Opinión: Lina Khan: Así es como debemos regular la inteligencia artificial

Lina Khan: Así es como debemos regular la inteligencia artificial. (Virginia Gabrielli for The New York Times).
Lina Khan: Así es como debemos regular la inteligencia artificial. (Virginia Gabrielli for The New York Times).

LINA KHAN, PRESIDENTA DE LA COMISIÓN FEDERAL DE COMERCIO, ESCRIBE SOBRE LA SUPERVISIÓN DE LA REVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL POR PARTE DE LA AGENCIA QUE DIRIGE.

Es emocionante e inquietante sostener una conversación realista con una computadora. Gracias al rápido avance de la inteligencia artificial generativa, muchos de nosotros ya experimentamos esta tecnología que tiene el potencial de ser revolucionaria, además de tener enormes implicaciones en la manera en que vivimos, trabajamos y nos comunicamos en todo el mundo. Aún está por verse el máximo potencial de la inteligencia artificial generativa, pero no cabe duda de que será muy disruptiva.

La última vez que nos encontramos ante un cambio social tan generalizado provocado por la tecnología fue al inicio de la era de la Web 2.0 a mediados de la década de los 2000. Empresas nuevas e innovadoras como Facebook y Google revolucionaron las comunicaciones y ofrecieron servicios populares a una base de usuarios en rápido crecimiento.

Sin embargo, esos servicios innovadores costaron caro. Lo que en un inicio concebimos como servicios gratuitos se monetizaban a través de la vigilancia generalizada de la gente y las empresas que los usaban. El resultado ha sido una economía cibernética en la cual el acceso a servicios cada vez más básicos está condicionado al acaparamiento y la venta a gran escala de nuestros datos personales.

Estos modelos empresariales llevaron a las compañías a desarrollar sin descanso maneras invasivas de rastrearnos y la Comisión Federal de Comercio más tarde encontraría motivos para creer que varias de estas empresas habían violado la ley. Esta táctica, aunada a estrategias agresivas para adquirir o bloquear empresas que amenazaban su posición, consolidó el dominio de un puñado de empresas. Lo que empezó como un conjunto revolucionario de tecnologías acabó concentrando un enorme poder privado sobre servicios clave y consolidando modelos de negocio que entrañan costos extraordinarios para nuestra privacidad y seguridad.

La trayectoria de la era de la Web 2.0 no fue inevitable, más bien estuvo moldeada por una amplia gama de decisiones relacionadas con políticas públicas. Y ahora nos enfrentamos a otro momento determinante. A medida que se generaliza el uso de la inteligencia artificial, los servidores públicos tienen la responsabilidad de garantizar que no se repita esta historia que nos costó tan caro aprender.

A medida que las empresas se apresuran a desplegar y monetizar las inteligencias artificiales, la Comisión Federal de Comercio examina con sumo cuidado cómo podemos cumplir mejor nuestro doble mandato de promover la competencia leal y proteger a los estadounidenses de prácticas desleales o engañosas. A medida que evolucionan estas tecnologías, nos comprometemos a hacer lo que nos corresponde para defender la larga tradición de Estados Unidos de mantener los mercados abiertos, justos y competitivos que han sustentado tanto las innovaciones revolucionarias como el éxito económico de nuestra nación, sin tolerar modelos de negocio o prácticas que impliquen la explotación masiva de sus usuarios. Aunque estas herramientas son novedosas, no están exentas de las normas existentes y esta comisión hará todo lo posible para hacer cumplir las leyes que se nos ha encomendado administrar, incluso en este nuevo mercado.

Aunque la tecnología se mueve con rapidez, ya podemos ver varios riesgos. La expansión de la adopción de la inteligencia artificial puede afianzar aún más el dominio del mercado de las grandes empresas tecnológicas. Un puñado de empresas poderosas controla la materia prima necesaria de la que dependen las empresas emergentes y otras compañías para desarrollar y desplegar herramientas de inteligencia artificial. Esto incluye los servicios en la nube y la potencia informática, así como vastos almacenamientos de datos.

Las autoridades y los reguladores deben estar atentos. Las empresas dominantes podrían utilizar su control sobre estos insumos clave para excluir o discriminar a los rivales que se encuentran por debajo de ellas, así eligiendo ganadores y perdedores con el fin de afianzar aún más su dominio. Mientras tanto, las herramientas de inteligencia artificial que las empresas utilizan para fijar los precios de todo tipo de productos, desde detergente para la ropa hasta reservaciones en un boliche pueden facilitar un comportamiento de colusión que infle los precios de manera injusta, así como formas de discriminación de precios destinadas a audiencias específicas. Los organismos de control tienen la doble responsabilidad de vigilar los peligros que plantean las nuevas tecnologías de inteligencia artificial y de promover la competencia leal necesaria para garantizar que el mercado de estas tecnologías se desarrolle dentro del marco legal. La Comisión Federal de Comercio por ley cuenta con jurisdicción para lidiar con los problemas que plantea el rápido desarrollo de la inteligencia artificial, como la colusión, la monopolización, las fusiones, la discriminación de precios y los métodos de competencia desleal.

Además, los riesgos de la inteligencia artificial generativa incrementan de manera exponencial el fraude. Tal vez no esté lista para sustituir a los escritores profesionales, pero ya puede elaborar un mensaje que parezca auténtico con mucha más destreza que el estafador promedio, lo que permite a estos criminales generar contenido de forma rápida y barata. Los chatbots ya se están utilizando para generar correos electrónicos de ‘phishing’ selectivo diseñados para estafar a la gente, sitios web falsos y reseñas falsas de consumidores, incluso se está instruyendo a los bots para que utilicen palabras o frases destinadas a grupos y comunidades específicos. Por ejemplo, los estafadores pueden redactar correos electrónicosde ‘spear-phishing’ altamente personalizados con base en las publicaciones en redes sociales de un usuario particular. Estas tecnologías, aunadas a las herramientas que crean videos falsos y clones de voz, pueden utilizarse para facilitar el fraude y la extorsión a gran escala.

Al hacer cumplir la prohibición de la ley a las prácticas fraudulentas, buscaremos no solo a los estafadores de medio pelo que utilizan estas herramientas, sino también a las empresas que las facilitan.

Por último, estas herramientas de inteligencia artificial se están entrenando con enormes cantidades de datos de una forma que en términos generales no está controlada. Como pueden recibir información plagada de errores y sesgos, estas tecnologías corren el riesgo de automatizar la discriminación, privando de manera injusta a la gente de oportunidades laborales, vivienda o servicios clave. Estas herramientas también pueden entrenarse por medio de correos electrónicos y conversaciones privadas, datos confidenciales y, en última instancia, pueden acabar exponiendo información personal y violando la privacidad de los usuarios. Se aplicarán las leyes existentes que prohíben la discriminación e intervendrán las autoridades que prohíben la recopilación o el uso abusivo de datos personales.

La historia del crecimiento de las empresas tecnológicas de hace dos décadas sirve de ejemplo para reflexionar sobre la expansión de la inteligencia artificial generativa. Pero la historia también nos ha enseñado cómo manejar la disrupción tecnológica para beneficio de todos. A finales de la década de 1960, IBM, el gigante de la informática, sometido a un escrutinio antimonopolio, separó el software de sus sistemas de hardware, lo cual catapultó el auge de la industria estadounidense del software y generó un crecimiento de billones de dólares. La acción gubernamental obligó a AT&T a abrir su bóveda de patentes, lo que desencadenó décadas de innovación y aceleró la expansión de incontables empresas jóvenes.

El compromiso que Estados Unidos siempre ha tenido con el fomento de la competencia leal y abierta ha sido una parte esencial de lo que ha hecho de esta nación una potencia económica y un laboratorio de innovación. Una vez más nos encontramos en un momento determinante clave. ¿Podemos seguir siendo la cuna de la tecnología más avanzada del mundo sin aceptar modelos empresariales de competición a la baja y un control monopolístico que excluya los productos de mayor calidad o la próxima gran idea? Sí, si tomamos las decisiones políticas adecuadas.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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