'Yo no soy monárquico, soy juancarlista', la frase que se ha convertido en un tabú
Se ha repetido hasta la saciedad, como si fuera el último clavo ardiendo al que agarrarse para defender la monarquía en España, un país en donde los monárquicos cotizan a la baja tras ver cómo desde Carlos IV, en el siglo XIX, los Borbones se han visto abocados al exilio en algún momento de su vida. Hablamos del 'Yo no soy monárquico, soy juancarlista' que se escuchaba en tertulias, programas de radio e incluso declaraciones políticos al pie de los leones de la Carrera de San Jerónimo.
Servía para salir del paso y no meterse en líos ante la decadencia de la institución. Para preservar la monarquía presente de los desmanes de la institución como tal. Y se exhibía a la monarquía parlamentaria como éxito de la modernización y el progreso experimentados por España en el último medio siglo a lomos de una supuesta "transición modélica" de la dictadura a la democracia.
Pero ahora que el susodicho, don Juan Carlos I, ha puesto pies en polvorosa para alejarse de los casos de corrupción y comisiones fraudulentas con los que se le relaciona, nadie quiere ser relacionado con esa frase. Que se ha convertido poco menos que en tabú.
Juan Carlos I se exilia. Se queda la prensa que lo encubrió, el empresariado que lo corrompió, la clase política que lo protegió, la judicatura que miró a otro lado y el ejército de cortesanos que lo aplaudió.
— David Jiménez (@DavidJimenezTW) August 3, 2020
El mismo tabú que imperó en España para proteger a la Corona. Ahora es fácil llevarse las manos a la cabeza pero nadie se cree que todo lo que esté floreciendo ahora, y que está pendiente de judicializar, haya surgido de la nada, sin que nadie supiera nada. Que no hubiera una pista interesadamente desdibujada, una prueba convenientemente destruida, o un testimonio debidamente silenciado. El exdirector de El Mundo, David Jiménez, así lo afirma. Y lo circunscribe al detalle a cinco esferas:
La prensa que lo encubrió.
El empresariado que lo corrompió.
La clase política que lo protegió.
La judicatura que miró a otro lado.
El ejército de cortesanos que lo aplaudió.
Sí, Juan Carlos I ha sido una figura intocable. En realidad lo era la familia real al completo, pero el rey emérito en particular. La periodista Rebeca Quintans ha recopilado algunos de esos embrollos doblegados por el escudo real en su libro 'Juan Carlos I. La biografía sin silencios'. En él, Quintans señalaba ya en 2016 que "más allá de una publicitada estrategia institucional, la realidad se nos ofrece más oscura y menos virtuosa. La historia de Juan Carlos I de España está llena de silencios incómodos que pocos se atreven a desvelar".
En parte porque, en palabras de la autora, "el aparato judicial ha estado muy activo, de manera ininterrumpida, procesando gente por hacer declaraciones". Lo curioso es que Quintans señala que esa protección no ha desaparecido. Simplemente se ha reasignado, a don Felipe VI", quien gozó de "una campaña para blindar su entronización favoreciendo la abdicación de su padre. Incluso el PSOE, que se declara republicano, defiende a Felipe VI.
Que no extrañe, por tanto, que la próxima frase que se acuñe sea: "Yo nunca fui juancarlista, soy felipista".
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