América descubre las bicicletas y Europa se desborda

Ciclistas en Copenhague (Heb - Wikimedia Commons)
Ciclistas en Copenhague (Heb - Wikimedia Commons)

Los promotores del uso de la bicicleta para el transporte urbano en Estados Unidos pedalean eufóricos hacia un prometedor futuro. Una tras otra, las grandes ciudades norteamericanas caen encantadas por los atractivos del ciclismo aficionado. Mientras, en Europa los países que antes anunciaban el próximo fin de los automóviles en las calles citadinas ahora enfrentan los excesos del tráfico sobre dos ruedas.

La moda de las bicicletas no se ha expandido sin oposición. Si en Nueva York una periodista de The Wall Street Journal calificó de totalitarias las reformas en el transporte impulsadas por el alcalde Michael Bloomberg –entre ellas el proyecto Citi Bike--, en París su homólogo Bertrand Delanoë soportó cinco años de burlas antes de que los residentes en la Ville Lumière se rindieran ante el ahora famoso Vélib.

¿La suma de beneficios a la salud y la economía de este viejo vehículo mecánico terminarán por erosionar el fervor de los estadounidenses por los automóviles? ¿Se trata solo de un cambio de medio de locomoción o la era de las bicicletas simboliza también una revolución de los patrones de consumo?

Más rápida, más saludable… y limpia

En Europa conocen a Copenhague como la capital de las bicicletas, además de ser la principal ciudad de Dinamarca. Cada día más de un tercio de la población de esta urbe prefiere pedalear hasta el trabajo, la escuela u otra cita en vez de conducir o utilizar el transporte público.

Según un reportaje de Greg Hanscom, publicado en la web Grist.org, los ciclistas perpetúan una tradición centenaria, que sobrevivió al auge de los automóviles en los años 60 y 70. Cuando se les pregunta por las razones para mantener esta pasión por el ciclismo, los residentes en Copenhague señalan a la facilidad para circular, los beneficios para la salud y el bajo costo.

En términos puramente económicos los resultados de gastar la energía del cuerpo para mover los pedales o caminar parecen derrotar argumentos en contra del sector automotriz. La Alliance for Biking & Walking de Estados Unidos afirma que los proyectos para favorecer el ciclismo y las caminatas pueden generar entre 11 y 14 empleos por cada millón de dólares invertido, mientras las autopistas crean siete nuevos puestos de trabajo a partir del mismo presupuesto.

En su informe de 2012 esta coalición señala otras tres áreas favorecidas por el hábito de caminar y montar bicicleta: la salud pública, la calidad del aire en las ciudades y el tráfico urbano. En cifras redondas, por ejemplo, el gobierno de Dinamarca estima que el pedaleo cotidiano de sus ciudadanos le ahorra alrededor de 300 millones de dólares anuales en cuidados de salud.

La Federación Ciclística Europea ha aportado también una medida precisa del impacto ambiental de las bicicletas. La comparación en cuanto a las emisiones de dióxido de carbono relacionadas directa o indirectamente con los automóviles, los autobuses y las bicicletas deja pocas dudas sobre cuál es la alternativa más limpia: mientras la producción y el manejo de los coches representan 271 gramos de CO2 por cada pasajero-kilómetro, los ómnibus generan 101 gramos de CO2 y las bicicletas apenas 21 gramos.

El presidente Barack Obama monta bicicleta durante sus vacaciones de verano (AP)
El presidente Barack Obama monta bicicleta durante sus vacaciones de verano (AP)

Dos ruedas conquistan el corazón de América

La inauguración en mayo pasado de Citi Bike, el sistema de renta de bicicletas en Nueva York, mostró a los estadounidenses que cualquier ciudad, sin importar su tamaño o la complejidad del tránsito, puede abrirse a la moda del ciclismo urbano.

Sin embargo, los entusiastas de la bicicleta reconocen que aún deberán pedalear mucho, antes de destronar al omnipresente automóvil y acercarse al uso que exhiben varios países de Europa y Asia. De acuerdo con el citado reporte de la Alliance for Biking & Walking, en las 51 grandes ciudades estudiadas como promedio apenas el uno por ciento de los viajes se realizan en bicicleta. Portland clasifica como la de mayor volumen de viajes sobre dos ruedas, con 5,5 por ciento, una cifra aún discreta frente a las urbes europeas.

Se espera que en los próximos dos años los proyectos para compartir bicicletas al estilo Citi Bike se duplicarán en Estados Unidos. Al inicio de 2013 cerca de una treintena de programas similares funcionaban en ciudades como Washington D.C., Boston y Miami.

La emergencia del uso de las bicicletas y los sistemas de uso colectivo como el Capital Bikeshare de Washington apunta también al interés creciente por el consumo compartido, en lugar de la adquisición de bienes para su disfrute individual. Es una tendencia ampliamente conocida en el alquiler de DVD, vestidos de promoción o bodas, el préstamo de libros y el uso de autos compartidos, extendido en Estados Unidos mediante la compañía Zipcar.

En un artículo para The New York Times, la periodista Tina Rosenberg elogió el auge de este “consumo colaborativo”, impulsado por factores tan concretos como la recesión y la necesidad de ahorrar, o más altruistas como el deseo de explotar los recursos del planeta de manera más eficiente. Visto de esta manera la bicicleta encarnaría un estilo de vida menos egoísta que el individualismo simbolizado por el automóvil.

Cifras oficiales indican que en 2010 se vendieron en Estados Unidos unos 15 millones de bicicletas, el triple de los autos comprados ese año. El uso y mantenimiento de sus vehículos obliga a las familias estadounidenses a desembolsar más de 7.000 dólares anuales como promedio. Ese gasto se reduciría considerablemente si optaran por pedalear en la mitad de sus salidas de casa, que no suelen sobrepasar los seis kilómetros de recorrido.

Los riesgos del éxito europeo

En algunas ciudades de Alemania, los Países Bajos y Dinamarca la popularidad de la bicicleta ha rebasado los pronósticos de sus defensores. Tras décadas de promoción de este medio de transporte, las vías exclusivas para ciclistas y los parqueos de urbes como la holandesa Groningen y la danesa Copenhague no dan abasto.

Un reportaje del semanario alemán Der Spiegel relata cómo las calles de Berlín se vive una verdadera batalla por el espacio, donde los transeúntes, los ciclistas más vulnerables y las leyes del tránsito caen con frecuencia víctimas de las oleadas de ciclistas. En la capital alemana el número de bicicletas en circulación diaria se ha duplicado en los últimos 10 años.

Sin embargo, estos inconvenientes que ahora preocupan a alcaldes y urbanistas europeos difícilmente detendrán la oleada de proyectos de ciclismo urbano en el resto del planeta. Ni el tráfico peligroso de Moscú, ni las junglas de automóviles de Buenos Aires y México D.F., ni el escepticismo parisino han sofocado el redescubrimiento de las bicicletas. Las palabras del alcalde Delanoë resuenan como una sentencia: “El hecho es que los automóviles ya no tienen un lugar en las grandes ciudades de nuestra época.”