Los ojos de las estrellas de mar pueden explicar la evolución de la vista

Cuando nos formamos una imagen en la cabeza de una estrella de mar, raramente le pondremos ojos. Básicamente por dos razones: no todas las especies los tienen, y cuando aparecen son muy pequeños y están situados en los extremos de los brazos – un sitio poco habitual para estas estructuras. Y sin embargo, tal y como explica un estudio reciente, estos ojos pueden tener la clave para entender cómo apareció la visión en los animales.

A pesar de que los especialistas saben de la existencia de ojos en este grupo de equinodermos desde hace casi doscientos años, hasta ahora no habían sido estudiados con detalle. La razón es muy simple, y no se trata únicamente de que sean estructuras muy primitivas. El factor principal es el sistema nervioso de estos animales.

[Te puede interesar: Las heces del pepino de mar pueden salvar los corales]

El cerebro de las estrellas de mar es muy pequeño, y está repartido por todo el animal. No existe un “centro de procesamiento de la información” como tenemos los vertebrados, entre otros animales. Por lo tanto, se consideraba que no tenía capacidad suficiente para analizar una información tan compleja como es la visual.

Pero en ciencia no basta con estar convencido de algo, hay que demostrarlo. Y para ello, los investigadores diseñaron un experimento muy sencillo. Escogieron dos especies de estrellas de mar, una sin ojos y otra que presentaba estas estructuras. Las dos vivían en el mismo hábitat, y se obtuvieron del mismo arrecife de coral.

El siguiente paso era sencillo. Se cogieron varios individuos de cada una de las especies y se los sacó de su hábitat. Todos ellos se depositaron en una playa cercana, a una distancia que permitía que los animales pudiesen volver al arrecife. Lo que se pretendía era comprobar qué utilizaban las estrellas de mar para huir de un entorno desfavorable – en la playa no tenía comida ni refugio – y cómo se las apañaban para volver a su hogar.

[Te puede interesar: Un fósil de más de 500 millones de años con forma de cigarro puro]

El resultado fue claro. Los miembros de la especie que carece de ojos siguió un patrón que se conoce como “paseo aleatorio”: comenzaban a marchar en una dirección y de repente la cambiaban, sin que existiera ninguna razón aparente. Es decir, se ponían a andar y giraban sin sentido, esperando llegar al arrecife por puro azar.

Justo lo contrario ocurrió con la especie que sí tiene ojos. En este caso, los animales se dirigieron desde el primer momento hacia el arrecife, prácticamente en línea recta. Detectaron rápidamente hacia dónde debían dirigirse, y así lo hicieron.

Sin embargo, y debido a que su sistema nervioso es muy pequeño, no eran capaces de evitar todos los obstáculos. Este hecho significa que son capaces de ver y discriminar objetos de gran tamaño, pero no los más pequeños. Lo que resulta coherente con las estructuras oculares que tienen, y que se deduce que fueron el primer paso evolutivo hacia una visión más desarrollada.