Guerra en Medio Oriente: el horror de Hamas también deja una lección sobre el precio del populismo
WASHINGTON.- Los israelíes todavía estamos tratando de entender lo que nos acaba de pasar. Primero comparamos el desastre de estos días con la guerra de Yom Kippur, en 1973: hace exactamente 50 años, los ejércitos de Egipto y de Siria lanzaron un ataque sorpresa y le infligieron a Israel una seguidilla de derrotas militares, hasta que las Fuerzas de Defensa de Israel lograron reagruparse, recuperaron la iniciativa y dieron vuelta el tablero.
Pero cuando se fueron sumando los horrendos relatos y las imágenes de la masacre de comunidades enteras, nos dimos cuenta de que ésta no se parece en nada a la guerra de Yom Kippur. En los diarios, las redes sociales y las reuniones familiares, la gente lo compara con las horas más oscuras para el pueblo judío, como cuando las unidades móviles de asesinos de las Einsatzgruppen de los nazis rodeaban y asesinaban a los aldeanos judíos durante el Holocausto, o como cuando el Imperio Ruso lanzó los pogromos contra los judíos.
En lo personal, tengo familia y amigos en los kibutz de Be’eri y Kfar Aza, y las historias que me llegan son escalofriantes. En esas dos comunidades, los terroristas de Hamas hicieron lo que quisieron durante horas: iban de casa en cada asesinando sistemáticamente a familias enteras, a los padres delante de los hijos, y tomando rehenes, incluidos bebés y ancianos. Aterrados, algunos sobrevivieron encerrándose en placares y sótanos, desde dónde llamaban desesperadamente al Ejército y la policía, que no llegaron hasta que en la mayoría de los casos ya era demasiado tarde.
Mi tío de 99 años y su esposa de 89 son miembros del kibutz de Be’eri. Todo contacto con ellos se cortó poco después de que Hamas tomó control del kibutz. Se quedaron escondidos en su casa durante horas, mientras escuchaban cómo decenas de terroristas arrasaban y masacraban a todos a su paso. Después me enteré que habían sobrevivido, pero conozco a muchas de las personas que recibieron la peor noticia de sus vidas…
Mi tía y mi tío son dos judíos duros y curtidos: nacidos en Europa del Este en el periodo de entreguerras, ya habían perdido todo su mundo durante el Holocausto. En mi familia crecimos escuchando las historias de judíos indefensos que se escondían de los nazis en el sótano o la despensa, sin nadie que fuese a ayudarlos. El Estado de Israel fue fundado para asegurar que eso no volviera a ocurrir.
¿Entonces por qué ocurrió? ¿Por qué el Estado de Israel estuvo “desaparecido en acción”?
En un plano, los israelíes están pagando el precio de años de hybris (desmesura), durante los cuales nuestros gobiernos y muchos ciudadanos comunes se sintieron tanto más fuertes que los palestinos, que pensaron poder darse el lujo de ignorarlos. Hay mucho para criticar sobre la forma en que Israel abandonó todo intento de hacer las paces con los palestinos y en que ha mantenido a millones de palestinos bajo ocupación durante décadas.
Pero eso no justifica las atrocidades cometidas por Hamas, que de todos modos nunca ha considerado ningún tratado de paz con Israel y ha hecho todo lo posible por sabotear el proceso de paz de Oslo. Quienes dicen querer la paz deben condenar e imponer sanciones a Hamas y exigir la inmediata liberación de todos los rehenes, así como un desarme total de la agrupación terrorista.
Más aún, sin importar qué parte de la culpa le corresponda a Israel, eso tampoco explica la disfunción del Estado israelí. La Historia no tiene moraleja…
Lo que explica la disfunción de Israel, más que cualquier supuesta inmoralidad previa, es el populismo: hace muchos años que Israel es gobernada por un caudillo populista, Benjamin Netanyahu, un genio de las relaciones públicas, pero un incompetente primer ministro. Netanyahu siempre ha puesto su interés personal por encima de los de la nación, y construyó su carrera política dividiendo al país para ponerlo contra sí mismo. Designó funcionarios en puestos claves de gobierno en base a su lealtad más que en sus capacidades, se adjudicó todos los éxitos sin hacerse cargo de ningún fracaso, y siempre pareció poco interesado en escuchar o decir la verdad.
Y la coalición que armó en diciembre de 2022 para seguir en el poder es por lejos la peor, una alianza de fanáticos mesiánicos y oportunistas desvergonzados, que hicieron caso omiso de los muchos problemas de Israel -incluido el deterioro de la situación de seguridad-, para abocarse a un insaciable acaparamiento de poder para ellos mismos. Con ese objetivo, adoptaron políticas en extremo divisivas, esparcieron ultrajantes teorías conspirativas sobre las instituciones del Estado que se oponían a sus políticas, y etiquetaron a las élites de funcionarios del carrera del país como “traidores del Estado Profundo”.
Al gobierno le advirtieron repetidamente sus propias fuerzas de seguridad y numerosos expertos independientes que sus políticas ponían en peligro a Israel y que erosionaban su poder de disuasión en un contexto de creciente amenaza externa. Cuando el jefe del Estado Mayor Conjunto pidió una reunión con Netanyahu para alertarlo sobre las repercusiones de sus políticas para la seguridad del país, el primer ministro se negó a recibirlo. Y cuando el ministro de Defensa, Yoav Gallant, igualmente se decidió a dar la voz de alarma, Netanyahu lo echó. Después tuvo que devolverle el cargo, pero solo por la indignación popular que desató su despido. Son actitudes como esas, repetidas a lo largo de los años, las que hicieron posible la calamidad actual de Israel.
Más allá de lo que cada uno piense sobre Israel y el conflicto palestino-israelí, la forma en que el populismo carcomió al Estado de Israel debería servir de advertencia para el resto de las democracias del mundo.
Israel todavía está a tiempo de rescatarse de una catástrofe. Su poderío militar es decisivamente superior al de Hamas y al de sus otros muchos enemigos. Además, la larga historia de sufrimiento del pueblo judío hoy ha unido a la nación. Las Fuerzas de Defensa de Israel y los organismos del Estado se están recuperando de su shock inicial, y la sociedad civil está más movilizada que nunca, para tapar los baches que dejó la ausencia del Estado. Los israelíes hacen fila durante horas para donar sangre, reciben en sus hogares a los refugiados de la zona de guerra, y donan comida, ropa y otros elementos esenciales.
En esta hora de necesidad, también hacemos un llamado a todos nuestros amigos del mundo para que no nos dejen solos. Es mucho lo que hay para criticar del comportamiento de Israel en el pasado. Ese pasado no puede cambiarse, pero esperemos que cuando hayamos derrotado a Hamas, los israelíes no solo exijamos que el actual gobierno se haga responsable, sino que también dejemos atrás las conspiraciones populistas y las fantasías mesiánicas, y que hagamos un esfuerzo honesto por cumplir los ideales fundacionales de Israel: democracia interna y paz con el mundo.
El autor de “Sapiens: de animales a dioses” y “Homo Deus: breve historia del mañana” es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide