreguerras, se produjo el robo al que aludíamos al principio.

El primero en percatarse del crimen fue el sacristán de la catedral, que descubrió horrorizado que alguien había arrancado de cuajo el panel de los "Jueces Justos", con la representación de Juan el Bautista en su parte posterior. En su lugar, el desaprensivo dejó un papel en el que parecía aclarar las razones de la sustracción: "Arrebatado a Alemania por el Tratado de Versalles".

En los primeros días, aquella enigmática nota hizo pensar a los investigadores que el robo era un acto de venganza de algún simpatizante alemán, descontento con las duras penas impuestas al país.

Sin embargo, las verdaderas razones del robo —puramente económicas— salieron a la luz cuando el ladrón envió una nota al obispo de Gante exigiendo el pago de un rescate: nada menos que un millón de francos belgas, toda una fortuna para aquellos años.

Para demostrar que estaba en posesión de la obra, el ladrón dio instrucciones para recuperar parte de la pieza —el panel posterior con la imagen de Juan el Bautista—, que había depositado en una consigna de equipajes de la estación ferroviaria de Bruselas.

A partir de ese momento se produjo un tira y afloja entre el ladrón, la policía y el obispado, hasta que las negociaciones llegaron a un punto muerto y el delincuente amenazó con no devolver jamás la preciada pieza. La obra maestra desaparecerá para siempre", advirtió en una de sus notas.

La investigación quedó en suspenso, hasta que unos meses después un hecho aparentemente sin relación con el caso —la muerte de un hombre en una localidad cercana a Gante—, ofreció una nueva pista a las autoridades. El fallecido era un humilde panadero llamado Arsène Goedertier, que había fallecido de un ataque al corazón. Antes de morir, Goedertier susurró en su lecho de muerte una frase enigmática: "Sólo yo sé dónde está el panel de la 'Adoración'…"

Como en las clásicas películas o novelas de intriga, el panadero falleció antes de desvelar la ubicación de la obra de arte. Sin embargo, el registro de su domicilio permitió encontrar copias y borradores de las cartas enviadas al obispado pidiendo el rescate por la pintura, así como una nota que nunca había llegado a enviar.

En esta última nota, Goedertier explicaba que el panel está "en un lugar del que ni yo ni nadie puede sacarlo sin llamar la atención de todo el mundo". Esta frase parece indicar que la obra de los Van Eyck podría estar en algún lugar concurrido y a la vista de todos, quizá oculto en algún escondite de la propia catedral.

Por desgracia, hasta la fecha todos los intentos por localizar el panel de los "Jueces Justos" han resultado infructuosos, de modo que el paradero de la obra —cuya localización exacta sólo conocía el fallecido Goedertier— se ha convertido por pleno derecho en uno de los grandes enigmas de la Historia del Arte.

En la actualidad una magnífica réplica de la pieza —realizada en 1941 por el restaurador Josef Vanderveken— completa el valioso y maltratado políptico, que aún habría de sufrir un nuevo robo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler ordenó su sustracción para que formase parte de su colección privada.

Por suerte, en esta última ocasión, y a pesar de haber sufrido algunos daños tras pasar varios meses en una mina de sal, el espectacular altar de Gante regresó a su ubicación original, donde todavía puede disfrutarse hoy en día.

Fuente: Yahoo! España
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