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Yo lo que quiero es irme de México, no me gusta este país - Martín Hernández, 19 años

No es desilusión lo que marca la personalidad de Martín Hernández. Todo lo contrario, son unas ganas de salir adelante de la única forma en que considera puede hacerlo. Por sí mismo. Y esas posibilidades no las ve dentro de México.

Pocas personas tienen esa claridad a su edad. Para él, votar este próximo 1 de julio en las elecciones presidenciales no será más que una acumulación de experiencias, y nada más. No espera un cambio, no cree que su voto pueda marcar una diferencia ni tampoco apoyará a alguno de los cuatro candidatos postulados. De hecho, ya tiene definido qué hará cuando tenga que marcar la boleta: ocupar el espacio en blanco donde se podrá anotar el nombre de una persona no registrada. Y ese nombre será el suyo.

Martín Hernández, estudiante de Administración y Estrategia de Negocios en el Tecnológico de Monterrey | Foto: Josué Parra / Yahoo
Martín Hernández, estudiante de Administración y Estrategia de Negocios en el Tecnológico de Monterrey | Foto: Josué Parra / Yahoo

Cualquiera diría que es un digno representante de la generación Millennial, en la que se encasilla a estos chicos como un grupo poco o nada interesados en sus comunidades, en la participación ciudadana o en los procesos democráticos de su país. Una falacia sostenida por gente de más edad que no toma en cuenta que eso sucede en todos los grupos etarios, sólo que a estos jóvenes no les da pena decirlo.

No es que la política no les interese, lo que pasa, al menos en el caso de Martín, un estudiante de Administración y Estrategia de Negocios del Tecnológico de Monterrey, es que no se consideran tan inocentes como para que creer todo lo que dicen los candidatos, el gobierno, ni las autoridades electorales.

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Esa es, comenta, una de las cosas que muy poca gente se pone a pensar. Que existe todo un sistema que nos hace creer que la elección de la gente es la que genera los cambios, cuando en realidad se trata de todo un contubernio de intereses preestablecidos que deciden cuál es el rumbo que tomará el país. “Elegir a un presidente no cambiará nada. No creo que México se vaya a convertir en Venezuela si gana López Obrador, pero tampoco creo que hará algo revolucionario que transforme al país. Todo dependerá de los intereses que haya detrás, de gente con más poder”.

Martín Hernández, estudiante de Administración y Estrategia de Negocios en el Tecnológico de Monterrey | Foto: Josué Parra / Yahoo
Martín Hernández, estudiante de Administración y Estrategia de Negocios en el Tecnológico de Monterrey | Foto: Josué Parra / Yahoo

Por ejemplo, considera que Enrique Peña Nieto no es una persona con suficiente preparación, pero los errores de este gobierno no son directamente culpa de él, sino de toda la gente que hay detrás y que toma las decisiones.

Por eso mismo, cree que la trascendencia de las personas está en lo que decidan ser y hacer lo necesario para conseguirlo. Eso a la larga puede generar un cambio más grande que el sólo hecho de ir a votar. Por ejemplo en la cultura cívica, ahí depende de cada uno qué tanto se cumplen las reglas. Justo por eso tiene en la mira a Japón como un destino para desarrollarse a largo plazo. Es un lugar que le es más afín. A él México simplemente no le gusta por todos los vicios en todos los niveles que se perpetúan desde los mismos partidos.

“Las elecciones en general son simplemente un desperdicio de recursos que provienen de los contribuyentes; algo mejor podría hacerse con ese dinero en lugar de esta simulación donde hacen creer a la gente que algo puede cambiar”, dice.

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Nada de lo que dice es gratuito. Su evolución como persona va de la mano con la historia de su familia, que inicia con su abuelo migrando de Michoacán a la Ciudad de México para trabajar como empleado en el zoológico de Chapultepec, pasando por condiciones muy precarias donde apenas tenía para alimentar a sus hijos. Hoy, con todas esas limitaciones, el papá de Martín es directivo en una de las empresas más grandes de México, transmitiéndole una cultura del esfuerzo donde todo es posible, vengas de donde vengas y sin estar esperando un subsidio gubernamental.

Así, sin miedo, este joven lleva haciendo las cosas. Bailó ballet clásico porque quería y está dispuesto a comerse el mundo, de la misma manera que ha hecho todo: “Quiero ser el mejor, pero sé que eso sólo depende de mí”.

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