Comentarios groseros o fuera de lugar, así es cómo debes responder
Vivimos en tiempos agitados en los que es fácil perder la calma dejando que la hostilidad y la mala educación campen a sus anchas. Tiempos en los que los comentarios groseros y los insultos se han convertido en un fantasma que sobrevuela lo mismo platós de televisión que salones del Congreso, centros de trabajo, sitios públicos y hogares.
En ese contexto, todos podemos ser objeto de comentarios hirientes, insensibles o groseros, ya sea de desconocidos, amigos cercanos o familiares. En el calor del momento, podríamos tener dificultades para gestionar asertivamente la situación. Podríamos terminar enfadándonos y echar más leña al fuego o paralizarnos y no hacer nada dejando que la persona derrame su hostilidad sobre nosotros.
De hecho, la hostilidad, los comentarios completamente fuera de lugar y la grosería no solo nos hacen sentir mal, sino que afectan nuestro rendimiento y ponen en jaque nuestro equilibrio psicológico.
Un estudio realizado en la Singapore Management University constató que los comportamientos inciviles en el trabajo generan una gran dosis de estrés y pueden causar problemas psicológicos y de salud a largo plazo. Investigadores israelíes también comprobaron que cuando el personal médico recibe comentarios maleducados y groseros, suele cometer más errores en el diagnóstico y tratamiento de sus pacientes.
Lo peor de todo es que nos resulta difícil deshacernos de esa hostilidad. Se ha apreciado que la descortesía entre compañeros de trabajo afecta la relación de pareja puesto que la arrastramos hasta el hogar. Eso significa que debemos aprender a responder ante los comentarios groseros o fuera de lugar para evitar que nos afecten.
¡Cuidado! La grosería es tan contagiosa como la gripe
En 2016, investigadores de la Universidad de Florida realizaron un experimento muy interesante en el que pidieron a los participantes que completaran una encuesta de 15 minutos. Cuando terminaron, uno de los investigadores fingió ser un participante que llegaba tarde y pidió al responsable que lo incluyera en el estudio.
En uno de los grupos, el investigador le explicó amablemente que el experimento ya había comenzado y le dio la oportunidad de programar otro encuentro. En otro grupo, el investigador reprendió groseramente al participante y le dijo que se marchara.
A continuación, todas las personas debían realizar una tarea similar a una sopa de palabras. Algunas palabras eran positivas, como “útil”, y otras tenían un componente hostil, como “grosero”. Las personas que vieron al investigador comportarse de manera ruda y maleducada detectaron rápidamente las palabras más hostiles. Eso significa que la hostilidad se había activado en su mente.
Los investigadores se preguntaron si esa sensibilidad podía afectar el comportamiento social. Desarrollaron otro experimento y comprobaron que cuando las personas veían un vídeo de un empleado comportándose de manera grosera con un cliente, escribían correos electrónicos más hostiles cuando debían gestionar una incidencia.
Los investigadores creen que la grosería y la hostilidad son tan contagiosos como la gripe, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Si nos vemos inmersos en situaciones groseras u hostiles, seremos más propensos a comportarnos de la misma forma con otras personas, lo cual alimenta emociones como la ira y la frustración.
5 claves para responder inteligentemente a la hostilidad, la grosería y la insensibilidad
1. Haz una pausa para detener el ciclo de hostilidad
Cuando alguien te diga algo hiriente, grosero o fuera de lugar, intenta controlar el impulso de pagarle con la misma moneda. Si contraatacas, es probable que añadas más leña al fuego y agraves el conflicto. Considera que un acto grosero puede desencadenar fácilmente una espiral de hostilidad y enfado.
Por tanto, tómate unos segundos antes de responder. Dejar pasar un tiempo entre el comentario y tu reacción te permitirá ir más allá de la emoción inicial para dar una respuesta reflexiva. Respira profundamente, toma nota de las emociones que generó ese comentario, cálmate y valora cuál es la respuesta más oportuna.
Recuerda que en ese tipo de situaciones solo hay una cosa que puedes controlar: a ti mismo. Tienes el poder de no ceder a la hostilidad. No importa qué diga o cómo actúe esa persona, eres dueño de tu comportamiento. No te rebajes a su nivel ni permitas que te arrastre a su juego.
2. No hagas atribuciones a la ligera, valora las circunstancias
Todos caemos en el error fundamental de atribución. Se trata de la tendencia a asumir que las malas acciones de una persona definen quién es, independientemente de las circunstancias. Sin embargo, cuando somos nosotros quienes realizamos una mala acción, damos más peso a las circunstancias que nos empujaron a cometerla.
Por tanto, si alguien te dice algo que te molesta, es conveniente que te tomes unos minutos para valorar el panorama general. No asumas inmediatamente que se trata de una persona maleducada o grosera porque es probable que reacciones mal y quieras pagarle con la misma moneda.
En su lugar, pregúntate qué podría estarle sucediendo. No se trata de justificar su mal comportamiento, sino de intentar comprender qué le ocurre porque así podrás asumir una distancia psicológica de la situación y evitar que su comentario te afecte tomándolo como un ataque personal.
Todos tenemos días malos. Te ayudará recordar que en el pasado también has hecho comentarios hostiles o fuera de lugar. Sin embargo, eso no significa que seas una mala persona. Tan solo te has visto sobrepasado por las circunstancias, como quizá le ha pasado a la persona que tienes delante.
3. Recuerda que no es obligatorio responder
Si eres objeto de un comentario grosero o fuera de lugar, es probable que tu primer impulso sea enfadarte, pero no tiene que ser así necesariamente. No tienes que morder el anzuelo. Epicteto decía que “nadie puede dañarte sin tu consentimiento, te lastimarán en el preciso instante en que permitas que te dañen”.
Considera que las personas deben “ganarse el derecho” a opinar sobre ti y, sobre todo, a que tomes en cuenta sus opiniones. No vale la pena enfadarse por un comentario hiriente de alguien que no te conoce. De hecho, a veces ni siquiera vale la pena tomarse el trabajo de hilar una respuesta.
Valora el tipo de relación que mantienes con la persona que realizó el comentario y piensa en cuánto tiempo y energía estás dispuesto a invertir en ese vínculo. Si la relación es irrelevante o prácticamente inexistente, es probable que lo mejor para tu equilibrio mental sea ignorar ese comentario fuera de lugar.
4. Ante la hostilidad y la insensibilidad, responde con amabilidad y empatía
Mostrarse amable con alguien que acaba de tratarte de manera grosera puede ser extremadamente difícil. Sin embargo, no dejes que te arrastre a su tormenta. Mantener una actitud amable y positiva es una de las mejores estrategias para calmar la hostilidad.
Comportarte de manera educada y tranquila puede brindarle a esa persona la oportunidad de ajustar su comportamiento al tuyo. A fin de cuentas, las relaciones interpersonales son como una danza en la cual cada interlocutor refleja y responde a los movimientos del otro. La bondad puede ser un antídoto maravilloso contra la mala educación.
También podría ser útil mostrar empatía, sobre todo si conoces a la persona. Quizá está lidiando con una situación personal difícil o se siente abrumada por el trabajo. Mostrar que la comprendes y que no la juzgas le permitirá bajar la guardia y, con un poco de suerte, darse cuenta de la hostilidad o insensibilidad de sus palabras y hacer algo para enmendarlo.
Por desgracia, la amabilidad y la empatía no siempre funcionan, pero al menos podrás sentirte orgulloso de tu respuesta y de esa muestra de autocontrol y serenidad. No puedes obligar a una persona a comportarse bien, pero puedes mantener la calma y proteger tu equilibrio emocional.
5. Establece límites claros y hazlos respetar
Si vas caminando por una pradera y ves una valla, es probable que no la traspases. No te preguntarás por qué esa zona está vallada, sino que simplemente respetas la propiedad privada. Lo mismo ocurre con los límites en las relaciones interpersonales.
Si una persona realizó un comentario grosero, hiriente o fuera de lugar y quieres evitar que vuelva a hacerlo, lo mejor es dejar claros tus límites. No tienes que explicar tus razones, sino tan solo el límite que no debe traspasar. Un “por favor, no vuelvas a decirme eso” o “si vuelves a hacerme esa pregunta, me marcharé” deberían ser suficientes para que esa persona se dé cuenta de que ha traspasado un límite y no debe volver a hacerlo.
Si la persona no se muestra receptiva y vuelve a realizar comentarios groseros o fuera de lugar, lo más inteligente suele ser evitar el conflicto, pero dejando claro que no estás dispuesto a seguir adelante con la relación si mantiene esa actitud. A veces, cuando las personas no están dispuestas a asumir sus responsabilidades y nos toman por un felpudo donde depositar sus frustraciones, no queda más remedio que alejarse. Nuestra paz mental lo vale.
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